Mejor tema: Mother of Earth.
1) Carry Home
2) Like Calling Up Thunder
3) Brother and Sister
4) Run Through the Jungle
5) A Devil in the Woods
6) Texas Serenade
7) Watermelon Man
8) Bad Indian
9) John Hardy
10) The Fire of Love
11) Sleeping in Blood City12) Mother of Earth
Sí, gente. Sé perfectamente lo
que están pensando. Ya estoy poniendo demasiados dieces en esta página, e
incluso con signo más, lo que significaría que estos discos son más que perfectos.
O sea, ¿quién quiere leer una página de críticas donde cada tema está en rojo
(lo que significa que es un clásico) y donde cada disco tiene la nota más alta
posible? En cierta forma, extraño la época en la que podía ser más exigente e
imparcial, pero desde 2020 (con el inicio de la pandemia) me volví mucho más
laxo y me empezó a encantar todo. Sin embargo, creo en mi capacidad de seguir
escribiendo críticas certeras e interesantes de leer, y lo importante es que se
lleven auténticas joyas para escuchar. Joyas como este segundo disco de The Gun
Club.
La banda firmó en abril de 1982
con Chris Stein de Blondie para grabar en Animal Records, lo cual vendría a ser
algo así como «el sueño del pibe», ya que Jeffrey Lee Pierce era full fanático
de Blondie, e incluso la propia Debbie Harry hizo coros en un par de temas
(entre esto y el hecho de que ella le pasara una fórmula para tener su mismo
rubio en el pelo, Jeffrey debía ser el tipo más feliz del mundo. O no, porque
si no, no hubiera estado metido en las drogas y el alcohol. Quién sabe). Eso
sí, con el seudónimo D.H. Laurence Jr. Esto hizo que la banda se asentara por
un tiempo en Nueva York para grabar esta segunda placa, y también fue Stein
quien se los produjo. Completito todo. La formación de este álbum es la misma
que la del debut: Jeffrey Lee Pierce en la guitarra y la voz, Ward Dotson en la
segunda guitarra, Rob Ritter en el bajo y Terry Graham en la batería, aunque
Ritter no aparece en la foto de la portada ya que para ese momento había dejado
el grupo, no sin antes enseñarle sus partes a la futura bajista del grupo:
Patricia Morrison. Y me refiero a las partes de bajo, malpensados. De bajo en
tanto instrumento musical, no en tanto biología, malpensados. El disco fue muy
bien recibido por la crítica, hasta el punto en el que la revista New Musical
Express (NME) lo puso entre los cincuenta mejores de 1982. Y con justa razón.
Este disco no se aleja tanto de «Fire
of Love» estilísticamente hablando. A lo sumo es un poco más maduro y con momentos
de más calma y menos visceralidad que aquél, pero en sí no siento que cambie tanto.
Tampoco es como «Master of Puppets» de Metallica, que copiaba al pie de la
letra la estructura de «Ride the Lightning», pero hay muy pocos cambios de forma.
Lo que sí mejora levemente (que tampoco es que pudiera mejorarse un montón) es
la consistencia y el nivel de las canciones. Mientras que en el debut terminaba
de forma no tan estelar con Goodbye
Johnny, acá el nivel no baja nunca. Son todos temazos de principio a fin,
sin el más mínimo bache. También destaco que los dos covers que hay acá son muy
probablemente los dos mejores que hizo jamás la banda, y que de paso el tema
final es directamente mi tema favorito en la historia del grupo. No creo que
nadie en su momento fuera tan puntilloso de decir «Sí, Fire of Love es una
joya, ¿pero que no pueden hacerlo mejor? ¿Es que tienen miedo?», pero la banda supo
leer el ambiente para superarse en donde pudieran superarse y mantener al mismo
nivel lo que pudieran mantener. Bah, no se puede decir tampoco que supieran
leer el ambiente porque en ese caso habrían hecho algo más apto para vender al
gran público, pero en cambio prefirieron pasar a la eternidad por haber grabado
el que quizás sea el mejor disco punk de la historia y de paso coronarse como
la mejor banda punk de la historia. Poca cosa, ¿eh?
