Mejor tema: La curva del río
2) Azar
3) Kukoc
4) Turista
5) Después
6) Ful
7) Idilio
8) La ola
9) De repente
Continuamos la aventura por los oscuros rincones de la
escena musical under rosarina. Cuatro años después de grabar su primera obra
maestra, Los cuentos de la buena pipa decidieron que era hora de poner la
maquinaria en marcha de nuevo. Según palabras del propio grupo, “¿Qué es el
laberinto?” era una muestra de su energía en vivo, y este “El río curvas” sería
una demostración de lo que pueden hacer cuando piensan en un disco como unidad.
Hablando de mi experiencia personal con este trabajo, lo
primero que escuché del mismo fue su tema de difusión: La ola. Honestamente, no me gustó demasiado y estaba preparado para
un disco aburrido. Sin embargo, con la inocencia y la esperanza del fan de
Evangelion que espera poder entender el final de la serie, decidí esperar a
escuchar el resto del material cuando saliera. Afortunadamente, y a diferencia
de los fans de Evangelion, mi paciencia y esperanza fueron recompensadas. En mi
caso con un gran álbum que posee el sello de calidad de la banda.
Ahora, que sea un gran álbum no lo hace perfecto. Yo
quería que superara en todos los aspectos a “¿Qué es el laberinto?”, y desgraciadamente
no es tan así. El primer defecto que veo al hacer las comparaciones es que,
mientras aquél era más inclasificable, este se va por caminos más conocidos, y
hasta trillados podríamos decir. A pesar de sus matices, las canciones son
cumbia, rock y psicodelia a secas. Como que no encuentro esa gratificante
fusión de estilos que había en el anterior álbum (salvo alguna excepción). Y la
otra diferencia perjudicial para “El río curvas” es que no encuentro un tema a
la altura de los mejores del disco anterior. Aunque hay grandísimas canciones,
no encuentro un Despertar sin dormir
o un La ambición del dr. entre toda
esta colección. Una lástima. Para colmo, ¿recuerdan que les dije que no me
convence mucho la voz? Pues acá hay incluso más partes cantadas que en el
anterior álbum. Creo que entienden mi problemita.
Ahora, si van más arriba y miran la nota del álbum, van a
ver que tiene un nueve. Es decir, ni un punto más ni un punto menos que la obra
frente a la que venía perdiendo considerablemente. ¿A qué se puede deber esto?
Bien, si hay algo en lo que creo que este trabajo le gana al anterior es en el
hecho de que funciona mejor como unidad. Sé que esta comparación les va a
parecer exagerada, pero veo a este disco de la misma manera en la que veo a
obras como “Kid A” de Radiohead o a “Beggars Banquet” de los Rolling Stones. Es
decir, una obra en la que no importa tanto que cada tema sea un clásico, sino
que toda ella sea una unidad coherente. Y vaya que lo es. Este disco tiene una
fluidez maravillosa que hace que nos olvidemos de que no hay un clásico
perfecto y avasallador. De hecho, si no fuera por La ola y por De repente,
habría considerado ponerle un diez al disco.
Yendo a hablar de las canciones, empezamos con Ganas (en todo sentido), y su línea de
bajo oscura y tropical que hace de esqueleto para unos solos de guitarra acuáticos
en su textura e incendiarios en el efecto que provocan. Los dos elementos más
opuestos de la naturaleza uniéndose en una sola canción. Qué buen arranque. Azar comienza con lo que parece el
sonido de una sierra cortando algo, y después se transforma en una cumbia
totalmente gustosa que no tiene nada sobresaliente, pero que a la vez es muy,
muy disfrutable. Prefiero ser optimista y quedarme con esto último.
Kukoc arranca con unas percusiones y unos
sonidos de guitarra que me recuerdan vagamente a Adrian Belew (El guitarrista
de King Crimson desde los 80 hasta 2009 y el que tocó también con Talking Heads en alguna
ocasión), para después convertirse en un jugueteo funky adictivo como pocas
cosas. Aunque tiene algunas partes cantadas, en este caso funcionan muy bien,
con una cadencia pegajosísima. Igualmente, si no les gusta la voz, no se
preocupen, pues esta solo ocupa un minuto de la canción. Llegado un punto, las
guitarras vuelven a dominar con su sonido “tropical-psicodélico”. Genial. Y Turista es quizás la mejor canción cantada
que haya hecho el grupo (nuevamente, si consideramos solo los temas que
desarrollan versos y estribillos). Empieza con un sonido ambiente que se
disuelve en una línea de bajo maligna y obsesiva, lejos del relax que proveen
otras canciones. Se van sumando la percusión y una pista vocal que destila
inquietud. Agréguenle diversos solos y requintos a juego. ¿Qué nos queda? Otro
clásico.
Después es otra cumbia más o menos normal que
se vuelve valiosa por su gran ritmo y su atmósfera líquida. Me gusta levemente
más que Azar. Ful, por su parte, está llena de atractivos. Desde la hermosa
melodía que introduce el tema, el dramático solo eléctrico de guitarra, la
SUBLIME escalera de notas que empieza al minuto tres con diez segundos y los
irresistibles sonidos electrónicos casi burbujeantes de los últimos dos minutos
y medio. Habrá a quien le parezca que ninguna de estas partes guarda relación entre
sí y, por lo tanto, considere al tema un mejunje de ideas a medio ensamblar.
Están en su derecho pero, a mis oídos, siempre hay algún elemento que prepara
el terreno para el siguiente cambio de ritmo, de modo que se sienta armónico el
conjunto. Fabuloso. Idilio es otra
colección de guitarras líquidas (¿Cuántas veces usé esta palabra en esta
reseña?) y ritmos tropicales. A esta altura puede parecer gastada la fórmula,
pero esta gente se las arregla para crear otro trance atmosférico y playero (en
una playa espacial, claro está) que nos va a sumergir en los más dulces sueños.
No me digan que es suficiente. Yo decido cuándo es suficiente.
Desgraciadamente, ahora vienen los dos temas más flojos
del disco, y para colmo juntos. La ola fue
el tema de difusión del disco. Inexplicablemente, pues no le hace nada de
justicia. Digamos que me gusta el uso de los coros. Le dan cierta profundidad
al sonido. Fuera de eso todo es blando. No hay juegos instrumentales
interesantes, la melodía vocal es plana y aburrida. Sencillamente es indigna de
estar acá. De repente tampoco me
entusiasma demasiado. Instrumentalmente tiene sus relieves destacables, pero la
melodía vocal y la forma de cantarla resultan demasiado sensibleras. Este tipo
de material le quedaría mejor a Ricardo Arjona que a un grupo con talento
demostrado como son Los cuentos. Igualmente, tampoco son horribles, pero afean
un poco el disco.
Afortunadamente, el grupo se ajusta las calzas con la
maravillosa, pero maravillosa en serio, La
curva del río. Empieza con una radio sintonizando diversas estaciones, a
las que se le superpone un arpegio melancólico. De a poco esa radio se va
apagando y queda la guitarra llorosa como única sobreviviente. De fondo va
entrando una guitarra pulsante a lo “The Wall”. Esta hace de telón para los ya
mencionados arpegios que, no jodo, literalmente parecen el fluir de un río.
Pocas veces he visto que el título de una canción represente tan bien a la
misma, ya que los acordes parecieran bifurcarse en todas las direcciones
posibles. Como ese río llegando al océano y fusionándose con la vastedad de esa
agua. El tema va evaporándose hasta finalmente desaparecer. Si bien dije que
los temas de este disco no están a la altura de los mejores del anterior,
cuando escucho esto me quedo dudando. Qué cierre, señoras y señores. Qué
cierre.
Y aquí tenemos esta joya. Un álbum quizás no tan
inclasificable como el anterior y sin los mismos puntos altos, pero más maduro
y coherente como unidad. No es mejor que “¿Qué es el laberinto?”. De hecho, si
tuviera que quedarme con uno, me quedaría con ese por el impacto que me provocó
en su momento. Sin embargo, tampoco puedo decir que es peor, así que a ambos
les pongo un jugoso nueve, que un buen día podría ser un nueve y medio para los
dos. Así de buenos son, y así de buena es esta banda. Espero con ansias su
próximo lanzamiento. Está en mi lista de deseos para los próximos años junto
con GTA 6. Pero que los respectivos creadores se tomen su tiempo para hacer las
cosas bien. No queremos un nuevo Cyberpunk 2077, después de todo. Ni en lo
videojugable ni en lo musical.
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