jueves, 2 de marzo de 2023

Anthrax - Fistful of Metal


Nota: 4+
Mejor tema: Qué sé yo. Supongo que Anthrax.
Peor tema: Death From Above.

1)      Deathrider
2)      Metal Thrashing Mad
3)      I’m Eighteen
4)      Panic
5)      Subjugator
6)      Soldiers of Metal
7)      Death From Above
8)      Anthrax
9)      Across the River
10)    Howling Furies


En estos días estoy bastante nostálgico musicalmente hablando, y me puse a escuchar cosas que solía escuchar en mi adolescencia (que, irónicamente, en algunos casos tienden a ser posteriores a lo que escucho ahora) para ver qué tal se sostienen en el tiempo. Para saber si mi yo del pasado se sentiría orgulloso del gusto musical de mi yo del presente y para saber si mi yo del presente hizo algún avance y maduró con respectó a mi yo del pasado. Y lo poco que tengo de esa época es metal. Iron Maiden, Megadeth, Metallica, Pantera y Anthrax, entre otras cosas. Esta última es la que vamos a revisar hoy. Empecemos.

Pero, para hacer este recorrido por mi vida musical, no viene mal hacer un recorrido por la historia de estos músicos, que no es más que otra forma de soltar el típico «pero primero, la biografía de estos tipos», solo que con un poco más de bombástica y sentimentalismo. Empecemos. El grupo se formó en 1981 en Queens, Nueva York, con los guitarristas Scott Ian y Dan Lilker, más un amigo de Ian llamado Dave Weiss en la batería. El único motivo por el que se llamaron Anthrax es porque hay una enfermedad llamada así (que en español sería «carbunco». Quizás no lo sabían, pero «anthrax» es «carbunco» y «carbuncle» es «ántrax». Parece uno de mis típicos chistes, pero es un dato real. Pueden confirmarlo en internet si no me creen) y por lo tanto era un nombre «suficientemente malvado». Lilker quería que Scott Setari tocara el bajo en la banda durante sus primeros días como grupo de covers, pero no fue así. En cambio, la formación inicial fue Paul Kanh (uno de los malos de Star Trek. Ah, no. Ese era Khan) en el bajo y el cantante John Connelly (el primer James Bond de la historia. Ah, no. Ese era Sean Connery). El bajista fue reemplazado brevemente por Kerry Kushner pero, al final, fue el propio Lilker el que se hizo cargo de la guitarra de los guitarristas frustrados, mientras que la segunda guitarra fue ocupada por el guitarrista Greg Walls. Rápidamente, Weiss también fue reemplazado, en su caso por Greg D’Angelo, recomendado por el propio Walls. De la voz originalmente se había hecho cargo el hermano menor de Ian, Jason Rosenfeld, hasta que finalmente tomó la posta un tal Neil Turbin en agosto del 82. Fue así que grabaron su primera demo, y dieron su primer concierto con dicho cantante en el club de Nueva York llamado Great Gildersleeves en septiembre de ese mismo año. Esta formación tocó regularmente en el área de Nueva York y Nueva Jersey los siguientes meses, y hasta compartieron escenario con Metallica. Todo parecía ir bien, pero Walls dejó la banda tiempo más tarde por problemas con Ian, y D’Angelo hizo lo mismo por razones que desconozco. Ante la pérdida de estos dos, Turbin consideró abandonar el grupo, pero se quedó por un tiempo más (y… lo hubieras abandonado y nos librábamos de vos, aspirante a Rob Halford. Más de esto en un rato). Walls fue reemplazado por Bob Berry, quien pronto también fue reemplazado, en su caso por Dan Spitz (que venía de Overkill), mientras que D’Angelo fue reemplazado por Charlie Benante. Scott Ian y Lilker se habían hecho amigos de un tal Jon Zazula, que era dueño de una disquera, y le dieron su demo para que les diera su opinión. Siendo parte de la disquera Megaforce Records (que había lanzado el primer disco de Metallica), accedió a darles un lugar a la banda, y fue ahí que grabaron el sencillo Soldiers of Metal con el lado B Howling Furies, que había sido tomado de una demo con D’Angelo, siendo así la única grabación de este tipo con Anthrax. Fue así que grabaron este debut a finales de 1983 y lo lanzaron a la venta en enero de 1984. Ahora sí, vamos a sufrirlo.

Bueno, gente. Este es el primero de una serie de rescates que pienso hacer de cosas que solía escuchar (esto ya lo dije). ¿Y qué tal está? Bueno… este… ¿qué les puedo decir? Bienvenidos al primer miserable y mugroso cuatro que pongo en la historia de este blog. Si esperaban que todo fuera Beatles, Who, Iron Maiden y otras genialidades, pues se equivocan. También tengo muchas cosas malas que decir de muchos discos y bandas, y este álbum no es que haya envejecido mal, sino que directamente era malo cuando salió. Recuerdo que, cuando recién me estaba iniciando en el mundo del rock y del metal, sentía curiosidad por Anthrax. Empecé con su aclamado «Among the Living», pero quería saber si ese era el mejor o no. Como allá por 2010 y 2011 no tenía las referencias que tengo ahora, entré a un hilo de Yahoo Respuestas en el que justamente preguntaban cuál era el mejor disco de esta banda. Alguien (que quiero creer que simplemente quería joder al que lo leyera. No puede haber gente con el gusto tan en la retaguardia) dijo que este era el mejor. Hubo algo en ese comentario que me llamó la atención y que hizo que me interesara por este disco, y fue así que me puse a escucharlo. Y me gustaba bastante, pero sentía que algo le faltaba. No sé qué, pero no me cerraba del todo. Igualmente me gustaba y bastante. Mierda que era inocente. Ahora que tengo más sapiencia musical, me doy cuenta de lo que falla: todo. Mejor dicho, los dos aspectos que hacen a la canción: la composición y la performance. La composición es mediocre, realmente. Los riffs son aquellos con los que cualquier pendejo que se hace el malote podría haber salido. Es pura actitud y nada de sustancia. Los ganchos y las melodías brillan por su ausencia. Con respecto a la interpretación, es pura velocidad vacía. Y ojo, que no hay que confundir «tocar rápido» con «ser un virtuoso». Estos muchachos, por mucha velocidad que le metan, son amateur y apenas pueden tocar sus instrumentos. No le llegan ni a los talones a Yngwie Malmsteem, que también es un embole pero que al menos usa todos los recursos que puede, todos los trucos que un guitarrista puede tener bajo la manga (salvo el hacer algo interesante, pero estoy hablando meramente de la destreza técnica). Los instrumentistas de esta banda solo saben tocar rápido y estar cada uno en su mundo, sin conjuntarse en lo más mínimo. En cuanto a la voz, Neil Turbin quiere hacerse el Rob Halford y lo único que sabe hacer es lo más básico. Nuevamente, no hay que confundir «alcanzar agudos imposibles» con «tener buena técnica». Turbin es un cantante mediocre que ni una sola vez en todo el disco contagia energía. Muchos pensarán por mis palabras que no me gusta el heavy metal o el thrash y que soy un pretencioso que debería irse a escuchar a los Beach Boys u ópera para seguir creyéndose un capo. Nada más lejos de la realidad. En primer lugar, la ópera me parece un embole también. En segundo lugar quisiera recordarles que, un año antes de que esta banda sacara su debut, Metallica había sacado el «Kill’em All», que era una cátedra de cómo hacer thrash metal ligero y poco pretencioso. Puede que el debut de los de Hetfield y Ulrich fuera igual de intrascendente en su actitud, pero los riffs, los solos, la garra que imprimía James como cantante (quien era más consciente de sus limitaciones) y la conjunción que derrochaba Metallica APLASTAN a lo que hacen los señores Carbunco acá. Y es que hasta Slayer tiene más técnica y compenetración.

¿Tengo que hablar de las canciones? Desgraciadamente, sí. Igualmente, esto va a ser corto, ya que no tengo nada que decir de ellas a grandes rasgos. Deathrider arranca con un riff más o menos decente (más menos que más, pero bueno), aunque se arruina inmediatamente cuando Neil abre la boca, y luego se pone peor con el solo chillón y caótico del final. Mal empezamos. Metal Thrashing Mad es lo que dice el título: metal machacado a lo loco, sin pies ni cabeza. Cada tanto hay algún relleno decente de guitarra, pero Turbin termina de marchitar la poca buena semilla que tuviera el tema. I’m Eighteen al menos tiene algo de melodía y Neil no lo hace TAN terrible, pero en realidad este tema es un cover de Alice Cooper, así que lo poco rescatable que hay por acá no es mérito de los chicos. Aunque ellos sí ponen de su parte: una maraña de distorsión y ruido. Panic y Subjugator son más o menos la misma canción, y resultan más repetitivas que el humor de «La naranja molesta», pero la segunda es todavía peor por ser más larga. Soldiers of Metal es un poco más piadosa nada más por ser más corta y porque no suena tan groseramente desarticulada como otras, pero en esencia sigue siendo un taladro. Death From Above es el absoluto punto bajo que hay por acá. No solo es un montón de ruido blanco con pretensiones de marcha bélica, sino que también… ¿cómo decirlo? ¿Recuerdan que antes insistía con que Neil Turbin imita descaradamente el estilo de Rob Halford? Bueno, en esta canción directamente copia los versos del tema Stained Class de Judas Priest. Ya no solo en la melodía en sí, sino en la forma de cantar. Si es que hasta tiene los mismos vaivenes vocales y todo. Ya de por sí el tema es malo, pero ese plagio descarado lo hace más insultante y le resta todavía más. Lamentable. Afortunadamente (por decirlo de alguna manera) llega Anthrax, que es el mejor tema del disco (por decirlo de alguna manera). No es la gran cosa, pero detalles como el dueto algo más lento de guitarras con el que inicia o el riff azotador del minuto dos con treinta y cinco segundos al menos denotan algo más de esfuerzo en la composición. Qué sé yo, supongo que a este tema les tomó diez minutos componerlo en vez de los habituales cinco del resto. Across the River es un instrumental de un minuto y medio donde solo destaca un poco ese solo armónico de guitarras al segundo cincuenta, que seguramente les escribieron los Iron Maiden con menos ganas de componer y de desperdiciar su talento en unos metaleros que se asustan con «Poltergeist». Por último, Howling Furies tiene un riff pesado bastante normalito, y el tema solo zafa por unos pocos arreglos de guitarra y porque su cantante no tira tantos agudos como en otras canciones (aunque cada tanto tira alguno, como al final del último verso). Fíjense que resumí la esencia de diez temas en solamente un párrafo. Nunca había logrado hacer algo así. Increíble lo hueco que es este disco.

Podría haber dejado la crítica ahí, con esa última frase, y habría cerrado perfecto. Pero no. Voy a dar una conclusión más larga solo por amor al arte de escribir. Este disco es un producto de la época. Una época en la que muchos creían que con tocar rápido y hacerse los malotes era suficiente para ser un gran músico. Lo peor es que hay gente que verá con buenos ojos a este trabajo porque «Mirá esa portada horrible, mirá lo rápido y pesado que tocan estos tipos. Qué bueno que sé apreciar esta música y eso me hace tan distinto de la masa ignorante que escucha la música de la radio y sus porquerías comerciales como Camilo o Bad Bunny» (al menos, eso dirían hoy en día. La «porquería comercial» de la época eran The Smiths y Duran Duran, supongo), pero al carajo con ellos. Son la versión dura y pretenciosa de la gente que dice «Mirá qué hermosa música que hacen Arjona y Abel Pintos. Cuánta dulzura, cuánta sensibilidad. Unos artistas en todo sentido de la palabra». Las dos caras de la misma moneda, aunque no lo quieran admitir. Al final, el disco es altamente recomendable para recordar que no todo tiempo pasado fue mejor. Conseguilo ya mismo para aprender esa valiosa lección.

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