Pasando a los temas, Carry Home empieza como un tema típico
del género, pero sin perder el gancho en su construcción, hasta que en el
estribillo se vuelve más tranquilo para después volver a explotar, conformando
esa dinámica «fuerte-suave-fuerte» que definitivamente enamoró e inspiró a los
Pixies y posteriormente a Nirvana. Tampoco podemos olvidar esos increíbles
arreglos de slide y arpegios country que le dan el sello distintivo. Like Calling Up Thunder es menos
tormentosa y abrasiva, pero sigue rockeando de lo lindo con sus guitarras punk
blueseras y un estribillo bien gritón y pegadizo, además de otro solo tipo
country que lleva la marca de The Gun Club. Seguimos con Brother and Sister, que parece más un tema de power pop pasado por
el filtro del punk (que tampoco es que esos géneros estén tan lejos entre sí.
Otro día explico). Es totalmente pegadiza, y Rob Ritter gatilla el trasfondo
ideal con su bajo. Después de eso llegamos al primer cover del disco: Run Through The Jungle, original de Creedence
Clearwater Revival. Me encanta el tema original, pero esta versión la hace
pelota al duplicar o triplicar la oscuridad y sensación de amenaza. Jeffrey
suena más tranquilo durante los versos, pero irónicamente logra un efecto mucho
más desesperado y aplastante que John Fogerty, aunque en el estribillo sí se
grita la vida, y el tratamiento más filoso de la guitarra es simplemente
perfecto e ideal. Como curiosidad, Jeffrey contó en su biografía que no
entendía bien lo que cantaba Fogerty, así que reescribió los dos primeros
versos, mientras que el tercero está sacado del tema M. & O. Blues de Willie Brown. O sea, una reinvención total le
hizo, y gracias a Dios, ya que esta es mi versión favorita que haya hecho la
banda y una de mis versiones favoritas en general. Una auténtica obra maestra y
quizás el segundo mejor tema del disco.
A Devil in the Woods empieza con la mejor labor de bajo en todo el
disco, al que se le suma la batería unos segundos después y en conjunto logran
dar una sensación «aérea», como una lluvia de artillería. Mientras tanto,
Pierce se deja la garganta al estilo del mejor Black Francis y al minuto dos
tenemos un nuevo arreglo de guitarras con un efecto entre sitar y música
country que es único. No escuché nada parecido en ningún lado, y todos estos
elementos conforman otra montaña de canción. Texas Serenade empieza con un nuevo riff filoso, pero los arreglos
vaquerizados no tardan en aparecer para empapar de personalidad a la canción.
La melodía vocal puede no ser tan atrapante esta vez, pero la convicción con la
que está cantada lo compensa por mucho, y el estribillo es fantástico. Se
siente como un eclipse, si entienden a lo que me refiero. Tampoco puedo dejar pasar
el torbellino vocal de la coda. El tema no tiene mucha variación y encima es el
más largo del disco (cuatro minutos con cuarenta segundos, así que tampoco es
que sea tan largo), pero logra pasarse en un suspiro y mantenerse siempre
interesante. Diría que es mi momento menos favorito de toda la obra, pero
tampoco es un gran problema porque quedó claro que no hay un solo punto flojo
acá. Quedó claro, ¿no? Y seguimos con el tema más bizarro de todos: Watermelon Man, cuyo nombre siempre me
hace pensar en el Melon Lord de la serie del Avatar Aang. Para quienes no lo
sepan, este es un apodo que le pusieron los fans al personaje Toph Beifong por
su gusto por las sandías. Encima Toph siempre viste de verde, y la tapa de este
disco es verde. ¿Coincidencia? No lo creo. Pero bueno, que paso a explicarles
por qué me refiero a este tema como bizarro. Lo es porque representa una
combinación de ritmos tribales, violines country, feedback constante por parte
de la guitarra, una letra repetitiva y un estribillo prácticamente ritual.
Debería ser un desastre, pero no solo no lo es, sino que forma un paisaje
sonoro absolutamente fascinante y tóxicamente adictivo. Puede ser complicado de
digerir al principio, pero tiene algo que hace que con las sucesivas escuchas
se te quede enroscado en la cabeza y no tengas forma de sacarlo. Por cierto,
este es uno de los temas en los que participa Debbie Harry haciendo segundas
voces. En lo que resulta un contraste muy alto en lo musical pero muy bajo en
lo espiritual, Bad Indian tiene un
riff que directamente saca chispas de lo filoso que suena. Es un milagro que no
se cortaran todos los dedos tocándolo. Lo que más llega a distinguirse de la
batería es el platilleo, pero no por eso los tambores desaparecen ni dejan de
aportar lo suyo. En el medio tenemos una breve pausa comandada por el bajo para
volver inmediatamente al galope puro tras el grito de «¡Do your war dance!» y
no parar hasta el final. Menos mal que dura dos minutos y medio nada más,
porque es adrenalina sin concesiones.
