martes, 11 de julio de 2023

Pablo el enterrador - Pablo el enterrador 2


Nota: 10
Mejor tema: Nariguetas.
Peor tema: Accionista.

1)      Nariguetas
2)      La ciudad eterna
3)      Emigrante
4)      Sentido de lucha
5)      San Vicente
6)      Solo viento
7)      Mitad por mitad
8)      Accionista
9)      Fotografía


Segunda crítica de Pablo el enterrador, segundo disco de Pablo el enterrador, segunda obra maestra, segundo Francia. El viernes 14 de julio de 2023 (del año en el que estoy escribiendo esto. Cuando alguien llegue a leerlo, probablemente sea mucho después) el grupo va a tocar en vivo en el teatro El círculo y yo saqué la entrada ni bien lo anunciaron. Va a ser una noche épica, eso seguro. Espero poder hablar de sus tres discos antes de que llegue ese día. Como un homenaje por los 50 años del grupo. Ya se verá.

No tengo muchos datos a fondo del contexto que rodea la vida del grupo en detalle. O sea, sé que podría preguntarles a los miembros de la banda (quienes son relativamente accesibles en redes sociales), pero siento que eso sería muy invasivo, así que voy a guiarme por lo que dice en el disco (el cual tengo original junto con el que sacaron antes y el que sacarían después) y por la info que da la propia banda en su página de Facebook. Algunas partes voy a tener que medio llenarlas con especulaciones, pero vamos a ir viendo. Después de la grabación de su sublime debut, el grupo se tomó un largo descanso creativo. Más de diez años. Doce, para ser más precisos, ya que la grabación de este álbum empezó en mayo de 1995 (tres meses después de que yo naciera, por si a alguien le importa. Spoiler: a nadie le importa). El disco fue compuesto, arreglado y grabado en el estudio rosarino «Del camote Records». Tras haber hecho esta parte del trabajo, quedaba la mezcla y masterización, la cual extendió el trabajo hasta mayo de 1997 (justo dos años). Los masters fueron enviados al sello brasileño PRW, el cual demoraba en editarlo y esto llevó a pensar en que no había interés en lanzarlo. Además en el contrato había una cláusula que decía que, si no se lanzaba al año, quedaba liberado para otras compañías. Fue entonces que reapareció Rubén Goldín, quien los puso en contacto con la discográfica argentina EPSA Music. Como ya no poseían los masters, tuvieron que hacer las mezclas de nuevo. Incluso aprovecharon para invitar a Rubén a cantar Sentido de lucha. Quiso la suerte que ambas masterizaciones salieran casi a la vez en CD en 1998 con dos nombres diferentes: «Pablo el enterrador 2» por parte de PRW y «Sentido de lucha» por parte de EPSA Music, que además presentaban cada versión diferente arte de tapa y diferente orden de las canciones. Se podría decir que la versión «canónica» del disco es la brasileña, ya que es la que después fue reeditada y la que estoy reseñando yo. Algo así como cuando se decidió que el final canónico de Max Payne 2 sea el final malo, con la diferencia de que acá es para mejor que esta versión sea la oficial. Pero bueno.

Con respecto al disco en sí, hay un par de pequeñas diferencias con el primero. La más importante es el cambio de sonido. El debut ya tenía influencias de la música latinoamericana, pero acá esa influencia es mucho más notoria, al punto de que ya no tiene sentido hablar de progresivo con toques folclóricos, sino más bien de música folclórica que es progresiva, si entienden a lo que me refiero. Parece muy insignificante la forma en la que lo planteo (simplemente cambiar el orden de los géneros mencionados), pero el orden de los factores SÍ altera el producto. Por lo menos lo hace acá. Casi parece más un disco de folclore con toques de clasicismo. Esto lo hace más interesante a nivel sonoro y estilístico, aunque desgraciadamente viene la segunda diferencia. Este disco está un peldaño por debajo de su predecesor en términos de calidad global. No es que sea mucho peor. Es más, hasta el séptimo tema, es incluso mejor. El problema es que las dos últimas canciones, sin ser malas, no terminan de mostrar la misma calidad. Pero es una queja menor. Después de todo, el primer disco era tan pero tan bueno que hay un Gran Cañón de distancia entre «inferior a aquella obra maestra» y «porquería insalvable». De hecho, también le doy un diez porque nunca llega a siquiera rozar la mediocridad y tiene cualquier cantidad de grandes temazos. Vamos a ellos.

El viaje empieza con Nariguetas que, a pesar de lo que dije en la reseña anterior con respecto a los dos primeros temas de aquella primera obra, también es seria candidata a mejor canción del grupo. Esa bellísima introducción de piano es el equivalente sonoro a un collar de perlas, y la melodía vocal sigue un compás muy folclórico, incluso más que cualquier cosa del primer disco. Los solos de sintetizador y los crescendos instrumentales son la definición misma de la belleza. Destaco cuando la voz de Blanc revienta, muy adecuadamente, en ese «reventará la VOOOOOOOZ». Esto sí que es consonancia lírico-musical (que supongo que sería una especie de antónimo al famoso término videojueguil «disonancia ludonarrativa»). Y ese final que se va apagando lentamente a lo Elefantes de papel sin dudas queda mucho mejor de lo que hubiera quedado un fade out. Obra maestra. Y si decía que este tema suena muy folclórico en lo vocal, el siguiente directamente parece una chacarera con ambiente e imaginería progresiva. Se trata de La ciudad eterna, que invita a bailar apretadito con otra persona (que no necesariamente tiene que ser del sexo opuesto). El estribillo no difiere mucho de los versos melódicamente, pero a la vez suena como la merecida conclusión a la intensidad que estos crean, y la mezcla de teclados, sintetizadores y flauta crean un ambiente de ensueño pero bien latino. Preciosa.

