viernes, 24 de febrero de 2023

Iron Maiden - Iron Maiden


Nota: 9
Mejor tema: Phantom of the Opera.
Peor tema: Transylvania.

1)      Prowler
2)      Sanctuary
3)      Remember Tomorrow
4)      Running Free
5)      Phantom of the Opera
6)      Transylvania
7)      Strange World
8)      Charlotte the Harlot
9)      Iron Maiden


Iron Maiden. La doncella de hierro. La banda del bicho ese todo feo. Conozcan como conozcan a este grupo, el tema es que lo conocen y que no les es indiferente. O quizás sí les da igual su música, pero para eso tienen que haberlo escuchado, y es que Iron Maiden es una de las bandas más populares del mundo. Si bien, en términos de calidad e importancia musical, ellos serían los Who del heavy metal (siendo Judas Priest los Rolling Stones y Black Sabbath los Beatles del género), en términos de popularidad estarían conceptualmente más cerca de los cuatro de Liverpool que de otra cosa. El único motivo por el que no ocupan ese puesto es por Metallica, que son todavía más populares. Pero no importa, porque ser tan masivo en un género como el heavy metal no es moco de pavo. Y Maiden merece ese prestigio. Hace años pensaba que estaban sobrevalorados, y quizás un poco sea así pero, vistos en su contexto, son uno de los tres mejores actos musicales de toda la historia del metal. Al menos por lo que hicieron en los 80, que fue su época de gloria.

Siendo justos, no sé si tenga mucho sentido contarles la historia de este grupo, ya que todos los que lo escuchan la conocen. Que si Steve Harris soñaba con ser jugador de futbol pero, inspirado por gente tan dispar como Black Sabbath, Wishbone Ash, The Who o Genesis, decidió cambiar la pelota por un bajo (metafóricamente hablando. Una pelota difícilmente salga lo que sale un instrumento musical). Que si originalmente formó un grupo llamado Gypsy’s Kiss y luego otro llamado Smiler hasta terminar con el nombre Iron Maiden (y no sé si sabían que existe otro grupo llamado Iron Maiden, que sacó un único disco llamado «Maiden Voyage» y a los que Harris les ganó de mano para registrar el nombre). Así podría seguir. El punto es, el grupo empezó allá por el año 1975 como tal. Sus conciertos eran arrolladores y se hicieron populares gracias al boca en boca. Todavía eran una banda underground, pero ya empezaban a ganar prestigio por sus actuaciones en vivo. Las disqueras querían convencerlos que tocaran punk ya que no le veían futuro al heavy metal, pero ellos seguían fieles a su estilo y a sus intereses. Fueron puliendo sus canciones hasta que consiguieron un contrato discográfico y comenzaron a grabar su debut en diciembre de 1979, el cual saldría el 14 de abril de 1980 (curiosamente, el mismo día que el legendario «British Steel» de Judas Priest) y resultaría ser un éxito que comenzaría a llevar el metal al mainstream poco a poco. Pero contarles esta historia sería redundante. Por eso mismo, no les voy a contar nada de lo que les acabo de contar. No. Olvídense.

Con respecto al disco en sí, resulta curioso que, siendo una banda que no quería tocar punk sino heavy metal, tenga tanta influencia del primero de los mencionados. De hecho, este disco es más cercano al hard rock y al ya mencionado que a otra cosa. Esto podrá sonar mal para muchos amantes de lo complejo y exquisito, pero la verdad es que no hay motivos para tener miedo. Las canciones están muy lejos de la basiquez de la música punk. No es una obra madura, sino que se nota que está hecha por adolescentes rebeldes, pero a la vez hay un tacto melódico y unas ambiciones que ponen al grupo muy por encima de la típica bandita que se cree que por hacer ruido y saturar todo ya es una leyenda. Esto lo hace un disco fresco y tremendamente disfrutable, por más que la producción no ayude (este disco no está producido por el habitual Martin Birch, sino por un tal Wil Malone. Nada que ver con Post. Creo).

Empezamos con Prowler, con unos power chords a cargo de… ¿Adrian Smith? No, señor. A cargo del primer guitarrista oficial de la banda, cuyo nombre es Dennis Stratton, y no lo hace nada mal. Luego entra la otra guitarra con un wah wah más rockero hasta que entra la voz de… ¿Bruce Dickinson? Tampoco, señor. A cargo de la voz está el primer cantante oficial de la banda, que es Paul Di’Anno, quien tampoco lo hace nada mal. Su voz no es técnicamente comparable con la de Dickinson, pero su carisma es incluso mayor, y guía la canción hasta el solo rapidísimo, impecable y tremendamente adictivo. Súmenle a la pegajosidad de la canción un aura de misterio y maldad que, aunque no es aterradora, sí que es creíble y resultona. Gran inicio. Este tema originalmente era continuado por Remember Tomorrow, pero en la edición que tengo yo meten a Sanctuary, y fue una muy buena decisión. El riff es lo más simple del universo (¿simpleza en Iron Maiden? Nah, me estás jodiendo), pero cómo pega. Papel con papel. Y Di’Anno va llevando con muchos ganchos y actitud el tema, hasta que explota cada solo, y rockea. Hay quien dijo que el riff sirvió de inspiración para el tema Mob Rules de Black Sabbath, y puede ser. Los maestros aprendiendo del alumno, no está mal. Ahora sí pasamos a Remember Tomorrow, que es UNA BALADA. O sea, ¿Iron Maiden haciendo una balada? Nah, me estás jodiendo. Pues sí, ¿qué no les dije que este disco estaba lleno de sorpresas? Ahora que releo lo que escribí, no. No lo dije. Pero es así. Aunque no se asusten, que es un baladón excelente. Si bien a Di’Anno no se le da tan bien cantar algo tan delicado, tampoco la arruina en absoluto, además de que los instrumentistas hacen las mil maravillas. Primero esa línea de guitarra triste y solitaria que por momentos parece tener algo de western. Aunque una rareza se percibe en el ambiente. No va a ser una canción eternamente tranquila, y es así que se vuelve más pesada y sabbathiana al final de cada verso. Este frenesí se acentúa en la sección intermedia, con la guitarra y la base rítmica haciendo una guerra sin cuartel. Después vuelve la calma antes de la próxima tormenta, y al final el tema termina como un rocker poderosísimo. Un temazo subestimado.

La racha ganadora continúa con Running Free y su ritmo de batería tan reconocible, al que se le suma el bajo, la guitarra rasposa y la voz que canta las andanzas adolescentes que su dueño tan bien conocía. Ya va a haber tiempo para las letras sobre clásicos de la literatura y sobre epopeyas faraónicas. Por ahora disfrutemos este monumento a la despreocupación. Y para cerrar esta tremenda seguidilla de clásicos, un clásico de clásicos bien clásico. Phantom of the Opera es lo más cercano a auténtico y exquisito heavy metal que vamos a encontrar por acá, y qué buen representante del género. Esa introducción de guitarras armonizadas genera un ambiente de obra de teatro con el bajo aguijoneando en las sombras, mientras que nuestro segundo cantante favorito de esta banda suena teatral y técnico como nunca más se lo va a escuchar. Aunque Dickinson lo haría mejor en vivo, Paul no lo hace nada pero nada mal. Después hay un puente más oscuro que desemboca en la sección instrumental más compleja de todo el disco, con el ritmo llenando de oscuridad todos los huecos, hasta que volvemos súbitamente al riff inicial y al último verso que cierra automáticamente al tema. No sé si la llamaría una canción subestimada ya que el tiempo la dejó como un clásico del género, pero es sin duda uno de los clásicos menos apreciados en general. Supongo que esa es la definición de «subestimado». Desgraciadamente, las tres canciones que siguen bajan un poco el nivel general. Transylvania es un instrumental que evoca muy adecuadamente el ambiente que Bram Stoker le dio a la región con el mismo nombre en su novela, aparte de que el riff está muy bueno, pero no tiene muchas variantes, y los cuatro minutos que dura el tema se hacen muy largos. Aunque tampoco es mala, sí que es lo más flojo del disco. Strange World es otra balada más, pero en este caso más psicodélica y menos memorable. Tiene muchos buenos recursos (atmósfera, efectos de guitarra, buenos solos), pero hay algo que no me termina de cerrar. Quizás que como un todo es algo repetitiva. Por eso no está entre lo más destacable de por acá. La más rescatable de esta trilogía de la intrascendencia quizás sea Charlotte the Harlot, un rocker más alegre y con potencia hasta que llega el bastante ridículo estribillo para arruinar un poco el tema. Tampoco ayuda el repentino cambio de ritmo y mood sacado literalmente del c...ajón de las ideas incompletas. El conjunto me gusta solamente porque las melodías son buenas, aunque no terminen de empalmar. Y como el grupo sabía que no podía dejar una sensación tan agridulce para cerrar el disco, volvemos al terreno de lo clásico con el tema que titula al disco y a la banda. Puede parecer feo, ¿pero no es feo también el instrumento de tortura del que saca su nombre? O sea, es obvio que no va a ser una canción bonita. Si superamos ese disgusto inicial, el tema es terriblemente pegadizo y los solos de guitarra y bajo son tan buenos como esperamos de esta banda (en retrospectiva, ya que en ese momento en el que recién debutaban no estaba tan claro qué esperar de los muchachos). Muy buen cierre.

En definitiva, un debutazo. No puedo ponerle un diez porque se nota la falta de experiencia y de ideas unificadoras. O sea, no tengo problema en ponerle dieces a discos «inmaduros», pero acá se notan mucho los errores como para perdonarlos. Igualmente, es un disco mayormente entretenido y lleno de temazos y, como si esto fuera poco, moderadamente ecléctico (¿qué acaso no mencioné punk, hard rock, heavy metal y baladas?). No es el mejor álbum para iniciarse en el grupo si lo que buscás es su sonido clásico, pero conviene escucharlo primero para apreciar mejor su evolución y para que no sea tan chocante la diferencia de género entre este y lo que vendría después. Como dije hasta el cansancio, poco y nada de metal hay en estas canciones, pero el estilo propio está y la calidad está, y estos factores siempre se imponen por sobre cualquier otra cosa. Recomendado.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario