martes, 26 de noviembre de 2019

Los cuentos de la buena pipa - ¿Qué es el laberinto?




Nota: 9
Mejor tema: La ambición del dr.
Peor tema: Todo lo que hay que

      1)      Despertar sin dormir
      2)      Tengo una vida
      3)      Todo lo que hay que
      4)      Willie Elliot
      5)      La ambición del dr.
      6)      Escenas del próximo capítulo

Acá no solo se habla de bandas internacionales, sino también de bandas nacionales. Y no solo de bandas nacionales consagradas, sino también emergentes. Los cuentos de la buena pipa es una agrupación de Rosario, Santa Fe, formada en 2008. Sí, ya sé lo que están pensando: con ese nombre, el grupo debe ser una porquería. Yo también pensé lo mismo al principio, pero alto ahí. Si lo pensamos bien, muchos grandes grupos tienen nombres de cuarta: The Who, The XX, Can. Incluso grupos de medio pelo, como Las pastillas del abuelo, La beriso o No te va gustar (toda una profecía autocumplida). Ni siquiera nos tenemos que quedar con bandas, pues Rose (la novia de Jake Long, el dragón occidental) se apellida Killdragonosa. ¿Quién puede tener un apellido así? Y agradezcan que la serie se dobló en Chile, o probablemente la hubieran rebautizado “Rosa Matadragonosa” o algo así. Sí, esa serie de dobló en Chile. Para que vean que no solo les enseño de música acá. En fin, mi punto es que nos dejemos de anglocentrismos y de ser tan exquisitos. Seamos menos prejuiciosos y demos oportunidades a quienes las merecen.
Volviendo a la banda, originalmente era un grupo de artistas teatrales, pero vieron la buena aceptación que estaba teniendo su música, de modo que decidieron abocarse en esa área. Tuvo una gran cantidad de miembros, pero los que participan en este disco son E’bo (guitarra, voz y síntesis digital), Kolia Krasotkin (bajo), Clara Sabetta (voz), Grillo Dignani (tumbadora y accesorios), Lisandro Valls (guitarra), Laura Pellegrini (congas y accesorios), Carlos Escobar (voz en el segundo tema), Mariano Uzin (batería) y Diego Flores (batería en el último tema). Sacaron su primer disco (oficial) en 2012, llamado “Así gritó el dictador”. Sin embargo, yo paso a hablarles directamente de su segundo disco: “¿Qué es el laberinto?”, lanzado en 2015.
¿Por qué no empiezo hablando de su primer trabajo, o de los muchos que sacaron antes de ser una banda propiamente dicha? Sinceramente, porque su primera placa nunca me gustó. Veamos. El concepto del grupo es aplicar lo aprendido a lo largo de su carrera artística en su música. El resumen que solían hacer de su propuesta en su página de Bandcamp era el siguiente: “No por molestos sino por curiosos, LOS CUENTOS DE LA BUENA PIPA buscan quebrar los límites de la canción para abrirle la puerta a una fusión inagotable de diversos géneros musicales. De un licuado experimental surge la travesía musical de la banda, la cual entrama texturas y sonoridades de la música electrónica, la cumbia, el rock y la psicodelia”. Es una intención noble, pero cada día salen cientos de grupos anodinos y mediocres a los que hay que bancar con la excusa de que “mezclan diversos géneros” (dando por resultado una variedad de basuras para todos los gustos) o “es música para divertirse y no pensar mucho” (si quiero música para divertirme tengo a Micky Vainilla Duran Duran, entre muchos otros). Para colmo, esta gente ponía entre sus influencias a gente como Pink Floyd y los Monty Python. Es muy común entre este tipo de grupos mencionar a una banda del calibre de Floyd como influencia (también lo hicieron grupos como Callejeros o la Bersuit), sin que su música le llegue a los talones. Si bien en aquél primer disco se escuchaban algunas cosas que podríamos llamar “interesantes”, no dejaban de ser un grupo del montón, genérico. ¿Qué razón puede tener el pobre incauto que escucha “Así gritó el dictador” para seguir de cerca lo que tuviera para ofrecer el grupo?
