lunes, 9 de septiembre de 2024

Pescadas - Pescadas


Nota: 10+
Mejor tema: Imposible.
Peor tema: Si ya elegir un mejor tema es imposible, imagínense lo que será elegir el peor.

1)      Canto de advertencia I
2)      Canto de advertencia II
3)      La tempestad
4)      Ensueño
5)      Sirenas
6)      El soldado
7)      El sol
8)      Índu
9)      Let’s Be
10)    Expedición al espacio
11)    Pájaros
12)    Canoa india
13)    El aviador
14)    Demencia capilar
15)    Rapsodia dislocada


Todos tenemos nuestras opiniones polémicas musicalmente hablando. Hay quienes dicen que los Beach Boys son más grandes que los Beatles, otros dicen que Charly García era un mero importador de ideas ajenas, otros dicen que Callejeros y La Beriso son distinguibles… así podría seguir. Hoy voy a traerles una opinión, más que polémica, demencial. Digna de que me encierren en el penal de Ezeiza (ni siquiera en el Borda), rompan la llave y escondan con custodia las diferentes partes en los lugares más recónditos del mundo. Dicha opinión es que Pescadas, un grupo surgido en el siglo XXI que solo llegó a grabar dos discos y del que no hay casi nada de información en internet, es una de las tres o cuatro mejores bandas de todo el rock argentino y que su fundadora debería estar contemplada entre los genios de nuestra música. No, gente, esto no es bait. Estoy siendo absoputísimamente sincero. Solo tengo elogios para este grupo, y voy a desarrollar esto a continuación.

Como dije antes, no encontré mucha información de la banda en internet, hasta el punto en el que tuve que ir a su canal de Youtube, abrir el video del debut y sacarle captura a la portada del mismo para tener una imagen aceptable que presentar. Y para tener información sobre esta grupa, me comuniqué con la fundadora: Vanesa «Van Shake» Jiménez. Ella me contó algo de la historia de este conjunto. Además de ella, en este disco tocan Luciano «Jinete descabezado» Villalonga en la guitarra, las voces y los efectos e Irene «Condesa Arin» Villalonga (hermana de Luciano) en la batería. Sí, gente. Este trío con apodos que bien podrían ser de personajes de Marvel o DC Comics hicieron el mejor rock que escuché en mucho tiempo. En cuanto a la historia, la banda surge de la unión de dos personas: la mencionada Vanesa y una tal Claudia cuyo apellido no pregunté por olvidadizo. Allá en los 90, Vanesa había ido a un festival de punk y había conocido a una banda llamada Expulsados (de la cual no se declara fan pero sí que le había ayudado a encontrar un grupo de pertenencia relacionado con el rock) además de a la tal Claudia, quien le contó que estaban formando una banda que ya tenía una cantante (ella misma) y una baterista llamada Irene Villalonga. Se pasaron los teléfonos y quedaron en contacto. Este fue el germen de Pescadas, que en ese entonces se llamaba Feromonas y hacían rock psicodélico (una mezcla entre Pink Floyd y Deep Purple según me contó).

A Jiménez la invitaron a tocar en Ezeiza, que es donde vivía Irene. En esa casa tenía un órgano Farfisa modelo hogareño (tipo mueble), lo que representó su primer contacto con un instrumento más antiguo. Probaron también con agregar guitarras, para lo que se sumó el hermano de Irene. Fueron un cuarteto por un tiempo hasta que Claudia se bajó y quedó reducido a trío, además de ya no tener nombre la agrupación. Tiempo después fueron invitados a un recital de una banda llamada Los zorros petardos salvajes, que hacían un estilo surf rock. El trío aceptó porque no tenían más que un pequeño nicho en el que encasillarse, y la fecha fue en Caseros, más específicamente en un centro cultural. Ahí se presentaron finalmente como Pescadas, y eligieron ese nombre por una marca de inodoros. Esa presentación podría considerarse su bautismo, y de a poco fueron ampliando más y más su propuesta escénica mediante la inclusión de bailarines e incluso con los miembros del grupo disfrazándose de pescados en sus conciertos. Todo fue escalando y escalando hasta que tuvieron la oportunidad de grabar su disco, el cual trabajaron durante 2004 pero que se retrasó por la tragedia de Cromañón y finalmente fue lanzado en 2006. Como dato adicional, el disco tardó 29 horas en total en ser terminado. Algo así como cuando los Beatles grabaron su debut en doce horas. Ahora sí, vamos a hablar de este trabajo.

Bueno. Que el disco es una obra maestra es algo que quedó muy claro. Tan claro como los sentimientos del grupo Árbol hacia Osvaldo, personaje de la canción Prejuicios. La pregunta del millón es, ¿por qué considerarlo una obra maestra? Y la respuesta es tan simple como la filosofía de Paulo Coelho: las canciones son individualmente estupendas y conforman un todo aún mejor. Un amigo definió a este disco como «Crucis si fuera punk», y muy alejado de la realidad no está. Bah, siendo sinceros, estas quince canciones son cortas y lineales hasta el punto en el que no se las puede encasillar en el rock progresivo ya que no hay grandes cambios de ritmo ni ningún sentimiento épico, pero yo no soy de esas personas que le dan importancia a qué tan progresivo es un disco por sobre qué tan bueno es. Acá hay apenas una o dos ideas musicales por tema, ¿pero desde cuando eso es algo malo? Digo, todos amamos a AC/DC y a los Ramones y ellos basaron toda su carrera en una o dos ideas. Al menos Pescadas prueba cosas diferentes en cada canción y nunca se sienten repetitivos. Eso solo los genios lo logran, y Vanesa Van Shake y compañía definitivamente lo son. Vamos a las canciones.

El álbum empieza con el golpe doble de Canto de advertencia, que tiene dos partes. La primera (una de las dos canciones compuestas solo por Vanesa) tiene pocos decibeles, pero respira tensión gracias a esos arreglitos de piano que parecen polvo de estrellas y esas disonancias controladas que parecen la alarma de un laboratorio del cual se escapó un monstruo. Ese monstruo bien podría ser la segunda parte, que está construida sobre un riff metalero al estilo de King Crimson y un solo arabesco de guitarra que saca chispas por la fricción. Mientras tanto, el ritmo machaca y los trallazos de guitarra viajan de un parlante a otro. El efecto es demoledor. La tempestad tiene un ritmo de bajo bien peliculero sobre el cual Vanesa toca más melodías dignas de las mil y una noches, y el Jinete Descabezado nos descabeza con sus solos astrales. El tema termina con ese ruido que hacen las máquinas de los hospitales que miden el ritmo cardíaco de los pacientes, lo cual conecta con la siguiente canción: Ensueño. Ya el nombre lo dice todo. Es el primer tema cantado, y tanto la letra como la melodía y los juegos de voces nos hacen entrar un estado onírico. Se podría decir que hay más relación entre este tema y Canto de advertencia II que entre este último y su primera parte, aunque a su relación hay que vivirla y no explicarla. Pero volviendo al presente, se pone más pesado hasta que todo termina siendo una pesadilla viviente en el último minuto. Aunque bueno, ellos nos advirtieron que eso pasaría cuando cantaron «Algo está por llegar/oscuridad y tinieblas/¡Váyase!». El que avisa no traiciona. El primer tercio del disco termina con Sirenas, que no suena precisamente a sirenas cantando pero es igual de hipnótica. Tiene un riff más surfero y unas atonalidades de teclado inesperadamente adictivas. Estamos bien y vamos para mejor.

El soldado tiene un sonido de teclados muy a lo The Doors (por momentos me recuerda muy convenientemente a The Unknown Soldier de estos) y empieza melódica para después volverse abrasiva, pero siempre con naturalidad y sin forzar la marcha. Le sigue El sol, que es la única canción compuesta en exclusivo por Luciano. Arranca sonando a una mezcla entre sitar y el jangle de grupos como los Byrds o Big Star, pero después viene la voz a cantar una gran melodía con un marcado acento argentino, lo que construye un auténtico mantra argentino. Sí, gente, mucho se habla de mantras hindúes, así que eso implica la existencia de mantras de otras nacionalidades y religiones. Mantra argentino está bien. Índu no engaña a nadie y ahora sí que suena a uno de los de toda la vida. Al principio parece un garabato de sitares, pero después entran el bajo y la batería y toma forma con más excelentes melodías que nos van a sumergir en un trance profundo. Al toque viene Let’s Be, el otro tema escrito por Vanesa en solitario y que arranca muy eclesiástica para después convertirse en un símil White Rabbit (el tema de Jefferson Airplane), pero siempre con la impronta de Pescadas gracias a su solo de teclado que parece sacado de un videojuego viejo de terror. Y debemos entender como «videojuego viejo» a los de los 80 y 90, no a cosas como la PS2, PS3 o la Xbox 360 (que ahora son retro, le pese a quien le pese). El inicio de Expedición al espacio me recuerda un poco a ciertas partes de European Son de la Velvet Underground, pero por suerte esto es música y no ruido. Después se va desarrollando hasta que pasado primer minuto se termina pareciendo a algo que haría Dick Dale si hubiera sucumbido a la psicodelia en su momento. Genial.

Pájaros tiene ese inicio rítmico que por algún motivo me hace pensar en Fantasía 2000 de Disney, más específicamente en la escena de las escobas que limpian. Después de eso va teniendo varios cambios, pasando por arpegios psicodélicos, crescendos cuasi sinfónicos y hasta una sección más tranquila donde escuchamos coros y el canto de los pájaros, como para que no se nos olvide el título del tema. Cerramos con un riffeo musculado de surf rock, lo que termina de redondear el carácter de «minisuite» de esta pieza. Le sigue Canoa india, que está llena de xilofones, cornos y disonancias, pero logra un efecto muy placentero y bien trabajado. Muy bueno. El aviador también empieza desordenada, pero de a poco va tomando color y organizándose al estilo de «La comunidad organizada». Bah, no leí ese libro ni nada de Perón, pero escuché lo suficiente de sus discursos y estudié lo suficiente como para saber para donde va. Como sea, es un temón y me encanta su teclado carnavalesco. Después viene Demencia capilar, que no suena muy capilar pero definitivamente es una demencia. Es un poco parecida a Canoa india pero incluso mejor, sobre todo porque acá la banda desata su locura como no lo hacía en aquella, y los remates suenan al mundo llegando a su fin. Para cerrar tenemos Rapsodia dislocada, que por momentos es hasta mi favorita del disco. Su riff de guitarra alimentado a teclados es impresionante, e incluso la sección cantada a lo Captain Beefheart termina siendo imponente y flashera. Escuchen también los solos de guitarra. ¿Se les ocurre otra forma de cerrar un disco así? A mí no, y prefiero no hacerlo. Mi imaginación podría no estar a la altura de la realidad.

Y bueno, gente. Acá tienen un clásico de clásicos del siglo XXI del tercer milenio. Los que dicen que después de los 90 no hubo nada bueno en materia musical es porque son unos nostálgicos insufribles o porque no investigaron bien. Aunque no los culpo si es el segundo caso, ya que Pescadas es un grupo demasiado under, y no lo digo en el sentido de hacerme el sabelotodo, sino más bien en un sentido objetivo, porque la única verdad es la realidad (y dale con Juan Domingo). Desgraciadamente esta banda solo sacaría un disco más antes de separarse, pero nada se le puede hacer. Es más, ese disco es incluso mejor que este, por imposible que parezca eso. Definitivamente, Pescadas es mi más grande descubrimiento del año junto con Músicos Independientes Asociados y con el hecho de que las actrices Anna Gunn y Ana de Armas tienen el mismo nombre en diferentes idiomas. No se los pierdan.

miércoles, 6 de marzo de 2024

Boston - Don't Look Back


Nota: 7
Mejor tema: Don’t Be Afraid.
Peor tema: Feelin’ Satisfied.

1)      Don’t Look Back
2)      The Journey
3)      It’s Easy
4)      A Man I’ll Never Be
5)      Feelin’ Satisfied
6)      Party
7)      Used to Bad News
8)      Don’t Be Afraid


Volvemos a terreno radioformulero con nuestros queridos Boston. Bah, no sé si demasiado queridos por ustedes, pero sí por mí. Y tampoco es que yo sea el mayor fan, ojo. Pero sí que considero a su debut, quizás, la cúspide del AOR (Adult Oriented Rock o, en cristiano, rock para las radios). Supongo que al leer estas palabras y ver la nota que le puse a este disco, pueden visualizarme mentalmente con cara de decepción y asumir que esta reseña va a estar infestada de este sentimiento. Este… sí. ¿Para qué digo que no si sí? Pero tiempo al tiempo, mis queridos padawans con alto nivel de midiclorianos en sangre y poca conexión con aquello que las películas originales de Star Wars nos enseñó que realmente se necesita para ser un jedi. Voy a explicarles con precisión de creador de mundos ficticios a lo George Lucas lo que pasó entre el debut y este segundo trabajo los motivos de mi desilusión. Aunque sin las inconsistencias argumentales de este señor, por supuesto.

A este disco se lo empezó a componer y a grabar apenas un año después de la salida del debut. Esto es, en 1977. Y fue lanzado al año siguiente al año en el que se lo empezó a componer y a grabar. Esto es, en 1978. Un 90% del trabajo se hizo en Hideaway Studio, que era el estudio de Tom Scholz, mientras que la canción A Man I’ll Never Be fue grabada gracias al ingeniero (pero no feto ingeniero) Dave Butler en Northern Studio. Los temas de difusión fueron Don’t Look Back, A Man I’ll Never Be y Feelin’ Satisfied, y su éxito fue considerable aunque inferior al del debut (el presente trabajo fue número uno en Estados Unidos y Canadá y número nueve en Reino Unido). Vendió más de un millón de copias en poco más de diez días y tuvo siete certificaciones al platino en Estados Unidos el 11 de abril de 1996. Se puede decir que, incluso sin contar esto último que pasó casi veinte años después de su salida, al disco le fue muy bien y confirmaba a Boston como la banda del momento en los 70. Sin embargo, Scholz cortó relaciones con Epic después de su lanzamiento ya que se quejaba de que la disquera los apuró para sacar el trabajo, y él no se sentía conforme todavía con el resultado, pues así de perfeccionista era. Pero ya vamos a volver a esto. Vamos al disco en sí.

Bueno, ¿qué es lo que me molesta del disco? Varias cosas. Veamos. Lo primero es que el disco no evoluciona EN LO MÁS MÍNIMO con respecto al debut. Es la misma fórmula sin un solo intento de avance artístico. Está bien que no hay que arreglar lo que no está roto pero, para un tipo tan obsesivo de los resultados como lo es Tom Scholz, uno esperaría algún riesgo o cambio. Aunque bueno, supongo que puedo perdonar eso, ya que bandas como King Crimson o Metallica también se han autoplagiado y no les salió nada mal (escuchen «In the Court of the Crimson King» e «In the Wake of Poseidon» uno después del otro, y «Master of Puppets» después de «Ride the Lightning» para entenderme). Ahí está el segundo problema: que Boston ni siquiera hace una copia lo bastante buena como para que perdonemos la repetición constante. Las canciones están bien y se pueden escuchar, pero son tan normalitas que uno se muere por terminarlas para escuchar sus muy superiores plantillas. También, aunque sé que esto no es culpa del grupo, es un disco claramente incompleto. Se perciben algunas buenas ideas (siempre partiendo de la base de que son ideas recicladas), pero se pueden escuchar los meses de laburo que les faltó para que fuera algo más acabado. No solo los temas se vuelven repetitivos, sino que además el orden de estos es medio aleatorio. Un tema como The Journey hubiera quedado mejor como introducción del disco en vez de como segundo tema, mientras que Don’t Be Afraid me parece muy repentino como cierre, el cual hubiera estado mejor con A Man I’ll Never Be. Son todos errores que se van sumando y empañando el resultado final, el cual tampoco creo que hubiera sido despampanante con más tiempo, pero quizás sí terminaba siendo más sólido. ¿Qué le vamos a hacer?

Arrancamos con el tema título, que presenta una potencia aceptable en la guitarra y los versos, hasta que el estribillo se vuelve algo más lento y arrastrado. Parecería que están tratando de trabajar sobre la fórmula de More Than a Feeling de aumentar la intensidad a tope para después bajarla, pero no logran el mismo gran resultado, y queda como dos canciones que nada tienen que ver entre sí. Después tiene un buen solo de guitarra que es fiel al estilo del líder del grupo, pero partes aisladas de una canción no pueden salvar un todo irregular, encima de que dura seis larguísimos minutos la canción. En conclusión, decente inicio pero que podría haber sido mejor. Después viene The Journey, que es un interludio instrumental de tintes eclesiásticos. Según dijeron desde el propio grupo, la intención de este track es crear un tono similar a una revelación religiosa mezclada con la temática extraterrestre que sugiere la portada del disco. ¿Qué puedo decir? Todo bien, Scholz, pero este tipo de cosas dejaselas a Jimi Hendrix, que él sí sabe traer el espacio exterior a las seis cuerdas. Como dije antes, por ahí hubiera zafado si la ponían como introducción de disco, pero queda muy fuera de lugar cuando ves (escuchás) que desemboca en It’s Easy y no pega ni con plasticola. Al menos de Foreplay a Long Time había una transición delicada y pareja. Pero bue. Con respecto a la mencionada It’s Easy, es como una mezcla entre la melodía instrumental de More Than a Feeling, la parte cantada de Something About You y las alternancias de Long Time. Acá es donde podemos aplicar la dicotomía del vaso medio lleno o medio vacío. Si lo vemos como composición, es una mezcla de demasiadas cosas sin relación. Si lo vemos como una mezcla de demasiadas cosas sin relación, es una aceptable composición. Suena a que estoy siendo piadoso, pero en sí me parece una mala idea mezclar tantas ideas musicales diferentes cuando no hay genialidad que lo justifique, así que voy a ver el vaso medio vacío y decir que es un tema meramente pasable, por más que no sea el desastre que podría haber sido. Lo más rescatable de esta primera mitad es la balada A Man I’ll Never Be, que es de lo poco que se aparta en cierta medida de la fórmula del primer disco. Tampoco es que sea una sorpresa increíble, ya que se pueden seguir rastreando elementos del disco anterior si los buscamos con lupa, pero al menos puede llegar a dar la ilusión de novedad si no somos tan estrictos. No solo eso, sino que la melodía de piano es bella y las guitarras logran algo parecido a una catarsis de esas que Boston es capaz de generar. Quizás sus casi siete minutos son un poco largos, pero yo no me aburro en ningún momento. Una buena canción.

Feelin’ Satisfied arranca con casi el mismo riff que Rock and Roll Band, pero la melodía vocal y el riff que corta los versos obviamente están sacados de Peace of Mind, lo cual termina de confirmar el solo de guitarra. Si bien ninguno de los plagios de este disco es sutil, acá es tan obvio que me descompone el tema. Es técnicamente decente, pero el problema es que es tan «técnicamente decente» que no genera ninguna emoción profunda. Después tenemos Party, que vendría a ser el equivalente de Smokin’. Tan equivalente es, que también está compuesta por Delp y Scholz en forma colaborativa. Al menos la melodía es diferente, pero sigue siendo intrascendente y meramente agradable. Como en este disco se copiaron hasta el reparto en el protagonismo compositivo, tenemos otro tema de Brad con Used to Bad News. El inicio tiene ese mismo tono líquido de Let Me Take You Home Tonight, pero tiene una parte vocal todavía más agradable, una bien lograda explosión de guitarras y unos ribetes pseudo progresivos del órgano que la hacen bastante superior a aquella. Bien ahí, el bivalvo de tu hermana biológica. La segunda mejor canción del disco. La mejor es Don’t Be Afraid, en la que las guitarras brillan en toda su gloria, la melodía vocal es muy buena, las armonías vocales nos devuelven la alegría de vivir y el estribillo nos hace imaginar a un estadio entero cantando, pero cantando porque el tema es genuinamente bueno y no porque es una regla no escrita que a ese estribillo hay que cantarlo. Me llama la atención que esos «Oh oh oh» me recuerdan demasiado a Lick it Up de Kiss. Justo a esa banda poronga me tenían que remitir. Pero puedo perdonarlo porque Boston tiene más talento y porque Don’t Be Afraid es anterior. Por cierto, este tema es el único que había sido compuesto antes de que empezaran las grabaciones de este disco, ya que data de las primeras demos del grupo.

Imagínense hasta qué punto estaban creativamente agotados que su mejor canción acá es un tema de la primera época, y que el material más nuevo no es otra cosa que una sombra de su (por aquél entonces no tanto) vieja gloria. En los años 70 se había instalado la falsa leyenda de que More Than a Feeling era una canción hecha íntegramente con inteligencia artificial. Considerando lo limitada que resulta la IA en pleno 2024 cuando se trata de crear, quizás deberían haber sospechado no de un tema claramente original e impecable, sino de este disco entero donde el plagio abunda y la originalidad no aparece ni en figuritas. Si bien entiendo a Tom Scholz al estar enojado porque la disquera no le permitió pulir su trabajo, también creo que debería agradecerles porque al menos puede tirar la excusa de que el bajo nivel que hay acá no es responsabilidad suya. Y es que creo que el disco hubiera seguido siendo regular aunque hubiera tenido cinco años más de tiempo para terminarlo, y se nota por la cantidad de reciclajes constantes que dudo de que hubieran dado lugar a algo mucho mejor. ¿Por qué le pongo un siete, entonces? Bueno, porque no hay nada que se pueda llamar «ofensivo» (por muy intrascendente que sea) y porque hay tres canciones genuinamente buenas, de las cuales una es la más larga del disco. El disco dura 34 minutos y los temas buenos suman catorce, mientras que The Journey es más una introducción que una canción real. En total, podemos decir que hay catorce minutos buenos de 32. Casi un 50%. No está muy bien, pero tampoco está mal. Considerando que mucha gente dice que los siguientes discos no recuperarían el nivel de los dos primeros, se puede asegurar que acá aparecen los últimos vestigios de gloria de Boston, con la brutal Don’t Be Afraid cerrando una época. Es una cagada que terminaran su mejor momento de manera tan tibia, pero prefiero estos pequeños destellos de genialidad que nada. Además, comparado con lo poco que me gustaba el disco en un principio, se podría decir que pudo haber sido mucho peor. Lo tomo, pero con reservas. Con reservas, pero lo tomo.

miércoles, 10 de enero de 2024

The United States of America - The United States of America


Nota: 9+
Mejor tema: Hard Coming Love o The Garden of Earthly Delights.
Peor tema: The American Way of Love.

