Mejor tema: El genio del dub.
1) El genio del dub
2) Botellas rotas
3) Mi novia se cayó en un pozo ciego
4) Una ciudad llamada vacío
5) Cadillacs
6) Yo no me sentaría en tu mesa
7) Yo te avisé
8) Muy muy temprano
9) Estoy harto de verte con otros10) Aún los escuchamos cantar
Bastante bastante mejor. Un
pequeño paso para el hombre, un gran paso para los Cadillacs. Aunque un disco
de siete puntos no pueda ser considerado como algo para festejar con champán,
sí que es un avance considerable con respecto a los que nos había mostrado el
debut. Ahora mismo les desarrollo esto.
Como ya sabemos, el primer disco
de la banda no había sido del todo bien recibido por la crítica (y con justa
razón, como ya hemos visto). Este fracaso hizo que la disquera con la que
grababan diera por finalizado el contrato. Sin embargo, los Fabulosos Cadillacs
estaban decididos a demostrarles a todos (entre los que me incluyo) que lo suyo
iba en serio. «En serio» en el sentido de no ser serios en el fondo pero sí en
la forma, si entienden a lo que me refiero. De hecho, el nombre del disco hace
referencia a que ellos sabían que iban a ser una sensación, aunque los profesionales
no les hicieran caso. Fue así que consiguieron un contrato con CBS. Esta obra
se conforma de temas que venían ensayando en bares y fue producida por Andrés
Calamaro, grabada y lanzada a la venta en 1987. Su misión (ser tomados en
cuenta) fue cumplida, por lo que ganaron respeto (como en la mayoría de las
misiones de GTA San Andreas) y hasta se pudieron permitir dar recitales fuera
del país, llegando incluso a ganar la certificación de doble disco de platino.
Nada mal para su segundo intento.
Ahora, ¿está la obra a la altura
de semejante éxito? Y… esto depende de con qué ojos lo miremos. Si lo vemos
desde la calidad intrínseca del disco, es un poco exagerado tanto quilombo por
un disco meramente decente con apenas un par de clásicos. Sin embargo, el
contexto es importante (¿cuándo no lo es?). Si lo analizamos en su época y
lugar, sí merece la gloria que cosechó, ya que la fusión de estilos que
proponen los músicos era muy novedosa, además de que seguramente el disco era
de lo mejor que había dentro del mainstream. Digo, había grupos mejores haciendo
cosas mejores, seguro, pero no eran lo bastante reconocidos ni encajaban tan
bien con el gusto popular. Era una lotería, y los Cadillacs sacaron el premio
gordo no solo por suerte, sino también por inteligencia. Y es que, una vez más,
hay avances por todos lados. Las canciones, aunque no sean la maravilla, suenan
más pulidas y acabadas, el sonido es mucho mejor, comienzan a meter más
influencias de la música con la que se sienten cómodos (como el reggae y el
dub) a la vez que van eliminando los elementos que no van con su sonido.
También, y esto merece un apartado en sí mismo, los benditos teclados por fin
suenan bien. Estas diez canciones no forman un conjunto muy diferente del debut
en lo estilístico (incluso con los nuevos ritmos que exploran), pero a la vez
se nota que hubo más esfuerzo en la composición. Aplaudo eso.