Pues ni más ni menos que su segundo trabajo: “¿Qué es el laberinto?”. Olvídense de todo lo que acabo de escribir, porque este grupo demuestra que no es del montón. Tienen talento por explotar. Hay grooves interesantes, composiciones complejas y fascinantes, atmósferas atrapantes, la producción es excelente, etc. Al igual que mucha otra gente, no soporto la cumbia. Sin embargo, voy a ser siempre el primero en admitir cuando se hace algo creativo con ella. Este grupo lo hace. La influencia cumbiera es eso, una influencia. No ahoga al resto de los estilos. De hecho, ningún estilo ahoga al otro. Todo está en casi perfecta armonía. Solo tengo dos quejas: la primera es que no me convence mucho la voz. Ese efecto robótico termina por volverse molesto. Se ve que ellos también eran conscientes de esto, pues la mayor parte del álbum es instrumental, pero créanme que, cuando lo usan, molesta con todo dolor. Por otro lado, y a pesar de lo que dije antes, la fusión de estilos por momentos suena artificial (esa parte cumbiera en La ambición del dr., por ejemplo), pero son solo momentos. Se pasan rápido. Son quejas menores, pues la mayor parte del disco es maravillosa y nos da la sensación de estar escuchando algo totalmente nuevo e inédito. Muchos descartarán la etiqueta de “experimental” debido a que no se parece en nada a gente como Zappa, Beefheart o The Residents, pero me parece un error hacer eso. La experimentación no necesariamente tiene que ser música abstracta e indigerible, sino que también puede presentarse en la innovación de la propuesta y/o en la ejecución de la misma. Si bien la propuesta en sí no es muy novedosa (como dije antes, ¿cuántos grupos que pretenden hacerse llamar “rock fusión” salen cada día?) su ejecución sí que lo es. Por esto mismo me parece acertado llamar “experimental” a esta gente.
Arrancamos el viaje con la épica (en todo sentido de la palabra) Despertar sin dormir, que realmente suena a eso. Sus arpegios psicodélicos y oscuros nos dan la sensación de un amanecer a puras ojeras en la cara por no haber dormido en toda la noche. Hay algo de intranquilidad en esa atmósfera. Hasta cerca del segundo minuto se empieza a superponer la batería y una especie de sonido de guitarra que me recuerda al jarrón eléctrico de 13th Floor Elevators, pero la figura de guitarra sigue siendo la misma. Recién al minuto dos con cuarenta cambia la melodía principal por otra más contundente. Un poco más tarde la batería le deja espacio a una percusión tropical que jamás de los jamases hubiéramos esperado a la luz de lo que venía sonando hasta el momento. Lo mejor de todo es que encaja a la perfección. No suena forzada en lo más mínimo. La guitarra vuelve a cambiar de melodía y entran unos coros apenas audibles. Más tarde se le agregan efectos electrónicos más festivos y, para el minuto ocho y medio, entra la frase mantraica “Sepan disculparnos este mambo de la conciencia universal”. Al principio odiaba esta frase, pero después me acostumbré a ella. Es pegadiza y le da un toque distintivo a la canción. Dicha frase va a repetirse hasta el final sin que nos canse en lo más mínimo. En resumen, un tema fabulantástico, que fácil se come viva a toda su anterior placa. Y eso que el viaje recién empieza.
Tengo una vida es la mejor fusión de cumbia y de música electrónica que escuché hasta el momento. La cumbia electrónica en sí misma no es nada nuevo, pero la forma en la que convergen acá es algo que no había escuchado antes. Es casi como si Kraftwerk y Los palmeras decidieran hacer un tema en conjunto. Ese loop intoxicante combinado con las guitarras cumbieras es todo un lujo de escuchar. Quizás la parte más floja es cuando se narra el concepto del disco sin mucha gracia, pero la solución a eso está en prestarle atención a la pista instrumental, que va creciendo y creando tensión de una manera magistral. Un temazo.
Inmediatamente después llega Todo lo que hay que, la cual es la única canción cantada del álbum (sí, casi todos los temas tienen voz, pero esta es la única que desarrolla versos y estribillo de forma constante) y no casualmente es la más floja. Sus nocturnos e inquietantes juegos instrumentales son parcialmente arruinados por el efecto robótico de la voz que nombré antes. Aunque los primeros versos son pasables y hasta buenos, tanta repetición de “No hay con qué, no hay con qué”, y ese “Hay que, hay que” con el que fallidamente intentan crear intensidad y que explota en la estrofa de “Hay que decapitarlo de una buena vez…” entorpecen al tema. Si hubiera sido instrumental, probablemente lo hubiera marcado como un temazo, pero no se dio. Una lástima.
Willie Elliot es el único tema totalmente instrumental del álbum, y no casualmente es uno de los mejores. Por momentos rockea a todo culo y por momentos es más relajante. Debería sentirse forzada, pero el contraste entre ambas partes está muy bien logrado, ya que saben cuándo bajar un cambio. Algo que me llama la atención de la canción es que en los créditos aparecen Roger Waters y David Gilmour como co-compositores, lo que significa que usaron un pedazo de una canción de Pink Floyd acá, pero no logro identificar cuál. Mi sexto sentido me dice que es Breathe (In the Air), ya que una parte del final se me hace muy parecida, pero no estoy seguro. En cualquier caso, es una composición maravillosa, que mezcla muy bien elementos de la música disco y de la psicodelia.
