Nota: 6+
Mejor tema: Rocka Rolla
Peor tema: La suite Winter
1) One for the Road
2) Rocka Rolla
3) Winter
4) Deep Freeze
5) Winter Retreat
6) Cheater
7) Never
Satisfied
8) Run
of the Mill
9) Dying
to Meet You/Hero, Hero
10) Caviar
and Meths
Judas Priest, también conocidos
como “Metal Gods”. Todos los conocemos por ser uno de los pioneros del heavy
metal. La forma en que conjugan sus guitarras, más el ritmo y los agudos de su
cantante Rob Halford conforman el arquetipo de este estilo. Si Black Sabbath
son los Beatles del Heavy, Judas Priest deben ser los Rolling Stones (por lo
que Iron Maiden serían los Who, pero eso queda para otro día). Pero antes de empezar
con mis típicos lisonjeos, voy a empezar con mis típicas introducciones
copiadas de Wikipedia. Judas Priest se formó en Birmingham en 1969. Originalmente
tenían otro cantante: Al Atkins. Se podría decir que él fue el fundador de la
banda, ya que fue él quien reclutó a los primeros músicos: Bruno Stapenhill en
el bajo, John Perry en la guitarra y John Partridge en batería. A los pocos
días, Perry murió en un accidente automovilístico, lo que los obligó a buscar
un nuevo guitarrista. Uno de los que se presentó fue el mismísimo K.K. Downing,
aunque fue rechazado ya que en ese momento tenía poca experiencia. Downing
fuera, fue escogido Earnest Chataway, que anteriormente había estado en Earth (Black
Sabbath antes de descubrir la oscuridad). Ya tenían guitarrista, bajista,
baterista y cantante. ¿Qué les faltaba? Algo importantísimo para cualquier
grupo: un nombre. Descartados varios, Stapenhill sugirió Judas Priest (por el
tema “Ballad of Frankie Lee and Judas Priest” de Dylan). Comenzaron versionando
temas de Spirit y Quicksilver Messenger Service (al menos eligieron dos grupos
poco conocidos. No como ahora que hay doscientos tributos a Pink Floyd, Queen y
Iron Maiden). Gracias a Alan Eade (dueño de un pequeño estudio de grabación.
Supongo que lo impresionaron con su capacidad de elegir bandas para versionar)
pudieron componer sus primeras canciones, llamadas Good Time Woman y We’ll Stay
Together. Con estos temas dieron una serie de conciertos en pequeños clubes de
Inglaterra como parte de una gira llamada Judas Priest Tour. En una de esas
presentaciones había dentro del público ejecutivos de Harvest Records y de Immediate
Records, además de un tal Robert Plant de una tal banda Led Zeppelin. Gracias a
este pudieron firmar un contrato por tres años con el sello Immediate Records, con
quien sacarían su disco debut. Desgracias de la vida, el sello quebró unos
meses después y el grupo quedó a la deriva, por lo que se separaron. ¿Sería
este el fin de nuestro (segundo) grupo de metal favorito? Descúbralo en el
próximo capítulo de “El rincón de Motorik”.
No, por supuesto que no. A
mediados de 1970, Atkins regresó a Birmingham y una noche escuchó desde fuera
de un recinto a un grupo llamado Freight, el cual estaba integrado por K.K.
Downing, Ian Hill y John Ellis. Como no tenían vocalista, Al Atkins ofreció
unirse a la banda, lo que ellos aceptaron. Él les enseñó las canciones escritas
por su anterior banda y les sugirió cambiarse el nombre a Judas Priest, lo que
ellos también aceptaron. Con esta nueva alineación, comenzaron a componer
canciones en la línea del blues rock y el hard rock con vistas a una posterior
gira. Dicha gira se llamaría Return of the Priest Tour y comenzaría el 16 de
marzo de 1971. Gracias a ella fueron teloneros de bandas como Budgie y Slade, e
incluso pudieron compartir escenario con Gary Moore. En ese año, Atkins compuso
dos temas más: Holy is the Man y Mind Conception. Ambos temas formaron parte de
una maqueta que fue lanzada de forma independiente y que no tuvo mucho éxito.