Emigrante es el segundo magnum opus del disco y, de paso, el tema más largo de la banda. Ocho minutos y medio. Medio corto para ser lo más largo de una banda progresiva, pero no es cuestión de minutaje, sino de aprovecharlo adecuadamente (¿qué? ¿Se pensaron que iba a decir «no es cuestión de tenerlo largo, sino de saber utilizarlo»? Pues no, no voy a hacer ese chiste. Aunque lo acabe de hacer, pero esto fue algo absolutamente necesario). Tiene dos partes bien diferenciadas pero con buena transición entre una y otra. La primera es más triste y melancólica, que describe cómo alguien se va de su país seducido por el famoso «sueño americano». Esta parte transmite tanta tristeza que parece ser algo muy personal para el narrador de la historia, como si aquél que se fue fuera un pariente o un amigo muy cercano. La segunda mitad es más… no voy a decir festiva porque no lo es propiamente, pero sí más movida y con cierta alegría. En esta segunda parte se describe cómo ese emigrante descubre que el lugar al que fue no es ninguna garantía de una vida mejor. Todo lo contrario, es un ciudadano de segunda allá. Esta efusividad musical hace parecer que el que canta la letra se ríe del bulo que se comió el emigrante, aunque hay cierto lugar para la esperanza cuando lo invita a volver a su tierra natal. No tengo mucho para decir en profundidad de la música en sí, pero es hermosa y le da todavía más relieve a la historia, así que entra en mi top 5 de canciones de la banda. Sentido de lucha es más dramática que triste, y cuenta con otra brillante performance de piano que llena todos los huecos, mientras que la voz (asumo que de Rubén Goldín por lo que conté antes) guía el conjunto a diversos clímax de todo tipo. Esta canción es la enésima prueba de que no se necesita distorsión a tope y una base rítmica avasallante para sonar intenso. A veces, lo sutil pega mucho más fuerte. También me gustan mucho ese solo en tonos menores de sintetizador que le da aún más melancolía, al cual lo sigue el solo de guitarra con el instrumento casi llorando, lo que hace que cierre la canción de forma inmejorable.

San Vicente es una versión del músico brasileño Milton Nascimiento, y es la única versión que haya hecho el grupo (hasta donde llega mi conocimiento). Empieza con una muy alegre línea de teclado aflautado que le abre el paso a unos versos de carácter más íntimo. El comienzo del estribillo, con ese «cooooorazóooon améeeericaaaano», parece que va a volver más dramático al tema cada vez que aparece, pero el remate lo vuelve más melancólico y derrotista. Después va volviéndose más ampulosa a la manera típicamente progresiva pero, a diferencia de la mayoría del rock progresivo, nunca se vuelve pesada, sino que siempre mantiene la frescura y la solfa. Eso es ser poco trivial, y me encanta. Aunque Solo viento no es un cover, la letra fue escrita por el músico Jorge Fandermole. Y es una gran letra. La música no se queda atrás, por su pollo. Es una nueva mezcla entre un piano digno de música clásica apoyando una cadencia y melodía vocal más propia del folclore, con unos tímidos toques de sintetizador dando un ambiente más etéreo y hermoso. La canción no presenta muchas variaciones y se mantiene hasta estática durante los seis minutos que dura, pero está tan magistralmente interpretada que cualquier cambio o explosión de intensidad podría llegar a arruinarla. No, señor. Déjenla como está. Después viene Mitad por mitad, que es un poco rara, ya que representa una especie de fusión entre progresivo, folclore y new wave. Tiene la melodía más pegadiza del disco. Y no es que las seis anteriores canciones no tengan buenas melodías, pero aquellas quedan en la memoria más por su belleza o intensidad que por su pegajosidad, mientras que acá suenan hasta chiclosos. Esto no lo digo despectivamente, sino que simplemente lo explico para hacerles entender el cambio estilístico. La melodía es fantástica, y los arreglos instrumentales llenan de vitalidad todo. Los últimos dos minutos con cuarenta segundos son una repetición de un tarareo constante que debería hartar pero nunca lo hace. Todo lo contrario, casi que podría tomarse como una versión más económica de Hey Jude de los Beatles (salvando las distancias, claro). Otro temazo para la colección.

Hasta acá tenemos un disco que logra lo que parecía imposible, que es superar al primero. Hasta me animo a decir que viene siendo uno de los tres mejores discos del rock argentino de la historia pero, desgraciadamente, llegan las dos últimas canciones a bajar levemente el listón. Tenemos una reversión de Accionista que resulta ser bastante más lenta y menos interesante que la original, aparte del pop ochentoso que representa Fotografía. Tiene sus virtudes, como la potente atmósfera sensual que logra (muy acorde a la letra) y los aportes de guitarra, especialmente en el solo final. Por el lado malo, el ritmo programado resulta muy básico, el tono con el que la cantan no me convence mucho y la línea vocal del estribillo parece una copia de un típico tema radial yanqui. