Mejor tema: Don’t Be Afraid.
1) Don’t Look Back
2) The Journey
3) It’s Easy
4) A Man I’ll Never Be
5) Feelin’ Satisfied
6) Party
7) Used to Bad News8) Don’t Be Afraid
Volvemos a terreno radioformulero
con nuestros queridos Boston. Bah, no sé si demasiado queridos por ustedes,
pero sí por mí. Y tampoco es que yo sea el mayor fan, ojo. Pero sí que
considero a su debut, quizás, la cúspide del AOR (Adult Oriented Rock o, en
cristiano, rock para las radios). Supongo que al leer estas palabras y ver la
nota que le puse a este disco, pueden visualizarme mentalmente con cara de
decepción y asumir que esta reseña va a estar infestada de este sentimiento.
Este… sí. ¿Para qué digo que no si sí? Pero tiempo al tiempo, mis queridos
padawans con alto nivel de midiclorianos en sangre y poca conexión con aquello
que las películas originales de Star Wars nos enseñó que realmente se necesita
para ser un jedi. Voy a explicarles con precisión de creador de mundos
ficticios a lo George Lucas lo que pasó entre el debut y este segundo trabajo
los motivos de mi desilusión. Aunque sin las inconsistencias argumentales de
este señor, por supuesto.
A este disco se lo empezó a
componer y a grabar apenas un año después de la salida del debut. Esto es, en
1977. Y fue lanzado al año siguiente al año en el que se lo empezó a componer y
a grabar. Esto es, en 1978. Un 90% del trabajo se hizo en Hideaway Studio, que
era el estudio de Tom Scholz, mientras que la canción A Man I’ll Never Be fue grabada gracias al ingeniero (pero no feto
ingeniero) Dave Butler en Northern Studio. Los temas de difusión fueron Don’t Look Back, A Man I’ll Never Be y Feelin’
Satisfied, y su éxito fue considerable aunque inferior al del debut (el presente
trabajo fue número uno en Estados Unidos y Canadá y número nueve en Reino
Unido). Vendió más de un millón de copias en poco más de diez días y tuvo siete
certificaciones al platino en Estados Unidos el 11 de abril de 1996. Se puede
decir que, incluso sin contar esto último que pasó casi veinte años después de
su salida, al disco le fue muy bien y confirmaba a Boston como la banda del
momento en los 70. Sin embargo, Scholz cortó relaciones con Epic después de su
lanzamiento ya que se quejaba de que la disquera los apuró para sacar el
trabajo, y él no se sentía conforme todavía con el resultado, pues así de
perfeccionista era. Pero ya vamos a volver a esto. Vamos al disco en sí.
Bueno, ¿qué es lo que me molesta
del disco? Varias cosas. Veamos. Lo primero es que el disco no evoluciona EN LO
MÁS MÍNIMO con respecto al debut. Es la misma fórmula sin un solo intento de
avance artístico. Está bien que no hay que arreglar lo que no está roto pero,
para un tipo tan obsesivo de los resultados como lo es Tom Scholz, uno esperaría
algún riesgo o cambio. Aunque bueno, supongo que puedo perdonar eso, ya que
bandas como King Crimson o Metallica también se han autoplagiado y no les salió
nada mal (escuchen «In the Court of the Crimson King» e «In the Wake of
Poseidon» uno después del otro, y «Master of Puppets» después de «Ride the
Lightning» para entenderme). Ahí está el segundo problema: que Boston ni
siquiera hace una copia lo bastante buena como para que perdonemos la repetición
constante. Las canciones están bien y se pueden escuchar, pero son tan
normalitas que uno se muere por terminarlas para escuchar sus muy superiores
plantillas. También, aunque sé que esto no es culpa del grupo, es un disco
claramente incompleto. Se perciben algunas buenas ideas (siempre partiendo de
la base de que son ideas recicladas), pero se pueden escuchar los meses de
laburo que les faltó para que fuera algo más acabado. No solo los temas se
vuelven repetitivos, sino que además el orden de estos es medio aleatorio. Un
tema como The Journey hubiera quedado
mejor como introducción del disco en vez de como segundo tema, mientras que Don’t Be Afraid me parece muy repentino
como cierre, el cual hubiera estado mejor con A Man I’ll Never Be. Son todos errores que se van sumando y
empañando el resultado final, el cual tampoco creo que hubiera sido
despampanante con más tiempo, pero quizás sí terminaba siendo más sólido. ¿Qué
le vamos a hacer?
Arrancamos con el tema título,
que presenta una potencia aceptable en la guitarra y los versos, hasta que el
estribillo se vuelve algo más lento y arrastrado. Parecería que están tratando
de trabajar sobre la fórmula de More Than
a Feeling de aumentar la intensidad a tope para después bajarla, pero no
logran el mismo gran resultado, y queda como dos canciones que nada tienen que
ver entre sí. Después tiene un buen solo de guitarra que es fiel al estilo del
líder del grupo, pero partes aisladas de una canción no pueden salvar un todo
irregular, encima de que dura seis larguísimos minutos la canción. En
conclusión, decente inicio pero que podría haber sido mejor. Después viene The Journey, que es un interludio
instrumental de tintes eclesiásticos. Según dijeron desde el propio grupo, la
intención de este track es crear un tono similar a una revelación religiosa
mezclada con la temática extraterrestre que sugiere la portada del disco. ¿Qué
puedo decir? Todo bien, Scholz, pero este tipo de cosas dejaselas a Jimi
Hendrix, que él sí sabe traer el espacio exterior a las seis cuerdas. Como dije
antes, por ahí hubiera zafado si la ponían como introducción de disco, pero
queda muy fuera de lugar cuando ves (escuchás) que desemboca en It’s Easy y no pega ni con plasticola.
Al menos de Foreplay a Long Time había una transición delicada
y pareja. Pero bue. Con respecto a la mencionada It’s Easy, es como una mezcla entre la melodía instrumental de More Than a Feeling, la parte cantada de Something About You y las alternancias de
Long Time. Acá es donde podemos
aplicar la dicotomía del vaso medio lleno o medio vacío. Si lo vemos como
composición, es una mezcla de demasiadas cosas sin relación. Si lo vemos como
una mezcla de demasiadas cosas sin relación, es una aceptable composición.
Suena a que estoy siendo piadoso, pero en sí me parece una mala idea mezclar
tantas ideas musicales diferentes cuando no hay genialidad que lo justifique,
así que voy a ver el vaso medio vacío y decir que es un tema meramente pasable,
por más que no sea el desastre que podría haber sido. Lo más rescatable de esta
primera mitad es la balada A Man I’ll
Never Be, que es de lo poco que se aparta en cierta medida de la fórmula
del primer disco. Tampoco es que sea una sorpresa increíble, ya que se pueden
seguir rastreando elementos del disco anterior si los buscamos con lupa, pero
al menos puede llegar a dar la ilusión de novedad si no somos tan estrictos. No
solo eso, sino que la melodía de piano es bella y las guitarras logran algo
parecido a una catarsis de esas que Boston es capaz de generar. Quizás sus casi
siete minutos son un poco largos, pero yo no me aburro en ningún momento. Una
buena canción.
Feelin’ Satisfied arranca con casi el mismo riff que Rock and Roll Band, pero la melodía
vocal y el riff que corta los versos obviamente están sacados de Peace of Mind, lo cual termina de
confirmar el solo de guitarra. Si bien ninguno de los plagios de este disco es
sutil, acá es tan obvio que me descompone el tema. Es técnicamente decente,
pero el problema es que es tan «técnicamente decente» que no genera ninguna
emoción profunda. Después tenemos Party,
que vendría a ser el equivalente de Smokin’.
Tan equivalente es, que también está compuesta por Delp y Scholz en forma
colaborativa. Al menos la melodía es diferente, pero sigue siendo intrascendente
y meramente agradable. Como en este disco se copiaron hasta el reparto en el
protagonismo compositivo, tenemos otro tema de Brad con Used to Bad News. El inicio tiene ese mismo tono líquido de Let Me Take You Home Tonight, pero tiene
una parte vocal todavía más agradable, una bien lograda explosión de guitarras
y unos ribetes pseudo progresivos del órgano que la hacen bastante superior a
aquella. Bien ahí, el bivalvo de tu hermana biológica. La segunda mejor canción
del disco. La mejor es Don’t Be Afraid,
en la que las guitarras brillan en toda su gloria, la melodía vocal es muy
buena, las armonías vocales nos devuelven la alegría de vivir y el estribillo
nos hace imaginar a un estadio entero cantando, pero cantando porque el tema es
genuinamente bueno y no porque es una regla no escrita que a ese estribillo hay
que cantarlo. Me llama la atención que esos «Oh oh oh» me recuerdan demasiado a
Lick it Up de Kiss. Justo a esa banda
poronga me tenían que remitir. Pero puedo perdonarlo porque Boston tiene más
talento y porque Don’t Be Afraid es
anterior. Por cierto, este tema es el único que había sido compuesto antes de
que empezaran las grabaciones de este disco, ya que data de las primeras demos
del grupo.
Imagínense hasta qué punto estaban creativamente agotados que su mejor canción acá es un tema de la primera época, y que el material más nuevo no es otra cosa que una sombra de su (por aquél entonces no tanto) vieja gloria. En los años 70 se había instalado la falsa leyenda de que More Than a Feeling era una canción hecha íntegramente con inteligencia artificial. Considerando lo limitada que resulta la IA en pleno 2024 cuando se trata de crear, quizás deberían haber sospechado no de un tema claramente original e impecable, sino de este disco entero donde el plagio abunda y la originalidad no aparece ni en figuritas. Si bien entiendo a Tom Scholz al estar enojado porque la disquera no le permitió pulir su trabajo, también creo que debería agradecerles porque al menos puede tirar la excusa de que el bajo nivel que hay acá no es responsabilidad suya. Y es que creo que el disco hubiera seguido siendo regular aunque hubiera tenido cinco años más de tiempo para terminarlo, y se nota por la cantidad de reciclajes constantes que dudo de que hubieran dado lugar a algo mucho mejor. ¿Por qué le pongo un siete, entonces? Bueno, porque no hay nada que se pueda llamar «ofensivo» (por muy intrascendente que sea) y porque hay tres canciones genuinamente buenas, de las cuales una es la más larga del disco. El disco dura 34 minutos y los temas buenos suman catorce, mientras que The Journey es más una introducción que una canción real. En total, podemos decir que hay catorce minutos buenos de 32. Casi un 50%. No está muy bien, pero tampoco está mal. Considerando que mucha gente dice que los siguientes discos no recuperarían el nivel de los dos primeros, se puede asegurar que acá aparecen los últimos vestigios de gloria de Boston, con la brutal Don’t Be Afraid cerrando una época. Es una cagada que terminaran su mejor momento de manera tan tibia, pero prefiero estos pequeños destellos de genialidad que nada. Además, comparado con lo poco que me gustaba el disco en un principio, se podría decir que pudo haber sido mucho peor. Lo tomo, pero con reservas. Con reservas, pero lo tomo.
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