Esta falta de éxito se vio reflejada en la gira, ya que el grupo no recibió
apoyo discográfico y tampoco ganaban suficiente dinero como para cubrir los
gastos de traslado. Fue así que John Ellis abandonó el grupo ese mismo año. Al
siguiente compusieron las canciones Whiskey Woman (que luego sería Victim of
Changes), Winter, Never Satisfied y Caviar and Meths, para luego iniciar el
tour Whiskey Woman con un nuevo batería llamado Chris Campbell. Se podría decir
que algo de suerte tuvieron dentro de todas sus desgracias, pues telonearon a
bandas como UFO, Thin Lizzy y Status Quo, a la vez que ellos mismos fueron
teloneados por un grupo emergente llamado Magnum. A pesar de tener muchas
fechas, seguían los problemas económicos, lo que hizo que Atkins abandonara la
banda a principios de 1973, ya que había nacido su hija y necesitaba un trabajo
estable. Con el (hasta el momento) único miembro estable del grupo retirado,
ahora sí que se avecinaba el final, ¿Verdad?
Claro que no. Como la tercera es
la vencida, la novia de Ian Hill le presentó a su hermano: Rob Halford. Este
era iluminador técnico de teatros, además de cantar en una banda llamada
Hiroshima en sus ratos libres. Un día, Hill lo escuchó cantar frente a la radio
y quedó sorprendido por sus tremendos agudos, así que tanto él como Downing le
pidieron que se uniera al grupo, lo que aceptó. Luego le preguntaron por
teléfono a Atkins si tenían problemas con que usaran el nombre Judas Priest y
tocaran las canciones que habían escrito con él. Obvio que no los tuvo. Luego,
Campbell renunció a la banda y fue reemplazado por el baterista de Hiroshima y
enésimo John que pasaba por el grupo: Hinch. En 1973 escribieron los temas Run
of the Mill y Ladies (que luego sería Red Light Lady). Estos dos temas junto
con Caviar and Meths formarían parte de una demo independiente. Volvieron a
salir de gira con Budgie para darse a conocer. Dicha gira se llamó Never Turn
Your Back on a Friend. La demo llamó la atención de Gull Records, quienes en
1974 les ofrecieron un contrato para un disco con la condición de que
incluyeran a un trompetista o teclista para engrosar su sonido. No les gustó la
idea, pero sí que consiguieron a otro guitarrista llamado Glenn Tipton, que
formaba parte de un grupo llamado The Flying Hat Band, que solía telonear a
Deep Purple. Ya contratados, grabaron el sencillo Rocka Rolla. En septiembre de
ese mismo año debutaron con ese disco, y ya no tengo nada más que decir, más
que hablar del mismo.
Bueno, sí. Sí tengo algo más que
decir, que me sirve para hablar de su contenido: Como bien sabemos, cada una de
las épocas de la banda está marcada por un sonido diferente: El heavy ganchero
y de espíritu rockero de los 80, el sonido más extremo y grueso de los 90 y su
acercamiento al metal progresivo en los 2000. Antes de todo esto estuvieron los
70, en los que experimentaron con varios estilos hasta consolidarse, pero que
tenían muchas influencias hardrockeras y progresivas (progresivo tradicional,
no metal progresivo). Y antes de esos discos en los que buscaban su personalidad,
hubo uno que no tenía ninguna: Rocka Rolla.
En esta obra, la banda practica
una fusión entre el hard rock y el progresivo (como ya mencioné), con obvia
influencia de bandas como Black Sabbath, Led Zeppelin, Deep Purple o Uriah
Heep. Técnicamente, esto no lo haría diferente de sus siguientes dos trabajos.
El problema es que no hay manera de escuchar estas canciones y decir que esto
suena a Judas. Los duelos de guitarras están, pero ese recurso no lo inventaron
ellos. Rob Halford utiliza sus agudos, pero eso también lo hacían Robert Plant,
Ian Gillan y Freddy Mercury, entre otros. Es decir, los elementos distintivos
del grupo están, pero sin ser distintivos en lo más mínimo. Definitivamente, al
grupo le falta un poco para ser digno de atención.
Ya entrando a hablar de las canciones, empezamos
con One for the Road. Es un tema semilento, cuyo riff constante y
estribillo invitan a imaginarnos que estamos en la carretera. Es prácticamente
“una para el camino”. El tema titular es todavía mejor, gracias a su riff
travieso, cargado de segundas intenciones, y la sensualidad con la que canta
Rob, que llega a volverse contagiosa. En el medio tenemos un par de notas
perdidas de armónica (llamarlas “solo” sería darles más relevancia de la que
realmente tienen) que simplemente están ahí, pero que tampoco afean la canción.
Es bastante buena en general. Por cierto, es una de las pocas que habla sobre
querer a una mujer. Normalmente no especifican el sexo de la persona deseada.