De hecho, las primeras cinco canciones
son muy pero muy buenas, y podría haberle subido un puntito al disco de haber consistido
solamente en ellas, como un EP. Los dos grandes clásicos son los dos temas más
conocidos. El genio del dub empieza
el disco en una nota altísima, con esos toques ceremoniosos de platillos y su
guitarra de tintes psicodélicos. Estos primeros treinta y cinco segundos ya
valen más que todo el disco anterior, y después se pone mejor con su dub
pletórico de trompetas y percusiones sabrosas. Además, me gusta cómo la letra
parece ser una sátira a esa gente con vibras de gurú que se hacen los boludos
frente a los problemas del mundo y que no se dan cuenta de que son parte del
problema. En ese contexto, el ritmo del tema crea una ironía genial. Mi otra
favorita es Mi novia se cayó en un pozo
ciego, que es famosa por ser una de las primeras canciones del rock
argentino en incluir una palabra malsonante (aunque sea levemente) como lo es «carajo»,
pero lo importante está en la música. El tecladito de feria del que tanto me
había quejado en el pasado hace de acompañamiento ideal en esta ocasión, la
melodía mareante y jocosa de trompetas es fantástica, y el estribillo a varias
voces es un garco de risa. Es una canción ridícula, pero de esa clase de
ridiculez premeditada que resulta más simpática que vergonzosa. Me encanta. Y
las otras tres canciones de la primera mitad tampoco tienen desperdicio. Botellas rotas tiene un «empuje» más
punk pero nunca pierde ese sentido caribeño y fiestero gracias a sus melodías y
arreglos. La melodía está buena y me pone de buen humor, así que la apruebo. Una ciudad llamada vacío abre la puerta
y se va de la fiesta que es el resto del disco, ya que tiene un tono más
solemne y decadente. No pierde el ritmo, pero tampoco es lo que pondría para animar
un cumpleaños de 15. Está en un punto medio bastante difícil de encasillar,
pero vuelve a estar muy bien armada y no le faltan buenos clímax. Por último, Cadillacs es quizás lo mejor de lo menos
mejor de lo mejor entre lo mejor de este disco. Un instrumental de dos minutos
que tiene un ritmo de bajo muy new wave y un humeante solo de teclado. Es de
las que más me recuerda en su estilo al debut, pero está mucho más trabajada
que casi cualquier cosa de allá. Notable primera mitad.
Tristemente, la segunda mitad no
logra ese alto nivel. No hay nada ofensivo como en el primer disco, pero nada
notable como la racha que venían manteniendo acá. El tema titular tiene una
melodía bastante pegadiza, pero digamos que sí llega a dar un poquito de
vergüenza si estamos distraídos. Fue el tema más exitoso del grupo por un
tiempo, y la verdad es que a veces no entiendo el gusto de la gente. Yo no me sentaría en tu mesa combina ritmos
caribeños con coros a lo Ramones, y funciona hasta cierto punto, pero no me da
la sensación del grupo funcionando a tope. Igualmente, lo peor es la tríada de
cierre. Tres canciones demasiado largas, de las cuales Muy muy temprano es la menos estelar. Sigue un estilo reggae a la
manera de Sumo y, por muy interesante que pueda ser escuchar a los Cadillacs
jugando a ser Sumo, seis minutos con divagues y alargues innecesarios de por
medio no conforman el mejor homenaje que podrían haberle hecho a Luca Prodan. Estoy harto de verte con otros intenta algunos
cambios de ritmo que, si bien salvan al tema de la monotonía, no alcanzan a
crear algo memorable. Por último, Aún los
escuchamos cantar intenta ser un canto reivindicativo, pero aun así no me
gusta demasiado. Entiendo la intención, pero para que resulte en algo sentido
se necesita cierto talento y precisión que todavía no manejaban. No sé ustedes,
pero yo no puedo asociar esa intro de teclado y esa melodía con un canto
conmovedor. Supongo que es cuestión de estilo (Bob Marley también hacía
canciones combativas con ritmos caribeños, por ejemplo), pero este tema en
particular no me llega, así que será más problema del grupo que de otra cosa.
Pero no importa ya que, tanto en lo mejor como en lo peor, este disco es un gran avance para la banda. Solo El genio del dub y Pozo ciego pueden considerarse clásicos Cadillac, pero recordemos de dónde venían. Poder entregar dos temas de ese nivel después de no haber embocado una con «Bares y fondas» debería ser considerado un logro. Y nuestro problema como consumidores de artistas consagrados es que rara vez analizamos sus discografías como conjunto ni nos ponemos a comparar escalonadamente su obra. Que los primeros discos de un artista o banda sean ya obras excelentes y consistentes de pies a cabeza es algo más raro de lo que pudiéramos pensar. Incluso entre quienes arrancan con obras maestras, estas suelen ser trabajos de un espíritu muy adolescente y amateur. Esta es una de las entregas más flojas de los Cadillacs a nivel global, pero lo único con lo que podían compararse en su momento era con su debut y, bajo esa luz, es un disco notable de una banda emergente. Hay discos latinos populares mucho mejores hoy en día, pero no sé cuántos había en ese momento, así que lo recomiendo desde una perspectiva histórica. Yo les avisé.
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