lunes, 27 de febrero de 2023

Captain Beyond - Captain Beyond


Nota: 10+
Mejor tema: La suite I Can’t Feel Nothin’.
Peor tema: No hay. El disco es una unidad íntegra.

1)      Dancing Madly Backwards (On a Sea of Air)
2)      Armworth
3)      Myopic Void
4)      Mesmerization Eclipse
5)      Raging River of Fear
6)      Thousand Days of Yesterday (Intro)
7)      Frozen Over
8)      Thousand Days of Yesterday (Time Since Come and Gone)
9)      I Can’t Feel Nothin’ (Part 1)
10)    As the Moon Speaks (To the Waves of the Sea)
11)    Astral Lady
12)    As the Moon Speaks (Return)
13)    I Can’t Feel Nothin’ (Part 2)


Nuevamente nos adentramos en el peligroso mundo de los discos poco conocidos. Esta búsqueda de lo más oculto que puede dar por resultado que nos encontremos con auténticas basuras, también conocidas como mierdas, zurullos, ñordos y así sucesivamente. Afortunadamente, tengo un sexto sentido (también conocido como «informarme adecuadamente en páginas de confianza») que me impide encontrarme con bazofias ofensivas para el oído humano. Bah, de vez en cuando también me topo con algunas de estas, pero no se las voy a traer a una página de análisis de lo mejor. Igualmente, estaría bueno hacer una crítica a algún disco malo para variar y que no sean todos dieces y nueves. ¿Qué les parece?

Pero vamos a lo nuestro. ¿Quién es Captain Beyond? Y digo «quién» en vez de «qué» porque tranquilamente podríamos estar hablando de un músico solista con ese nombre tan extravagante, tipo su semi homónimo Captain Beefheart. Sin embargo, no es un solista sino un grupo. Un supergrupo, para ser más preciso. Esto significa que sus integrantes formaron parte de agrupaciones destacadas anteriormente. Es así que tenemos a Rod Evans, que fue el primer cantante de Deep Purple; a Bobby Caldwell, que fue baterista de Johnny Winter; y también a Lee Dorman y Larry «Rhino» Reinhardt, bajista y guitarrista de Iron Butterfly. Originalmente también había un tecladista llamado Lewie Gold, pero abandonó la banda por motivos personales antes de la grabación de este álbum. El grupo en sí se formó en 1971 y estaba establecido en Los Ángeles, y llegaron a firmar con el sello Capricorn gracias a la ayuda de Duane Allman, el guitarrista de The Allman Brothers Band. De hecho, en los créditos del disco se menciona que este está dedicado a él, quien había muerto por esa época. El álbum salió en 1972 y no fue un gran éxito comercial debido a la falta de un sencillo de difusión, del cual decidieron carecer por el hecho de que consideraban al disco como una obra que debía escucharse completa y no por partes. Eso es lo que vamos a hacer.

Antes de hablar de la excelsa calidad de esta obra de arte, voy a decir que esta obra de arte es el perfecto ejemplo de cómo el talento nunca es individual sino colectivo. Es decir, estuve escuchando cosas de Deep Purple con Evans al micrófono y de Iron Butterfly con Rhino y Lee. Rod en Purple sonaba terriblemente débil y refrenado incluso en grandes canciones como Hush, y ya no hablemos de algunos de los temas más flojos, tales como los covers de We Can Work it Out o River Deep Mountain High. Ahí daba lástima directamente. Y sí, sé que en el tercer disco de la banda mejoró mucho, pero ahí tampoco me daba la sensación de ser un cantante de las grandes ligas. De los ex Iron Butterly, digamos que lo poco que escuché de ellos nunca me pareció la gran cosa. Eran decentes y ocasionalmente muy buenos, sí, pero no eran precisamente una maravilla. Demasiado inconsistentes en calidad. Y de Bobby Caldwell no hablo porque no escuché a Johnny Winter pero, que yo sepa, no tenía el mismo protagonismo que tendría acá. Con semejante currículum, nadie esperaría mucho de ellos. En el papel sonaba como el grupo musical de los Simpson llamado «Nacidos para segundear». Sin embargo, al igual que sucede en el fútbol, un equipo de jugadores menores pero con química puede mucho más que un plantel de superestrellas incapaces de colaborar, y esto es lo que ocurre con esta banda. Todos estos artistas menores y refrenados por los pesos pesados de sus grupos antiguos de repente se juntan, se entienden y no hay nada que los pueda detener. Es así que surge este disco que, de tan bueno que es, pone en ridículo a la trilogía Led Zeppelin, Deep Purple y Black Sabbath. Y no exagero ni un poco. La energía, consistencia y talento compositivo que derrocha este álbum es imparable. No es solo música, es una fuerza de la naturaleza, pero eso lo vamos a dejar para las canciones. Antes de hablar de ellas, les voy a describir a grandes rasgos el estilo de este disco. La música que se escucha acá es una mezcla de jazz, progresivo, space rock, psicodelia, hard rock y proto metal. Mejor dicho, esto ya es metal puro y duro, nada de «proto». Esto a muchos puede sonarle a un típico disco un poco más duro de lo normal de esos que tanto abundaban en la época, pero no es así. No solo los riffs y los solos son aplastantes al estilo de los mejores Metallica o Iron Maiden, sino que los diferentes momentos acústicos y melódicos más la estructura unitaria del álbum le dan un ambiente progresivo. ¡Metal progresivo! ¡Y en 1972! Esto es, tres años antes de que Black Sabbath sacara «Sabotage», considerado por muchos el primer álbum de metal progresivo de la historia. Incluso yo lo consideraba así antes de conocer a esta banda. El punto es, no solo es un álbum de calidad excelsa, sino que es innovador. Inentendible que no ocupe los primeros puestos de las mejores obras de los 70.

Pero suficiente palabrerío. Vamos por más palabrerío, pero con la finalidad de describir estas canciones. Una batería rítmica y seca introduce la primera parte de la primera suite del disco: Dancing Madly Backwards. Después sigue un riff que bien podría ser de groove metal pero menos saturado y más melódico. Luego viene Rod Evans a dar su primera gran muestra de la bestia parda que es frente al micrófono. El tema no parece que vaya a cambiar mucho hasta pasado el primer minuto, que se vuelve más rápida y oscura, con otra línea de guitarra muy diferente pero bien llevada. Más adelante, cuando Evans canta «But we’re all on station that’s for sure/searching is endless when there is no cure», cambian al tercer riff del tema, que se parece mucho a lo que King Crimson haría a partir del «Larks’ Tongues in Aspic» (disco que, recordemos, recién saldría al año siguiente). Dicho riff se va repitiendo y subiendo octavas de a poco a la vez que se va volviendo más sofocante, hasta que la canción cierra lentamente, como dejando de apretar nuestra garganta. La siguiente parte de la suite se llama Armworth, y acá la guitarra suena también agresiva pero con un dejo más amargo, lo cual acompaña muy bien a su letra antibélica. En sí esta sección no tiene más que ese riff, la voz de Rod y algunos requintos armónicos, pero suena genial y dura menos de dos minutos, así que se pasa en un suspiro. Para cerrar esta parte del disco, Myopic Void, que es más atmosférica y espacial y nos hace sentir que estamos orbitando la tierra e intentando pedir rescate para así volver a pisar suelo sólido tras años a la deriva. Dicho rescate llega al minuto dos con cuarenta segundos, y llega como una mezcla entre el riff de Armworth (solo que más metalizado) y la melodía vocal que retoma el «Dancing Madly Backwards» del inicio. Al final, la canción termina con toda la dureza y velocidad posible. Intachable suite.

Mesmerization Eclipse y Raging River of Fear son las únicas dos canciones que no conforman una suite y que, por lo tanto, pueden escucharse individualmente. La primera tiene una guitarra bien dura y vibrante con un Evans también duro y vibrante al micrófono. La forma en la que va guiando algunos cambios de octavas es digno de ser estudiado. Al segundo minuto cambia repentinamente el riff y la melodía, y funciona a la perfección. ¿Cómo no va a funcionar si Evans nos machaca por encima con esos maravillosos «Mesmerization baby/mesmerization baby»? Al final, el tema se va apagando en fade out. Raging River of Fear es igual de inmaculada, con esa primera parte que bien podrían haberla patentado como bola de demolición para tirar edificios abajo. Se rumorea que, en el primer juego de Sonic, el doctor Eggman (o Robotnik. Como prefieran llamarlo) iba a usar como arma esta canción en el nivel Green Hills, pero que los desarrolladores cambiaron de opinión porque hubiera sido imposible pasar el juego. Game Over instantáneo. Así de poderosa es esta sección. Después del puente viene otro riff más festivo acompañado por unas percusiones medio latinas y un cantito agudo y desenfadado que dice «Feel it?/can you feel it?». Parece tonto, pero funciona muy bien como contraste entre ambas partes, y el final ultra rockero es un buen punto medio entre ambas secciones del tema. Al final, a pesar de ser temas sueltos que no conforman una unidad, tienen un montón de cambios y variantes. Aplaudo esa decisión compositiva.

La segunda mitad (o cara B para los que todavía tienen vinilos) empieza con una hermosa sección acústica misteriosa y oscura, en la que Rod suena más sentido y delicado que nunca, lo que nos da una cátedra de versatilidad que nunca hubiéramos sospechado de él en Deep Purple. La siguiente sección, Frozen Over, empieza con un solo a varios instrumentos y después se convierte en un rocker que me recuerda un poco a Dead on Time de Queen (tema que, una vez más, todavía no había sido compuesto. Muy premonitorio este disco), pero más lento. Inmediatamente le sigue un solo con efectos de guitarra más espaciales, solo que de una forma diferente a lo que era Myopic Void. Por último, una metralla de guitarra y batería que bien podría ser proto thrash metal, aunque más melódico y resultando ser pesado sin saturar. Esta parte se funde con el inicio de Thousand Days of Yesterday (Time Since Come and Gone), que tiene un riff más entrecortado y melódico con cierto matiz acústico, a pesar de ser eléctrico. Al minuto con cuarenta segundos entra un solo crudo y técnico, pero cargado de creatividad y que guía a la canción a otro cambio en el que dominan más las armonías vocales, y luego vuelve al inicio. Esta parte de la suite no tiene tantos cambios como otros momentos del disco, pero los que tiene funcionan a la perfección, y eso le da la categoría de temazo.

Llegamos al final del disco con otra canción multiparte y dividida en varios fragmentos. Probablemente el momento álgido de la obra por la variedad de ideas que desarrolla. I Can’t Feel Nothin’ (Part 1) empieza con un par de notas arrastradas que crean un efecto aplastante, hasta que un breve solo de batería y bajo nos lleva al riff principal, bien zeppeliniano y al que acompaña la voz que suena bien dura y rasposa. Nada de gritos banshee ni agudos. En el último minuto viene otro ataque guitarrero más espídico al que se le superponen diversos solos aguijoneantes. La siguiente sección es As the Moon Speaks (To the Waves of the Sea), que nos recibe con el viento soplando y disolviéndose en unos teclados coloridos y un requinto breve que da paso a un arpegio acústico y envolvente. Acá Rod no canta sino que recita con unos coros de fondo. Justo cuando dice la línea «Let me have the words as the moon speaks to the sea», entra una sección instrumental que parece predecir a Iron Maiden (otra predicción más. ¿Cuántas llevamos?). Acá tengo un problema, y es que no sé si esta sección pertenece a Astral Lady. Es decir, en el librito del disco denominan como tal a los últimos dieciséis segundos de la canción, pero he encontrado versiones del tema que abarcan todo el solo posterior a la mencionada frase que suelta Evans. Sea cual sea el caso, la sección es fantástica. Especialmente ese clímax de dieciséis segundos. As the Moon Speaks (Return) parece más una canción de cuna astral, con esos coros galácticos de fondo, su breve y conmovedor solo y esos delicados «I Can’t Feel Nothin’» a varias voces. Parece que ahí va a terminar el tema y el disco, pero no. De sorpresa nos cae un solo tribal de bajo y batería que nos devuelve el riff espídico de la primera parte de I Can’t Feel Nothin’, solo que con el doble de potencia y con la voz omnipotente acompañando. Es, como habrán imaginado, I Can’t Feel Nothin’ (Part 2). En sus últimos momentos de vida, la guitarra chilla y ruge para regalarnos un final espectacular. Como todo el disco.

Podría terminar acá mismo la reseña, con un tibio «qué discazo» o algo así. Pero no voy a ser tan obvio. Este disco merece una conclusión más trabajada y refinada. Y es que esta obra es totalmente excelente. Increíble lo buenos que son los intérpretes. Parece mentira que tuvieran un perfil tan bajo antes de formar este grupo. A uno no le queda otra que suponer que se estaban guardando sus talentos para una ocasión especial y que su mediocridad previa fue totalmente premeditada para no gastar sus mejores ideas antes de tiempo. Realmente la diferencia entre estos músicos en sus proyectos originales y en este es abismal y sorpresiva como poco que haya escuchado. La forma en la que se compenetran no tiene precedentes. Quizás cambie de opinión en un futuro pero, hasta el momento, es el mejor disco debut que haya oído. Sus riffs harían palidecer a Tony Iommi, sus solos matarían de envidia a Jimmy Page y Ritchie Blackmore, su base rítmica dejaría a John Paul Jones y John Bonham sin saber qué tren los atropelló, su sentido de la unidad ya lo hubiera querido Pink Floyd para el «Dark Side of the Moon» y su cantante… bueno, ya me estoy quedando sin superlativos, pero digamos que Rod Evans da cátedra de cómo cantar sin ser un Ian Gillan o un Robert Plant. Además, creo que quedó claro lo innovador que fue para su época. En definitiva, lo tiene todo. Bueno, todo no. Las letras no son la octava maravilla, pero son decentes y dan la excusa perfecta para que su cantante haga genialidades con su garganta, así que está todo bien. Dura 35 minutos y medio, y no le sobra un segundo. Al principio me costó mucho, pero con el tiempo se volvió uno de mis diez o quince discos favoritos, y todavía está la posibilidad de que llegue al top cinco. Cuando lo veas en venta, compralo. Nada de robarlo. Sé que es muy grande la tentación de tener este disco en tu colección a cualquier costo, pero sus creadores merecen algo por semejante obra maestra. Aunque sean pesos latinoamericanos devaluados.

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