1)      The American Metaphysical Circus
2)      Hard Coming Love
3)      Cloud Song
4)      The Garden of Earthly Delights
5)      I Won’t Leave my Wooden Wife for You, Sugar
6)      Where is Yesterday
7)      Coming Down
8)      Love Song for the Dead Che
9)      Stranded in Time
10)    The American Way of Love


The United States of America, probablemente la banda más infravalorada de la historia. Con esto no quiero decir que sean la banda más olvidada de todas o la mejor cualitativamente hablando. Hay muchos grupos que los superan en ambos aspectos. Lo que quiero decir es que, si ponemos en una balanza su calidad musical y el poco reconocimiento que tienen, nos vamos a dar cuenta de que es uno de los grupos a los que más injustamente se les negó el éxito e incluso el derecho a existir. Aunque es entendible. Ahora vamos a desarrollar un poco esto.

Este grupo se formó en 1967 y se disolvió en 1968. Hasta ahí podría llegar la biografía, ya que no pudo haber pasado mucho de interesante en el mero lapso de un año. Afortunadamente para ustedes y para mi escritura, pasaron bastantes cosas en el seno de la banda en el mero lapso de un año, y las vamos a enumerar. La historia de este grupo se centra en (pero no se reduce a) Joseph Byrd. Este tipo era un musicólogo que había estudiado música y composición en la universidad de Arizona, además de que había hecho un posgrado al respecto en Berkeley. Después de estos estudios, se mudó a Nueva York, en donde trabajaría con Morton Feldman (nada que ver con Gordon Freeman de Half Life ni con el actor Morgan Freeman. Ya que estamos tampoco tiene relación con Marty Friedman de Megadeth) y con John Cage, que se especializaban en la electrónica y el minimalismo. A esto hay que sumarle la influencia que tenía sobre Byrd el alemán Karlheinz Stockhausen. Como podemos notar, no existe el más mínimo atisbo de rock en todas estas influencias. Entonces, ¿cómo es que se decidió a formar una banda de rock? Ya vamos a llegar a eso. A la historia de este tipo hay que agregar un nombre femenino: Dorothy Moskowitz. Joseph había conocido a esta chica en 1963 en la ya mencionada Liberty City Nueva York mientras este trabajaba en la grabación de música de la época de la Guerra Civil estadounidense para Time-Life. Se mudó con Dorothy a Los Ángeles ese mismo año y de ahí empezó a estudiar todo lo antes mencionado. También hay que destacar que se interesó en las políticas radicales y hasta se volvió miembro del partido comunista, lo cual tendría influencia en su arte. En 1966 se rompería su relación, y Moskowitz volvería a Nueva York, aunque seguiría en contacto con Byrd. A principios del 67, este empezaría a formar una banda de rock con el compositor Michael Agnello (nada que ver con el pintor Miguel Ángel ni con la tortuga ninja Michelangelo), Dorothy, el bajista Stuart Brotman (que venía de Canned Heat y que para nada está relacionado con Kent Brockman de los Simpson) y el experto en percusiones africanas llamado Craig Woodson. Llegaron a grabar algunas versiones primerizas de varios temas con esta formación, pero Agnello y Brotman dejaron al poco tiempo.

Al poco tiempo se le sumarían otros músicos que conformarían su primera alineación pública: Gordon Marron en violín y Rand Forbes en bajo. Entonces se volvieron un quinteto, pero Byrd invitó a ciertas grabaciones a Ed Bogas en teclados, ya que era un instrumento muy en boga. Nah, mentira. No lo invitó por eso, pero tenía que decirlo. Volviendo a la banda, Joseph se contactó con el ingeniero Tom Oberheim (en este caso no voy a hacer ninguna referencia a Oppenheimer. No, señor) para que le construyera un modulador de anillo, el cual después reemplazaría con osciladores electrónicos. A todo esto hay que sumarle que Marron le metió un divisor de octavas al violín eléctrico y que Woodson usó micrófonos de contacto en la batería y de esos resortes metálicos de juguete («slinkies» en inglés) a los timbales para darle un sonido más particular. Y si ven que no nombré la guitarra en ningún momento es por el hecho de que el grupo decidió prescindir de ella e imitar su sonido con los violines y sintetizadores. El objetivo de todo esto, de acuerdo a las palabras de su líder, fue «crear un grupo de rock politizado y avantgarde que mezclara sonoridades electrónicas, radicalismo musical y político y una performance artística». En cuanto al nombre de la banda, Dorothy explicaría que el objetivo era ser lo más provocadores posibles al usar el nombre de un país entero y todo lo que este representa en un grupo que va en contra de sus valores como forma de expresar un descontento político. Hecho todo esto, grabaron una demo que llamó la atención de Clive Davis (de la disquera Columbia), y fue gracias a su amigo David Rubinson Crusoe que consiguieron un contrato. Grabaron el disco a finales de 1967 y finalmente lo lanzaron al público en 1968.

¿Qué podemos decir del disco en sí? Y… que la palabra «rarito» no le hace justicia. Es un delirio total. Ni siquiera sé si llamarlo rock a lo que suena acá. Digo, las composiciones claramente imitan las melodías y estructuras de la música popular de aquél entonces, pero el tratamiento sonoro y el espíritu contracultural van mucho más allá de cualquier definición que uno le quiera poner. Hay rastros de música concreta, de protoelectrónica, de avantgarde, de psicodelia e incluso se notan influencias de la música yanqui de comienzos del siglo XX, en la cual logran ese extraño punto medio en que las melodías suenen tradicionales (como si realmente hubieran sido grabadas en el 1900) y raras (por todos los arreglos bizarros que le meten). Es muy difícil de describir. Sin embargo, como sugerí antes, las canciones realmente son pegadizas y están muy bien hechas más allá del collage sónico que las envuelve, y los sonidos electrónicos que ofician de sustituto de la guitarra hacen que realmente no la extrañemos en absoluto. El único motivo por el que no le pongo un diez al disco es por motivos estructurales más que musicales. Es decir, juntaron todos los temas excelentes uno atrás del otro y dejaron los temas «menores» desperdigados al principio y al final, de modo que se nota la diferencia de calidad. Ningún tema baja de «muy bueno», pero igual hubiera preferido más alternancias entre el nivel alcanzado. Una lástima.

El disco empieza con una música muy circense y mecánica a la vez, como si fuera la versión musical de «Tiempos modernos» de Charles Chaplin, hasta que entra Dorothy que no canta ni recita, sino un extraño punto medio. Es como si más bien nos ordenara que se nos pegue la melodía. A medida que avanza la canción, todo se va volviendo más robótico y electrónico, como si la maquinaria ganara más personalidad que lo humano. ¿Entienden bien por qué comparo esta canción con «Tiempos modernos»? The American Metaphysical Circus no es un gran tema en lo musical, pero gana puntos a rolete por ser una de las introducciones de disco más bizarras y particulares que haya escuchado nunca. Una experiencia que sí o sí merece ser experimentada. Pero si queremos delirar no solo con el concepto sino también con la música, se viene una seguidilla de seis temazos impresionantes. Hard Coming Love es hard rock, psicodelia y avantgarde a la vez. Esa símil guitarra mezclada con las líneas funky de bajo y el ritmo demoledor de batería crean un arranque estruendoso que nos va a hacer hervir la sangre a miles de grados Celsius y millones de grados Fahrenheit. Se siente eterna la introducción, pero es de esa eternidad que queremos que lo sea. Al minuto y veinte termina de manera repentina esa intro para pasar a la voz de Dorothy, que canta una de las melodías pop más inesperadas y pegadizas que se nos pueda ocurrir. Después de cada estribillo viene un ataque sonoro de sintetizadores que separan adecuadamente cada sección del tema, y así hasta llegar a casi cinco minutos. Esta es una de las canciones esenciales del rock de todas las épocas. La canción termina con un sonidito tranquilo de sintetizador que suena muy a «el equipo Rocket ha sido vencido otra veeeeeeeeeez», pero que siento que queda mejor como introducción de la siguiente pista, Cloud Song. Si alguna vez quieren saber el significado de la palabra «contraste», escuchen estas dos canciones una después de la otra. Tras la pesadilla de ruido blanco, viene una hermosa melodía que realmente da la sensación de estar flotando en una nube de música. Moskowitz suena más tierna que nunca, y esos arreglitos de clavicordio y violín son una ricura. Este tema no solo se adelanta a la música new age y ambient, sino que casi hasta las vuelve innecesarias (nah, mentira. No te vayas, Brian Eno. Te amamos, aunque a veces grabes cualquier boludez con la excusa de ser música de meditación). Belleza en estado puro.

Más rockera pero menos estruendosa que el promedio es The Garden of Earthly Delights, que empieza con un irresistible riff de órganos y sintetizadores, seguido por un veloz solo de bajo y la mejor melodía vocal del disco que alcanza su apogeo en ese «You will find them in her eyes/in her eyes/in her eyes», todo rodeado de soniditos de sintetizador que parecen disparos láser. Quizás el mejor tema del disco junto con Hard Coming Love. I Won’t Leave My Wooden Wife For You, Sugar es una curiosa mezcla de brit pop, country y una letra de tintes BDSM (el título del tema debería ser un indicativo de para dónde van los tiros). La melodía es recontra pegadiza, los sonidos de sintetizador que se asemejan a objetos pesados cayendo en una escena de un dibujito animado le dan más diversión al conjunto y el final repentino en el que parece que tocaran algún tema tradicional estadounidense del siglo XIX es muy contestatario. Bah, todo el tema está hecho para levantar polémicas, tanto en lo lírico como en lo musical (por la mencionada cita musical). Como no soy estadounidense ni conservador, puedo disfrutarlo como una genialidad única. Y, como nuevo contraste, tenemos el pseudo himno budista Where is Yesterday, con su fenomenal melodía mantraica y un manejo de las voces y los coros que ya quisieran los Beach Boys. Cada tanto aparece la batería para darle un ritmo aletargado y el ruido de los sintetizadores para volverlo más experimental, pero las voces solas ya hacen valer el tema. Uno de los mejores exponentes de este tipo de sonido. Para cerrar con la seguidilla de temazos, tenemos la rockerísima Coming Down, con su colorido solo de teclados sobre el que caen unas notas graves de sintetizador imitando una guitarra pesada, otra melodía vocal de calidad y varios ribetes electrónicos haciendo de solos de guitarra. Qué buena seguidilla.

Lo malo es que los tres últimos temas no llegan al mismo nivel, pero lo bueno es que siguen siendo muy buenas canciones que encima de todo aportan aún más diversidad al conjunto. Love Song for the Dead Che es una balada medio barroca, medio tango. Esto último viene muy bien considerando que su letra es una dedicatoria al recientemente fallecido (en aquél entonces, se entiende) Che Guevara. Muy seguramente por este tipo de cosas es que la banda no tuvo el éxito necesario, pero son los riesgos de una postura radical. Mejor que ser tibio es, eso seguro. Stranded in Time es un tema mezcla de pop con música clásica (a lo Eleanor Rigby) de muy buena melodía y una gran interpretación vocal de Joseph Byrd. Según se cuenta, nunca la tocaron en vivo porque requería un cuarteto de cuerdas y porque al grupo no le gustaba, aunque la incluyeron en el disco porque a Rubinson le encantaba. No la marco como temazo porque se siente medio subdesarrollada, pero es un muy buen tema dentro de lo que cabe. Ténganlo por seguro. Para cerrar el disco, la suite The American Way of Love, que vendría a ser como un resumen de todo el disco. Y no digo esto solamente porque musicalmente reúne ideas y conceptos de las nueve canciones anteriores, sino porque también incluso mete pedazos de esos temas. Hoy por hoy puede sonar a una idea muy quemada, pero en su momento no era nada común este tipo de reprises. Más allá de esto, tiene muy buenas melodías, pero por momentos se vuelve muy densa y ruidosa, además de que seis minutos y medio puede ser mucho para algunos. Igual, no me disgusta en absoluto y constituye un muy adecuado final para este disco tan revolucionario que ofició de debut y despedida.

Sí, gente. Dije debut y despedida. Es que, después de la grabación de este disco, los Estados Unidos de América pasaron a ser los Estados Desunidos de América, con todos los miembros peleándose y cada quién teniendo su propia visión artística, a lo que hay que sumarle el poco interés económico de la disquera por mantener activo el proyecto, con lo cual se tuvo que separar la banda. No es que todas estas cuestiones hubieran surgido con el tiempo, sino que el grupo ya había nacido cargando estos problemas. Por lo que contó Byrd, incluso durante las grabaciones había conflictos, hasta el punto en el que cada sesión de grabación era también una sesión de terapia. A esto agregó que ese es el peligro de trabajar con personas de ideales tan diferentes e irreconciliables. Como sociedad argentina que somos en este lado del charco, deberíamos aprender a trabajar unidos y no dejar que las diferencias nos dividan. Este es el manifiesto comunista musical de Joseph Byrd que yo he decidido convertir en un manifiesto patriótico peronista para el pueblo argentino. O algo así. Pero bueno. Al menos de este experimento nos quedó un discazo que se adelantó a todo y que era diferente a todo en la época en la que la música de por sí se adelantaba a todo y era diferente a todo. Si alguna vez se quiere escuchar los inicios de géneros como el krautrock y de bandas como Radiohead, Portishead y otras bandas que pueden incluir o no la palabra head en el nombre, recomiendo mucho este trabajo. Completamente único y novedoso incluso con el pasar de las décadas.

viernes, 5 de enero de 2024

The Gun Club - Fire of Love


Nota: 10+
Mejor tema: Sex Beat.
Peor tema: Goodbye Johnny.

1)      Sex Beat
2)      Preaching the Blues
3)      Promise me
4)      She’s Like Heroin to me
5)      For the Love of Ivy
6)      Fire Spirit
7)      Ghost on the Highway
8)      Jack on Fire
9)      Black Train
10)    Cool Drink of Water
11)    Goodbye Johnny

 

Año nuevo, vida nueva. Algo así dice el dicho. Honestamente, no sé qué tanto sentido tiene la idea de que una celebración totalmente inventada basada en medidas de tiempo totalmente inventadas pueda afectar la mentalidad objetiva de una persona. Sin embargo, también es cierto que los seres humanos necesitamos festejos y fechas simbólicas, y la verdad es que hay que ser muy engreído para creerse por encima de todo eso. Además, el cambio de año a mí sí que me inyectó nuevas energías para volver a escribir. No solo otra reseña, sino una reseña a una banda que está en las antípodas absolutas de lo último que había reseñado. Es así que, después del rock progresivo exquisito e infalible de Pablo el enterrador, les traigo el punk visceral y pantanoso de una banda igual de buena y muy desconocida en esta parte del mundo: The Gun Club. Vamos con ella.

The Gun Club es una banda famosa (famosa hasta ahí nomás) por mezclar el punk con la música de raíces norteamericanas. Algo así como The White Stripes, pero incluso mejor. El principal artífice de este grupo fue el guitarrista y vocalista (pero principalmente guitarrista) Jeffrey Lee Pierce, a quien considero el más creativo del género en su instrumento. Incluso mejor que el sublime Johnny Thunders. En una reseña a este grupo, es inevitable que tenga que contar la historia de este genio musical absoluto, así que agárrense.

Jeffrey nació un 27 de junio de 1958 (bah, como si hubieran más 27 de junio de 1958. Lo que hay es 27 de junio de otros años, así que esa generalización está de más). Era el hijo de un matrimonio multiétnico, de padre anglosajón y madre mexicana. Aprendió a tocar la guitarra a los diez años y se mudó a El Monte (Los Ángeles) durante la adolescencia. Años más tarde, ya en los 70, se interesó por el glam rock y el rock progresivo, lo cual contrasta mucho con el típico punkito que odia a muerte a este último género. A mediados de esa década, vio en concierto a Bob Marley, lo que lo volvió fan del reggae y lo inspiró a ir a Jamaica para nutrirse de esa música. También era muy fan de Blondie y de Debbie Harry en particular, hasta el punto de ser presidente del club de fans de la banda en la sede de Los Ángeles. Ya a finales de la década, se vio muy inspirado por el emergente punk, sobre el cual escribía para la revista Slash. Además de esto, dejaba ver su conocimiento del blues, el rockabilly y el ya mencionado reggae en sus escritos, los cuales firmada con el seudónimo «Ranking Jeffrey Lea», con lo cual ya desde su nombre incitaba al público a que lea. Obvio que nadie le dio bola porque esa es una palabra en español y esa gente no tiene ni idea de otro idioma que no sea el inglés. Pero bueno. En esa misma época decidió meterse en la música ya no como un mero escritor de artículos, sino como un intérprete. Fue acá que conoció a Phast Phreddie Patterson, quien lo introdujo en la música de raíces, además de interesarse por la movida No Wave de Nueva York. Siendo Lee el melómano que era, empezaba a sentirse desilusionado por la chatura y lo estricto que se estaba volviendo el punk, por lo que decidió revitalizarlo fusionándolo con otros estilos.

A partir de acá, convenció a su amigo Brian Tristan (más conocido como Kid Congo Powers) de tocar la guitarra y desarrollar un estilo propio, tras lo cual lo invitó a formar parte de lo que sería el germen de la banda que nos compete: Creeping Ritual. También tuvo la oportunidad de hacerse amigo de su amada Debbie Harry, quien hasta le pasó una receta para teñirse el pelo del mismo rubio que ella. Con el tiempo, a Creeping Ritual se sumaron el baterista Terry Graham y el guitarrista Rob Ritter y se transformaron en los ya conocidos The Gun Club, nombre sugerido por el compañero de habitación de Pierce, que era Keith Morris (de Black Flag y Circle Jerks). Y de ahí, corte que grabaron las canciones de este disco, corte que Chris D. (de The Flesh Eaters) les produjo cinco de los temas, corte que Tito Larriva (de Tito & Tarántula) les produjo los otros seis, corte que el disco salió en agosto de 1981, corte que el disco fue un éxito y muy influyente…

CORTE QUE TE PONGO (Capusotto as Juan Estrasnoy did it).

Bueno, ¿qué podemos decir de esta obra que es otra de mis favoritas? Pues que es un tremendo disco punk. Punktanoso, impunktante y sin punkralelos en ese momento, ya que todo lo que se punkrece salió después y fue directamente inspirado por esta obra. No por nada este disco es considerado el inicio del género llamado punk blues. Me animo a decir que este disco captura mejor la esencia del azules que muchos discos de Led Zeppelin y de Cream. Jeffrey parece la reencarnación directa de Robert Johnson y se corona como un pilar de la guitarra en un género tan limitado. Quizás no suena tan profesional ni técnico como el mencionado varios párrafos atrás Johnny Thunders pero, en materia de creatividad, deja incluso a un capo como él a la altura del Robert Johnson pre Encrucijada. Claro que, como digo siempre, ninguna innovación técnica vale si no hay buena música que lo respalde. Afortunadamente, todas las canciones están bárbaras. De la primera a la penúltima. Solamente el cierre, llamado Goodbye Johnny, se queda un poco atrás. No tiene arreglos ni sonidos deslumbrantes, pero zafa porque queda muy adecuado que el título del tema tenga la palabra Goodbye. Ah, y porque el tema sigue siendo bueno y da cierto aire de despedida. Quizás le falta explotar un poco más, o quizás lo más adecuado sea que no sea del todo explosiva y se contenga un poco. Cada quién puede tomarlo o dejarlo. Yo lo tomo. Con reservas, pero lo tomo.

Los otros diez temas son un rosario absoluto de clásicos del género. La apertura, Sex Beat, va creciendo como la serpiente del Snake cuando come una bolita y atacando sin piedad como Solid Snake de Metal Gear cuando tiene que cumplir una misión y no hay lugar para ser sigiloso. Desde el guitarreo punzante y marcado del inicio, pasando por los versos bañados en veneno hasta el estribillo rockabilly, no hace más que hacernos brotar adrenalina por los poros. Yo conocía este tema porque apareció en el juego de Scarface que salió en 2006, el cual jugaba con amigos entre 2010 y 2012, pero en ese momento no conocía a la banda, así que no pude presumir cultura musical. Una lástima. También tenemos dos versiones de viejos bluesmen conformando lo que TV Tropes llama «bookends». Es decir, cuando dos escenas encajan perfectamente. Es así que estos covers hacen de anteúltimo y posprimer tema. Preaching the Blues es del ya mencionado Robert Johnson, y acá suena como una canción de rodeo. Entre el ritmo galopante, el riff de guitarra y la entonación vaquerizada de Pierce, la canción es un caballo furioso que se resiste a ser domado, y ese cierre súbito definitivamente nos tira de la silla de montar. Esta canción es una fiera. En contraste, Cool Drink of Water (de Tommy Johnson) es más tranquila, pero no por eso menos tensa ni menos excelente. Ese guitarreo seco como desierto (muy acorde a la letra) y el bajo marcando un ritmo típico del blues son una de las mejores representaciones musicales de lo que es estar sediento. El tema explota en solos cada tanto, pero nunca termina de saciar, lo cual está bien porque es lo que busca representar. Al final, todo se apaga como cadáver que terminó de descomponerse al sol. Otra gran muestra del conocimiento del lenguaje blues que manejan estos muchachos.

Nos quedan siete temazos por describir. For the Love of Ivy es una dedicatoria a Poison Ivy, cofundadora de The Cramps. La guitarra suena totalmente electrizante, como si en vez de cuerdas tuviera cables de alta tensión. Esto es muy oportuno, ya que Poison Ivy es también el nombre de un personaje de Batman, y hubo un capítulo de la serie animada de Batman en el que esta y Harley Quinn se juntaron con la enemiga de Superman conocida como Livewire. La palabra livewire significa literalmente «cable de alta tensión», así que ahí hay una coincidencia que no alcanzamos a ver. Volviendo al tema, amo cómo Jeffrey se desgañita gritando y gimiendo y gruñendo. Cuando parece que el tema va a terminar en silencio, grita «I was all dressed up like Elvis from hell, HELL», los instrumentos revientan en potencia por un par de segundos y, ahora sí, cierra. Promise me me recuerda un poco al disco «Up on the Sun» de Meat Puppets. Es totalmente hipnótica en su combinación de violines, arpegios crecientes y la voz casi susurrada y casi delicada de Jeffrey. Ghost on the Highway tiene un riff muy parecido al que aparece al cuarto minuto de Great King Rat de Queen, pero mucho más violento y acelerado, como si un auto estuviera escapando del fantasma de la carretera que menciona el título, con esos slides filosos que bien podrían ser ruidos de almas en pena. Black Train tiene un ritmo de batería insaciable e imparable que parece la marcha de un tren, y esos arreglos de guitarra a los que la voz remata con agudos rasposos completan la imagen. Y ya que estamos con simbolismos para hablar de la música, She’s Like Heroin to me es heroína corriendo por las venas, lisa y llanamente. En este caso no me esforcé mucho en trazar un paralelismo, pero es lo que busca la canción, así que no voy a mentirles y decir que representa otra cosa. Lo que sí voy a decirles es que su estribillo se clava con la fuerza de una aguja y que el frenesí que corre en sus dos minutos con cuarenta segundos no deja indiferente a nadie. Dejándonos de metáforas, Jack on Fire es lo que los españoles llamarían «chulería pura». Es imposible que el riff mastodónico y el carisma vocal no te tengan pegado al reproductor de música como un idiota incapaz de masticar chicle y cruzar la calle al mismo tiempo, sobre todo en esos ruidos gloriosos de guitarra que van apareciendo sobre el final. Por último, Fire Spirit quizás tarda un poco en agarrar ritmo pero, una vez que lo hace, agarrate Catalina que Claude le pega un bazucazo al helicóptero en el que intentás escapar en la última misión de GTA 3. Ese estilo entre punk y rockabilly la rompe completamente. Todos temazos, ¿qué más puedo decir?

Y… que este es un discazo, pero la verdad es que con esto no digo nada que no haya dicho ya. Y bueno, no hay otra forma de definirlo. Es uno de los mejores discos punk de la historia. Con un estilo diferente a todo lo conocido y cargado de temazos. Aun así, tan buena como es esta obra, considero que su mejor momento todavía estaba por venir. Su segundo disco quizás no cambiaría mucho de estilo, pero perfeccionaría aun más lo que se escucha acá. Aunque ya vamos a hablar de aquél. De momento quedémonos con esta maravilla de disco debut y con su innovación indiscutible. Otro infaltable en cualquier colección.

miércoles, 12 de julio de 2023

Pablo el enterrador - Threephonic


Nota: 10
Mejor tema: Difícil elegir, pero supongo que Entre el bien y el mal o Páginas de cristal.
Peor tema: Los cielos de Irak.

1)      La marcha del regreso
2)      Pasión
3)      Caída libre
4)      Entre el bien y el mal
5)      Páginas de cristal
6)      Encontraré un lugar
7)      Los cielos de Irak
8)      Solo y desafinado
9)      Clave de sol


Bien, gente. Última reseña de este grupo, ya que este es su último disco. Después de esto voy a ver si vuelvo a hibernar por un largo tiempo más y si sigo jugando al Stardew Valley, que es un juegazo pero que no tiene fin, por lo que solo termina cuando uno decida dejar de jugarlo. Hasta que llegue este momento, me tienen aquí nuevamente, en forma de reseñas. Como Alf.

Con respecto a la biografía de este disco, tengo que remontarme unos años antes de su gestación para hablar de cómo surgió. El grupo había presentado su segundo disco en Rosario, con Rubén Goldín de invitado (recordemos que, aunque importante para la creación del grupo, lo había abandonado antes de que se pusieran a grabar). La presentación fue tan exitosa que el propio Goldín los invitó a tocar en Buenos Aires en el pub «La casona del conde de Palermo». Dicho recital se dio el 19 de junio de 1998 con Rubén de invitado y representó el primer concierto del grupo en la provincia. Tras este, Omar López deja el grupo por motivos de trabajo y la banda siguió como un trío, adaptándose a las dificultades de tocar en ese formato canciones concebidas originalmente para cuatro instrumentistas. El segundo y último recital que dieron allí fue en la ciudad de Hurlingham, en un festival organizado por la periodista Norma Vicedo. Este recital fue el 1 de septiembre de 2001. Fue después de este evento que la banda se puso a trabajar en material nuevo, para el cual compusieron catorce temas. Las grabaciones habían empezado bien ya que había intercambio con el estudio de grabación (en el sentido de compartir la edición a cambio de horas libres de grabación), además de que no había presiones de ningún tipo. Todo esto durante el año 2004. Además de esto, al año siguiente vencería el contrato que tenían con PRW respecto a la edición de su debut, lo cual haría que este fuera reeditado por el sello Viajero inmóvil Records. Para desgracia de todos, el 3 de septiembre de 2005 fallecería el Turco Antún por una enfermedad prolongada. Diez de esos catorce temas habían quedado ya bien armados, y Blanc en una entrevista declaró que el disco se iba a llamar «Threephonic», y que habían elegido ese nombre porque, en palabras de él, habían quedado tres haciendo rock sinfónico (y yo que pensaba que se llamaba así por ser su tercer trabajo. Mi sorpresa fue casi tan grande como cuando me enteré de que la Edad oscura no se llama así por las atrocidades que eran la norma en este período, sino por lo poco que sabemos de esa época). Además, planeaban presentarlo tanto en Rosario como en Buenos Aires. Aparte de la muerte del Turco, otros motivos que desconozco dejaron al disco en un parate de más de una década, hasta que fue finalmente lanzado a la venta en 2016. Y gracias al cielo.

En cuanto al trabajo, mi opinión sobre él ya podrán imaginarla por la nota que le puse. Otro diez más. Parece mucho ponerle la máxima nota a cada trabajo que haya lanzado la banda. Esto puede parecer pecar de un fanatismo inconcebible, y probablemente lo sea, así que voy a empezar hablando de sus defectos para balancear un poco las cosas, tal y como Thanos querría. Bah, no los llamaría defectos en el sentido más literal de la palabra, pero sí que me hacen un poco de ruido en el contexto de que es esta banda y no otra. El primero es el estilo. Hasta el momento, Pablo el enterrador se había caracterizado por mezclar motivos latinoamericanos con la tradición inglesa del progresivo. Sin embargo, acá se pierde bastante ese toque distintivo para ser un rock progresivo más al uso. Independientemente de la calidad de estas canciones, uno no escucha el disco y dice «esto es Pablo el enterrador, sin duda alguna», y es una lástima realmente. Me hace imaginarme cómo hubiera sido un tercer disco que profundizara en lo que llegó a significar la propuesta de la banda en algún momento. El segundo «defecto» está en la calidad individual de las canciones. Todas son de un alto nivel, pero no encuentro algo a la altura de El carrusel de la vieja idiotez, Elefantes de papel, Nariguetas o Emigrante tomadas una por una. Está bien que un grupo no puede revolucionar la música toda su vida (salvo que sea los Beatles), pero los Pablos habían dejado la vara muy alta en ese sentido. Insisto, no sé si sea una falla o si simplemente estoy esperando lo imposible, pero ninguna de estas canciones entraría en mi top 10 de la banda.

Ahora, y lo recalco una vez más, este disco tiene un diez, y un diez no es una nota fácil de obtener siquiera de parte de un tipo tan generoso y laxo con las puntuaciones como lo soy yo, así que algo tiene que tener de bueno. Bien, se los digo rápido y simple. Si algo me gusta de este disco es que el grupo está simple y sencillamente ENCENDIDO. A lo largo de estos nueve temas, independientemente de si el sonido es más genérico, independientemente de si no hay un clásico eterno, se despliega pura maestría compositiva, interpretaciones impecables y una parejez digna de lo que uno vería al mirar al horizonte. No, este disco no me conmueve tanto como los siete primeros temas de «2», pero a la vez resulta ser más sólido de principio a fin, hasta el punto en el que incluso su tema menos estelar está varios peldaños más arriba de los temas menos interesantes de su anterior placa. Un retroceso con avances, lo llamo.

