lunes, 9 de septiembre de 2024

Pescadas - Pescadas


Nota: 10+
Mejor tema: Imposible.
Peor tema: Si ya elegir un mejor tema es imposible, imagínense lo que será elegir el peor.

1)      Canto de advertencia I
2)      Canto de advertencia II
3)      La tempestad
4)      Ensueño
5)      Sirenas
6)      El soldado
7)      El sol
8)      Índu
9)      Let’s Be
10)    Expedición al espacio
11)    Pájaros
12)    Canoa india
13)    El aviador
14)    Demencia capilar
15)    Rapsodia dislocada


Todos tenemos nuestras opiniones polémicas musicalmente hablando. Hay quienes dicen que los Beach Boys son más grandes que los Beatles, otros dicen que Charly García era un mero importador de ideas ajenas, otros dicen que Callejeros y La Beriso son distinguibles… así podría seguir. Hoy voy a traerles una opinión, más que polémica, demencial. Digna de que me encierren en el penal de Ezeiza (ni siquiera en el Borda), rompan la llave y escondan con custodia las diferentes partes en los lugares más recónditos del mundo. Dicha opinión es que Pescadas, un grupo surgido en el siglo XXI que solo llegó a grabar dos discos y del que no hay casi nada de información en internet, es una de las tres o cuatro mejores bandas de todo el rock argentino y que su fundadora debería estar contemplada entre los genios de nuestra música. No, gente, esto no es bait. Estoy siendo absoputísimamente sincero. Solo tengo elogios para este grupo, y voy a desarrollar esto a continuación.

Como dije antes, no encontré mucha información de la banda en internet, hasta el punto en el que tuve que ir a su canal de Youtube, abrir el video del debut y sacarle captura a la portada del mismo para tener una imagen aceptable que presentar. Y para tener información sobre esta grupa, me comuniqué con la fundadora: Vanesa «Van Shake» Jiménez. Ella me contó algo de la historia de este conjunto. Además de ella, en este disco tocan Luciano «Jinete descabezado» Villalonga en la guitarra, las voces y los efectos e Irene «Condesa Arin» Villalonga (hermana de Luciano) en la batería. Sí, gente. Este trío con apodos que bien podrían ser de personajes de Marvel o DC Comics hicieron el mejor rock que escuché en mucho tiempo. En cuanto a la historia, la banda surge de la unión de dos personas: la mencionada Vanesa y una tal Claudia cuyo apellido no pregunté por olvidadizo. Allá en los 90, Vanesa había ido a un festival de punk y había conocido a una banda llamada Expulsados (de la cual no se declara fan pero sí que le había ayudado a encontrar un grupo de pertenencia relacionado con el rock) además de a la tal Claudia, quien le contó que estaban formando una banda que ya tenía una cantante (ella misma) y una baterista llamada Irene Villalonga. Se pasaron los teléfonos y quedaron en contacto. Este fue el germen de Pescadas, que en ese entonces se llamaba Feromonas y hacían rock psicodélico (una mezcla entre Pink Floyd y Deep Purple según me contó).

A Jiménez la invitaron a tocar en Ezeiza, que es donde vivía Irene. En esa casa tenía un órgano Farfisa modelo hogareño (tipo mueble), lo que representó su primer contacto con un instrumento más antiguo. Probaron también con agregar guitarras, para lo que se sumó el hermano de Irene. Fueron un cuarteto por un tiempo hasta que Claudia se bajó y quedó reducido a trío, además de ya no tener nombre la agrupación. Tiempo después fueron invitados a un recital de una banda llamada Los zorros petardos salvajes, que hacían un estilo surf rock. El trío aceptó porque no tenían más que un pequeño nicho en el que encasillarse, y la fecha fue en Caseros, más específicamente en un centro cultural. Ahí se presentaron finalmente como Pescadas, y eligieron ese nombre por una marca de inodoros. Esa presentación podría considerarse su bautismo, y de a poco fueron ampliando más y más su propuesta escénica mediante la inclusión de bailarines e incluso con los miembros del grupo disfrazándose de pescados en sus conciertos. Todo fue escalando y escalando hasta que tuvieron la oportunidad de grabar su disco, el cual trabajaron durante 2004 pero que se retrasó por la tragedia de Cromañón y finalmente fue lanzado en 2006. Como dato adicional, el disco tardó 29 horas en total en ser terminado. Algo así como cuando los Beatles grabaron su debut en doce horas. Ahora sí, vamos a hablar de este trabajo.