Claro que todo esto es algo anecdótico en comparación con lo que viene a continuación. La épica de épicas. La ambición del dr. Empieza con los efectos que se tragaron a Willie Elliot mientras una línea de bajo va creciendo en lo profundo. A los quince segundos pasa a primer plano, además de que se le suma la batería. De a poco se van agregando líneas de guitarra psicodélicas y pulsantes que culminan en ese fantástico riff giratorio y apocalíptico del minuto uno con veintidós segundos. Esta secuencia psico-pulsante/riff giratorio-apocalíptico se va a repetir hasta el minuto dos y medio, momento en el cual entra un ritmo de guitarra galopante, el bajo en primer plano y un solo agudo y repetitivo, pero igualmente genial. El tema continúa agregando miles de variantes y detalles a cada segundo, hasta que al minuto ocho con cuarenta segundos llega el peor momento de la canción y del disco: ese cover de Qué calor, de Los pibes chorros. Qué calor. De Los pibes chorros. Es decir, entiendo la intención jodona, y su valor para agregar algo así en una épica de estas características es ciertamente admirable, pero no sé. Siento que queda muy fuera de lugar. Al igual que en Tengo una vida, recomiendo escuchar la sublime música de fondo e ignorar la voz. Afortunadamente, después vuelve a ser instrumental. El funk comienza a dominar cada vez más, hasta que al minuto 13:30 no podemos evitar bailar. Y el final acelerado me recuerda mucho a Iron Maiden. No sé si estará entre las influencias del grupo, pero me resulta muy similar. Es un tema de lujo, de los mejores de los últimos tiempos. Racionalmente no puedo ponerle diez puntos por ese cover que hacen de Los pibes chorros, pero mi corazón me dice “al carajo la lógica. Dale diez”. No puedo discutir ese argumento tan contundente.
El álbum cierra con Escenas del próximo capítulo, un temita más relajado y etéreo que no tiene tanto la intención de ser una canción individual sino de ser un cierre. En algún momento tuve la oportunidad de hablar con el líder del grupo y me contó dos cosas: que originalmente era una improvisación de diez minutos y que está pensado precisamente para cerrar en armonía el disco (quizás por eso no la tocaron nunca en vivo. Al menos, de las varias veces que fui nunca la tocaron). Al principio pensaba que el tema sobraba y que podrían haber cerrado con La ambición. Después caí en la cuenta de que, por bueno que fuera ese tema, era una forma muy abrupta de terminar, así que está bien que esta canción exista. Aun así, y a pesar de que la acortaron a la mitad, siento que es demasiado larga. Un tema de este estilo tendría que durar dos o tres minutos máximo, no cinco. Es demasiado para lo que tiene para ofrecer. Igualmente, tampoco es ofensivo y, con todo, se me hace menos molesta que Todo lo que hay que.
En fin, este disco es genial, y muestra que Los cuentos son una de las grandes bandas de mi ciudad (y hasta me animaría a decir de mi país) en estos últimos tiempos. Recientemente sacaron otro discazo, El río curvas, que demuestra que lo que lograron acá no fue casualidad, sino que tienen un potencial tremendo, pero eso es historia para otro día. No sé bien con qué concluir, así que les dejo una reflexión: ¿Se acuerdan de que al principio de esta crítica hablé de Jake Long, el dragón occidental? Bueno, resulta que la serie Lilo y Stitch hizo un crossover con esta. A su vez, también Lilo y Stitch tuvo un crossover con Kim Possible. Esto significa que las tres series comparten universo y, si comparten universo, entonces en el mismo conviven extraterrestres con criaturas mágicas y villanos que no son ni una cosa ni la otra. Ojalá nuestra realidad fuera la mitad de interesante. Honestamente, no recuerdo mucho de Lilo y Stitch ni de Jake Long, pero sí que me conozco como la palma de mi mano Kim Possible, y amo esa serie. Aguante Kim Possible, carajo.
Ah, y aguante “Los Cuentos de la buena pipa” también. Nuestro orgullo local. Los dejo con una de las frases de esta banda que más me llegaron al corazón: “Llama, grita, si me necesitas y al instante llegaré”.

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