Bien, bien, bien (Mi Michelle),
¿qué tenemos acá? A ni más ni menos que a Guns and Roses. Uno de los grupos más
amados y odiados de toda la historia del rock. Para ambos sentimientos hay
buenos motivos. Es fácil amarlos por haber sido uno de los grupos que revivió
el hard rock clásico de los 70 en pleno finales de los 80 y por haber entregado
grandes clásicos para la historia. También es fácil odiarlos por la
sobreexposición radial de muchos de sus temas y por toda la prensa que reciben
cuando en realidad no son para tanto. Yo voy a hacer la gran George Starostin y
sentarme en el medio de la valla. Veamos qué tal sale.
Con respecto al odio que generan,
es entendible. Sus canciones suelen ser pasadas en radios y bares como si
fueran la última maravilla, como si no existieran otros grupos mejores, cuando
en realidad no lo son. No son ni el mejor grupo estadounidense (No nombres a
The Byrds. No nombres a The Byrds…), ni tampoco el mejor grupo estadounidense
de fines de los 80. Sin embargo, hay que aceptar que hay un buen motivo por el
que esas canciones están sobre radiadas: son muy buenas. Además, aunque ahora
lo damos por sentado, lo suyo fue una movida arriesgada: en esa época nadie
quería saber nada con el hard rock de antaño, y ahí aparecieron los Guns, con
dicho sonido actualizado para lo que la época pedía (los toques glam y punk se
hacen notar). Pudieron haber fracasado, y sin embargo no lo hicieron. Eso es ni
más ni menos que la definición de amor por la música. En su contexto, los tipos
no eran casi para nada comerciales. Al final, la calidad se impuso. La calidad.
Ese es otro de los puntos positivos del grupo. Tienen grandes canciones, de
esas que se reconocen al instante. Llenas de ganchos, de riffs, de la magnífica
técnica de Slash y de la voz de Axl. Sobre esto último también quiero hablar.
Es cierto que los agudos de este infame personaje pueden hartar, pero la verdad
es que tiene personalidad y estilo, y eso suma sus puntos. Siendo honesto, siento
que una voz grave no hubiera pegado con la ilusión de ruido y caos que el grupo
pretende transmitir, con su estilo. Está bien que la voz sea aguda.
Por el otro lado, también es
comprensible el amor que generan. Como ya expliqué, sus canciones llegan al
cuerpo, son pegadizas y te obligan a tararearlas. Pero claro, miles de
canciones hacen eso. No importa qué tan buenas sean las canciones de Axl y
compañía, nunca van a componer lo que yo entiendo como “una obra maestra”. Eso
es algo que está al alcance de pocos grupos. No es un argumento
injustificado la sobreexposición de su música si es que no está a la altura. En
lo personal, no me gustan mucho los Beatles, pero reconozco que son, quizás, la
mejor banda de la historia. Ese sí es un grupo capaz de crear absolutas obras
de arte (que nos gusten o no es otra cosa) capaces de permanecer frescas sin
importar la época o la exposición. Guns and Roses están lejos de ese nivel, así
que imagínense el mal que les hace la radio pasando siempre sus temas.
¿Con cuál de estas dos posturas
me quedo? Bien. Aún con mis matices, prefiero quedarme lo que hacen y
apreciarlo. Después de todo, y como dije antes, la calidad se impone. Guns and
Roses es una buena banda con una moderada dosis de talento. No da para
descartarlos. La voz, la base rítmica y el tremendo trabajo en las seis cuerdas
que hace Slash definen un pequeño paraíso del rock and roll. Quizás no el Edén
o el Nirvana, pero sí que se ganaron un nicho en el cielo de los rockeros.
Entrando a hablar de las
canciones, prefiero comenzar con los clásicos. ¿Y qué es más clásico que
Welcome to the Jungle? Esa guitarra con eco y delay es la versión rockera de un
ritmo tribal, que encaja con el título. Esa intro se transforma en un excelente
riff al segundo treinta, seguido de una pegajosísima melodía vocal, llena de
ganchos. La canción atraviesa varios cambios de ritmo, como ese HERMOSO “And
when you're high you never ever wanna come down/So down, so down, so down”, o
ese “you know where you are?”, con una música que añade otra referencia
selvática a la canción más allá de la letra. Un clasicazo, no importa lo
quemada que esté. Nightrain tiene un tono de guitarra que me recuerda al Black
Sabbath de Dio, pero no es su único atractivo, sino que el riff también es
genial (menos decadente y más luminoso) y la melodía va a juego. Me encanta.
Mr. Brownstone tiene un juego de percusiones y un riff más “juguetón”, además
de que el fraseo de Axl (esta vez cantando en tonos más graves) es adictivo
como pocas cosas, especialmente en el trabalengüístico estribillo. Clásico
también. Paradise City tiene una intro levemente Byrdiana, casi de balada, para
darle paso a la grandiosa melodía vocal. Hasta acá parece que va a ser
tranquilo el tema, pero después se pone bien pesadito como nos gusta. Slash se
despacha con varios riffs rockeros de primer nivel, que suenan frescos sin
importar cuantas veces se repitan (compárenlo con el dinosaurismo de Led
Zeppelin en su última etapa. Y eso que prefiero a Zep antes que a los Guns), y
el puente “So far away” es otro ejemplo no de genio, pero sí de talento y buen
gusto compositivo. El final es algo caótico, pero sigue agradando. Para el
recuerdo (no voy a repetir la palabra “clásico”). Admito que tengo conflictos
con Sweet Child o’ Mine. Es decir, la escucho en bares o en la radio y me
parece una genialidad, pero la escucho en mi casa y me resulta algo ordinaria.
Es una situación comprensible, puesto que ese riff circular, su antémico
estribillo y sus solos grandilocuentes están más hechos para los grandes
estadios y reuniones de gente que para la soledad de la casa. Después de un
largo rato de discutir conmigo mismo, prefiero quedarme con que es una
genialidad. No voy a ser tan necio para negarle esa cualidad.
Después de eso no hay nada
demasiado destacable, pero se defiende. Mi favorita del resto es It’s So Easy.
No sé si soy yo, pero este tema tiene algo que me recuerda al metal. Quizás por
la velocidad endiablada (sí, sé que no todo el heavy es rápido, pero igual),
quizás por lo saturado. No sé. Igualmente logra funcionar y ser algo memorable.
Ah, y Axl vuelve a cantar en tonos más graves. Hurra. De Out ta Get Me me
encanta el riff a lo AC/DC y su pegadizo estribillo (que me resulta
sospechosamente similar al de Troubleshooter de Judas Priest, incluso en las
palabras utilizadas), pero en general se me hace un poco larga y como que me
molesta levemente cuando Axl se pone a gritar sobre el final. No deja de ser
buena, de todas maneras. El resto ya no me gusta tanto. You’re Crazy y Anything
Goes tienen buenos estribillos, pero nada más. Son veloces y agresivas por la
velocidad y agresividad misma, y el uso del wah wah en esta última es
particularmente amateur. Think About You es más cercana al punk, y nos
demuestra que hay un buen motivo por el que las canciones punk suelen durar un
minuto y medio o dos en lugar de casi cuatro. Por si no se dieron cuenta, eso
no es un cumplido. Y si el meter gemidos en medio de la música me parecía
ridículo incluso para Led Zeppelin, imagínense lo que pienso de que los Guns
también lo hagan en Rocket Queen. Aunque al menos tiene un gran laburo en el
bajo y un riff semi funk que la rescatan y la convierten en una de las “más
buenas” (que no mejores) de los “no clásicos”. Por último, nos queda esa cosita
intrascendente que es My Michelle. Empieza arpegiada, con el único tono
diferente en todo el disco y después se convierte en un rocker genérico con un
estribillo que denota menos esfuerzo que el que puso De la Rúa para gobernar
(no bien o mal, solo gobernar). Al menos los versos son pasables.
Ahí tenemos nuestro disco. Llamarlo hard rock genérico de los 80 sería un error, ya que no había mucho hard rock en esa década, pero sí que podemos llamarlo “hard rock formuláico”, sin importar la época. Al menos esa repetición de fórmula viene respaldada con un gran trabajo grupal y algunos clásicos ineludibles. Todavía no me decido entre este o Rocks de Aerosmith como el mejor disco de “es solo rock and roll, pero me gusta” de la historia. Por ahí le tendrían que haber sacado tres o cuatro temas, y habría considerado subirle la nota un poco. Sea como sea, y a pesar de no ser un disco infaltable, sí que vale un espacio en cualquier colección. Un mini clásico.
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