John Hardy ya no suena tanto a punk mezclado con country, sino a
country tocado a lo punk. Tiene una cadencia musical y vocal que parecería que
la estaban grabando mientras galopaban, y los solos aumentan esa sensación
vaquera. De acá también se podría decir que salieron los Meat Puppets. Como sea,
es otro tema de colección. A continuación tenemos el otro cover, en este caso
de Jody Reynolds: The Fire of Love.
Es curioso que no apareciera en el disco al que le da nombre. Algo parecido con
lo que pasaba con los temas Houses of the
Holy de Led Zeppelin y Waiting for
the Sun de los Doors. Ya que menciono a los Doors, las primeras cuatro
notas del presente tema me hacen pensar en el inicio de People Are Strange, pero en realidad lo que se viene es un machaque
lento y mastodóntico de guitarras, mientras que nuestro querido Jeffrey suena
lo más sucio y desesperado posible por encima de la música, especialmente
durante el estribillo. Al principio no me gustaba mucho esta canción, hasta que
dejé que me pase por encima y ahora la dejo aplastarme cuando él quiera. Se los
recomiendo un montón. Sleeping in Blood
City es todo lo contrario, ya que es mucho más espídica y a los palos,
aunque sigue siendo igual de aplastante. Si tuviera que decir qué me transmite
exactamente, diría que me da la sensación que debe sentir un heroinómano
después de haberse inyectado a lo loco, y logra transmitirlo incluso mejor que She’s Like Heroin to Me. Este tema
podría actuar de excelente reemplazo a dicha droga, al menos durante los tres
minutos y medio que dura. Se los dejo de tarea, Narcóticos Anónimos. Y ahora
sí, ¿qué mejor forma de cerrar el mejor disco de una banda con la mejor canción
de toda su carrera? Billy Idol se inspiró en Mother of Earth para componer su famosa White Wedding (esto fue lo que supuestamente le dijo a Jeffrey tras
encontrarse con él en un bar de Los Ángeles), pero no importa cuánto me guste
ese tema, la canción de The Gun Club la mastica y escupe bien lejos. Lo más
irónico es que de punk no tiene nada, sino que es una balada country. ¿Qué más
da? Debe ser el tema country más perfecto que se haya escrito en toda la historia.
La melodía de guitarra es perfecta, la voz es perfecta (acá Pierce canta con un
tono más grave y centrado en vez de sus agudos desquiciados tan típicos), el
ritmo es perfecto, la conjunción de todos los instrumentos es perfecta. ¿Qué
más se puede decir? Simplemente es uno de mis temas favoritos de toda la vida.
Me enganchó desde la primera vez que la escuché y cada vez que la vuelvo a
escuchar me gusta más y más. Uno de los mejores cierres de disco de la
historia.
Y si borran las palabras «cierres de» y pasan la palabra «disco» al plural, también aplica. Es una obra maestra absoluta, y quizás mi álbum favorito del género que todo el mundo le atribuye su invención a los Ramones aunque ellos no fueran los verdaderos padres de la movida. No solo es genial como conjunto, sino que cualquiera de sus temas individualmente podría entrar en un compilado de grandes canciones punk y ser de lo más destacado ahí. Aunque no se trata de los mismos tres acordes al palo todo el tiempo, sino que hay un nivel de sofisticación y manejo de los tiempos que muy pocos grupos similares podrían igualar. No es un disco revolucionario ya que la novedad era «Fire of Love», mientras que «Miami» es solo la perfección de la fórmula, pero qué perfección. Qué perfección, carajo. Y lo mejor es que la banda después nos regalaría un par de obras maestras más con «The Las Vegas Story» y «Mother Juno», lo que conformaría la mejor seguidilla de discos que haya grabado una banda punk, pero eso es historia para más adelante. Hasta entonces, disfruten de esta obra, que muy probablemente fuera la favorita de Ricardo Fort y sin dudas es el mejor disco de tapa verde en toda la historia. Perdón, «Artaud».