Winter, Deep Freeze y Winter
Retreat conforman una especie de suite sobre un crudo invierno y su posterior
final. Bueno, se supone que ese es el concepto, porque la música no lo
transmite en lo más mínimo. Tampoco logro distinguir cuando termina una de las
partes y empieza la otra, así que voy a hablar de las tres como si fueran una
sola (que lo son). Empieza con un fade-in de voces “misteriosas” bastante torpe
que se transforma en un riff algo decente pero demasiado deudor de Iron Man de
Black Sabbath. Al minuto 1:42 la batería corta el tema por unos segundos (como
separando las partes de la suite) para luego introducir un nuevo riff que da la
ilusión de que el tema está volviéndose interesante, pero vuelven
inmediatamente a la melodía anterior para mal efecto, porque nadie quiere
volverla a escuchar. Esto dura poco, y al minuto tres nos regalan la peor parte
de toda la obra: un solo cargado de efectos de ruido y de feedback que, si
hubiera estado vivo para escucharlo, Jimi Hendrix habría abandonado la guitarra
y pasado al triángulo eléctrico. Suena tan amateur que hace que Blue Cheer
parezca Yes, y dura dos minutos. Después de esto viene la mejor parte de la
suite, que es una balada psicodélica bastante bella y (ahora sí) evocativa, en
la cual sí logran emular el regreso de la calidez del verano. Claro que ya es
muy tarde para rescatar algo tan globalmente endeble. Llamaría al conjunto una
mezcla apabullante de motivos musicales sin coherencia, pero tampoco presenta
tantas melodías diferentes. Hay apenas unas cuatro. Totalmente omitible.
Afortunadamente, Cheater mejora
un montón. Me llama la atención su letra, sobre un tipo que encuentra a su
mujer con otro y busca un arma para matarlos a ambos. Aunque sea una típica
letra de rock, pareciera conectar directamente con los sucesos de Hey Joe, como
si fuera un spin-off o una precuela. La música tampoco está nada mal, y carga
con esa rabia de la historia. Desde el riff retumbante, el enojo en la voz de
Halford, que se resuelve en el explosivo estribillo “She was a cheater”
(precedido por una fantástica armónica). Está buenísima, y es de lo mejor que
van a hacer en la línea del rock más clásico. Never Satisfied tiene algunos
solos y requintos interesantes, pero no es tan buena. Run of the Mill es otra
épica, que se destaca por sus solos. No termina de gustarme la voz (sobre todo
en el final, en el que parece querer imitar a Ian Gillan en Child in Time),
pero instrumentalmente tiene una potencia y resonancia que el resto del
material no tiene, así que es de mis favoritas.
La antibélica Dying to Meet You
tiene dos partes, la primera es más blusera y con cierto tono de balada. Dura
hasta casi el cuarto minuto y expresa tristeza por los compañeros caídos. La
segunda es más festiva y cargada de ironía, en la que le habla directamente a
los generales y expresa el asco que les tiene. Estas secciones no solo
contrastan de manera chocante, sino que el paso de una a la otra es forzado, lo
que hace que no termine de ser disfrutable en conjunto. Su tristeza no resulta
emotiva y su ironía no es inteligente. Al menos es mejor que Winter. Y el
último tema es Caviar and Meths, que iba a ser mucho más larga, pero termino
quedando solo la intro y reducida a dos minutos. Su atmósfera relajante es tan
linda como intrascendente, y conforma otra curiosidad aislada en un disco lleno
de curiosidades aisladas.
Al final no sé bien que decir de
positivo sobre este disco. ¿Que es una curiosidad histórica y que vale la pena
para escuchar al grupo haciendo algo que nunca más hicieron? Los dos siguientes
álbumes conservan bastantes elementos en común con este, y ejecutados de mucha
mejor manera. ¿Qué es decente, escuchable y algo entretenido? Esas
características también se presentan en discos mejores. ¿Que es recomendable
solo para coleccionistas? Puede ser, pero la música no está hecha para ser
encajonada, sino para ser escuchada, y no creo que mucha gente tenga ganas de
escuchar con frecuencia este debut. Sé que hablé más de la historia de la banda
que del disco en sí, pero es que es tan anónimo que no me permite explayarme
demasiado. Al final es muy fácil de explicar el tremendo salto de calidad de
Sad Wings of Destiny: si no hacían algo realmente interesante a la brevedad, se
iban a extinguir y nadie se acordaría de ellos. Rocka Rolla no es algo
terrible, existen miles de discos peores, pero no tiene absolutamente nada
remarcable. Y eso es lo mejor que puedo decir sobre él.
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