Bueno. Que el disco es una obra maestra es algo que quedó muy claro. Tan claro como los sentimientos del grupo Árbol hacia Osvaldo, personaje de la canción Prejuicios. La pregunta del millón es, ¿por qué considerarlo una obra maestra? Y la respuesta es tan simple como la filosofía de Paulo Coelho: las canciones son individualmente estupendas y conforman un todo aún mejor. Un amigo definió a este disco como «Crucis si fuera punk», y muy alejado de la realidad no está. Bah, siendo sinceros, estas quince canciones son cortas y lineales hasta el punto en el que no se las puede encasillar en el rock progresivo ya que no hay grandes cambios de ritmo ni ningún sentimiento épico, pero yo no soy de esas personas que le dan importancia a qué tan progresivo es un disco por sobre qué tan bueno es. Acá hay apenas una o dos ideas musicales por tema, ¿pero desde cuando eso es algo malo? Digo, todos amamos a AC/DC y a los Ramones y ellos basaron toda su carrera en una o dos ideas. Al menos Pescadas prueba cosas diferentes en cada canción y nunca se sienten repetitivos. Eso solo los genios lo logran, y Vanesa Van Shake y compañía definitivamente lo son. Vamos a las canciones.

El álbum empieza con el golpe doble de Canto de advertencia, que tiene dos partes. La primera (una de las dos canciones compuestas solo por Vanesa) tiene pocos decibeles, pero respira tensión gracias a esos arreglitos de piano que parecen polvo de estrellas y esas disonancias controladas que parecen la alarma de un laboratorio del cual se escapó un monstruo. Ese monstruo bien podría ser la segunda parte, que está construida sobre un riff metalero al estilo de King Crimson y un solo arabesco de guitarra que saca chispas por la fricción. Mientras tanto, el ritmo machaca y los trallazos de guitarra viajan de un parlante a otro. El efecto es demoledor. La tempestad tiene un ritmo de bajo bien peliculero sobre el cual Vanesa toca más melodías dignas de las mil y una noches, y el Jinete Descabezado nos descabeza con sus solos astrales. El tema termina con ese ruido que hacen las máquinas de los hospitales que miden el ritmo cardíaco de los pacientes, lo cual conecta con la siguiente canción: Ensueño. Ya el nombre lo dice todo. Es el primer tema cantado, y tanto la letra como la melodía y los juegos de voces nos hacen entrar un estado onírico. Se podría decir que hay más relación entre este tema y Canto de advertencia II que entre este último y su primera parte, aunque a su relación hay que vivirla y no explicarla. Pero volviendo al presente, se pone más pesado hasta que todo termina siendo una pesadilla viviente en el último minuto. Aunque bueno, ellos nos advirtieron que eso pasaría cuando cantaron «Algo está por llegar/oscuridad y tinieblas/¡Váyase!». El que avisa no traiciona. El primer tercio del disco termina con Sirenas, que no suena precisamente a sirenas cantando pero es igual de hipnótica. Tiene un riff más surfero y unas atonalidades de teclado inesperadamente adictivas. Estamos bien y vamos para mejor.

El soldado tiene un sonido de teclados muy a lo The Doors (por momentos me recuerda muy convenientemente a The Unknown Soldier de estos) y empieza melódica para después volverse abrasiva, pero siempre con naturalidad y sin forzar la marcha. Le sigue El sol, que es la única canción compuesta en exclusivo por Luciano. Arranca sonando a una mezcla entre sitar y el jangle de grupos como los Byrds o Big Star, pero después viene la voz a cantar una gran melodía con un marcado acento argentino, lo que construye un auténtico mantra argentino. Sí, gente, mucho se habla de mantras hindúes, así que eso implica la existencia de mantras de otras nacionalidades y religiones. Mantra argentino está bien. Índu no engaña a nadie y ahora sí que suena a uno de los de toda la vida. Al principio parece un garabato de sitares, pero después entran el bajo y la batería y toma forma con más excelentes melodías que nos van a sumergir en un trance profundo. Al toque viene Let’s Be, el otro tema escrito por Vanesa en solitario y que arranca muy eclesiástica para después convertirse en un símil White Rabbit (el tema de Jefferson Airplane), pero siempre con la impronta de Pescadas gracias a su solo de teclado que parece sacado de un videojuego viejo de terror. Y debemos entender como «videojuego viejo» a los de los 80 y 90, no a cosas como la PS2, PS3 o la Xbox 360 (que ahora son retro, le pese a quien le pese). El inicio de Expedición al espacio me recuerda un poco a ciertas partes de European Son de la Velvet Underground, pero por suerte esto es música y no ruido. Después se va desarrollando hasta que pasado primer minuto se termina pareciendo a algo que haría Dick Dale si hubiera sucumbido a la psicodelia en su momento. Genial.

Pájaros tiene ese inicio rítmico que por algún motivo me hace pensar en Fantasía 2000 de Disney, más específicamente en la escena de las escobas que limpian. Después de eso va teniendo varios cambios, pasando por arpegios psicodélicos, crescendos cuasi sinfónicos y hasta una sección más tranquila donde escuchamos coros y el canto de los pájaros, como para que no se nos olvide el título del tema. Cerramos con un riffeo musculado de surf rock, lo que termina de redondear el carácter de «minisuite» de esta pieza. Le sigue Canoa india, que está llena de xilofones, cornos y disonancias, pero logra un efecto muy placentero y bien trabajado. Muy bueno. El aviador también empieza desordenada, pero de a poco va tomando color y organizándose al estilo de «La comunidad organizada». Bah, no leí ese libro ni nada de Perón, pero escuché lo suficiente de sus discursos y estudié lo suficiente como para saber para donde va. Como sea, es un temón y me encanta su teclado carnavalesco. Después viene Demencia capilar, que no suena muy capilar pero definitivamente es una demencia. Es un poco parecida a Canoa india pero incluso mejor, sobre todo porque acá la banda desata su locura como no lo hacía en aquella, y los remates suenan al mundo llegando a su fin. Para cerrar tenemos Rapsodia dislocada, que por momentos es hasta mi favorita del disco. Su riff de guitarra alimentado a teclados es impresionante, e incluso la sección cantada a lo Captain Beefheart termina siendo imponente y flashera. Escuchen también los solos de guitarra. ¿Se les ocurre otra forma de cerrar un disco así? A mí no, y prefiero no hacerlo. Mi imaginación podría no estar a la altura de la realidad.

Y bueno, gente. Acá tienen un clásico de clásicos del siglo XXI del tercer milenio. Los que dicen que después de los 90 no hubo nada bueno en materia musical es porque son unos nostálgicos insufribles o porque no investigaron bien. Aunque no los culpo si es el segundo caso, ya que Pescadas es un grupo demasiado under, y no lo digo en el sentido de hacerme el sabelotodo, sino más bien en un sentido objetivo, porque la única verdad es la realidad (y dale con Juan Domingo). Desgraciadamente esta banda solo sacaría un disco más antes de separarse, pero nada se le puede hacer. Es más, ese disco es incluso mejor que este, por imposible que parezca eso. Definitivamente, Pescadas es mi más grande descubrimiento del año junto con Músicos Independientes Asociados y con el hecho de que las actrices Anna Gunn y Ana de Armas tienen el mismo nombre en diferentes idiomas. No se los pierdan.

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