Pasando a los temas, hay dos que datan de la primera época de la banda, y casualmente son los dos instrumentales. La marcha del regreso y Caída libre. El primero es muy adecuado para abrir el disco. No solo por su título (toda una declaración de intenciones), sino por su arreglo cuasi gótico de teclados, que me recuerda a Tocata y fuga en Re menor de Bach y parece estar diciendo textualmente «¿nos extrañaste? Genial, porque acá estamos de vuelta». A medida que avanza va alternando a cada rato entre lo más antémico y lo más oscuro, para gran efecto. Tiene alguna que otra variación, pero en general se construye desde las repeticiones, y funciona muy bien. El otro instrumental también hace honor a su nombre, ya que la música parecería estar cayendo desde el cielo sin paracaídas. Es bastante más rockera y no sé si seré yo, pero le siento un aire a The Straightener, que era la segunda parte de Wheels of Confusion de Black Sabbath, aunque tiene suficientes elementos distintivos para que no se sienta una mera copia. Y ya que mencionamos a Black Sabbath, la guitarra de Pasión parecería querer imitar el tritono aplastante de Tony Iommi, aunque de manera algo más light, aparte de que su melodía vocal (y la forma de cantarla) resultan frías y lejanas. Muy acordes a la letra. No puedo dejar de mencionar los últimos dos minutos y medio de la canción, en los que se mandan un solo de guitarra a la altura de los mejores. Es bueno que el paso del tiempo no haya hecho que el grupo aflojara su capacidad de composición e interpretación.

Dos canciones que no puedo mencionar si no son juntas son Entre el bien y el mal y Páginas de cristal. Ya van a entender por qué. La primera es, con siete minutos y medio, la más larga del disco. Tiene una percusión programada que me recuerda mucho a Mama de Genesis y un desarrollo también reminiscente a este tema, aunque no se sienta tan cargado y caliente. José Blanc suena más vulnerable que nunca, con las guitarras y los teclados haciendo un infernal telón de fondo. No puedo evitar sentirme desprotegido cuando llega el estribillo. Un consejo, si escuchan este tema en un espacio abierto, asegúrense de mirar hacia atrás a cada rato para confirmar que nada ni nadie los esté acechando. Temazo. Si esta canción me hace acordar a Mama, el riff de teclado eléctrico de Páginas de cristal me recuerda a That’s All del mismo disco. Casualmente, y al igual que pasaba con Mama y That’s All, tanto Entre el bien y el mal como este vienen uno seguido del otro. ¿Ahora entienden por qué tenía que mencionarlos juntos? Volviendo a la presente canción, mantiene el halo de oscuridad que viene siendo la norma en este álbum. Sí, es un poco más movida, pero sigue inundando mi mente de tinieblas. El final es más rockero aunque sin perder el regusto sinfónico. También es tremenda.

El primer rayo de luz en toda la obra lo encontramos en Encontraré un lugar, que es mucho más optimista gracias a los altivos acordes de guitarra que se van a repetir constantemente a lo largo de la canción, los tonos mayores en la voz y ese intermedio «Lucharé, lucharé» que le da paso a lo que parece ser un minisolo de bajo electrónico (¿existe tal cosa?) para luego desembocar en aquello a lo que sonaría el rock progresivo con valores de producción ochentosos. Suena mal en el papel, pero el grupo tiene talento de sobra para que no resulte en un bochorno, sino en un glorioso clímax que desgraciadamente cierra con el tan quemado fade out. Aunque bueno, si le van a hacer un homenaje a los ochentas, ¿por qué no repetir también sus falencias? Sigue siendo una gran canción. Entre la oscuridad y la luz se mueve el tema Los cielos de Irak. Su inicio es raro, ya que resulta hasta bailable y… ¿pachanguero? No sé si sea la palabra, pero es a lo que me remite. Lo que sigue no es totalmente oscuro, pero sí que sugiere oscuridad por el dramatismo que evoca. Sobre el final se vuelve algo más esperanzadora, como una luz al final del túnel. No es de mis temas favoritos de la banda ya que no me mueve al 100%, pero igualmente creo que suma más de lo que resta y, como ya dije, es mejor que los temas más flojos de su anterior placa, así que está todo bien.

Las dos últimas canciones son las más cortas del disco, y representan los dos extremos de este. El Yin y el Yang. Faltaría el Yo. ¿Se acuerdan? ¿Yin Yang Yo? ¿A alguien le suena alguna campana? Lo dudo, pero bue. Solo y desafinado sería el costado más oscuro, aunque en sí no sea totalmente desoladora. El trabajo de guitarra es muy bueno y las declamaciones de Blanc, aunque no muy amenazantes, resultan convincentes. Me gusta mucho, por más que sea algo repetitiva y que no resulte especialmente sinfónica. Por último, Clave de sol es el himno a la esperanza de este disco, y por afano. Instrumentalmente es de lo más optimista y su mensaje es precioso. Me gusta especialmente la última línea de la canción (y del álbum y de la banda): «No, no parece real, que entre tanto dolor se abre camino la vida». No llega al nivel de «And in the end, the love you take is equal to the love you make», pero es un muy bonito testamento de todas formas. El tema cierra con un solo de guitarra acompañado de una flauta, todo en fade out. Podrían haber obviado este recurso en el último tema de su último disco, pero tampoco me voy a quejar mucho.

Como conclusión, este disco es tremendo. Como dije en la reseña del debut, aquél podría ser el mejor disco progresivo de los 80. Como no dije pero sí sugerí en la reseña del segundo álbum, ese podría ser el mejor disco progresivo de los 90. En este caso, no me animaría a decir que este es el mejor disco progresivo de la década del 2010, más considerando que el siglo XXI en general es una época en la que hay exponentes de estilos de todo tipo, también de música progresiva, por lo que sería muy aventurado darle tal galardón. Sin embargo, si alguien más experimentado que yo me dice que es el mejor álbum de su tipo dentro de ese período, no me sorprendería. Es que es espectacular. Originalmente quería ponerle un nueve para no parecer tan fanático del grupo y porque me movía la mentalidad de que ninguna banda/artista consagrado del siglo pasado puede sacar un disco de diez puntos décadas más tarde (máxima que también tentó al reviewer Don Ignacio a no darle la nota más alta a «Heathen» de David Bowie, como bien explicó en su reseña al mismo). Sin embargo, y al igual que hizo el mencionado Don Ignacio, prefiero ignorar las reglas no escritas y darle la más alta calificación. ¿Merece objetivamente el diez este trabajo? No lo sé. Quizás no. Pero, en lo personal, me transmitió la energía, entusiasmo y buen gusto de cualquier otro disco con esa calificación, así que voy a escuchar a mi corazón y ponerle la nota que siento que quiero ponerle. Mi más sincera recomendación.

Y así termina la que considero, quizás, la mejor trilogía de discos en la historia del rock argentino (y no, Pescado Rabioso no cuenta ya que solo sacó dos discos de estudio. El tercero, «Artaud», es un disco solista de Spinetta con el nombre del grupo encastrado en la portada por meros motivos contractuales). Voy a hacer algo que casi nunca hago, que es ponerme sentimental unironically y agradecer personalmente a los miembros de la banda. Gracias, Pablo el enterrador. Gracias por darle importancia a cada nota que tocan. Gracias por darle más valor a la calidad que a la cantidad. Gracias por honrar el arte de hacer música. Gracias por elevar la música rosarina hasta las estrellas. También quiero agradecerle a alguien que muy probablemente no les suene en lo más mínimo: a Peperina, la ayudante de la banda y mediadora entre el grupo y los fans. Esta mujer es un amor de persona y recibió con mucho entusiasmo las palabras de admiración que le envié al grupo, además de que hace un gran trabajo atendiendo las palabras de los fans, así que la considero tan importante como los músicos. Gracias totales. Nos vemos este viernes (nuevamente, si es que se lee esto antes de esa fecha. Considerando que escribo esto y que lo estoy publicando apenas un par de días antes del recital, va a quedar viejo muy rápidamente. Pero está hecho con cariño, así que se perdona).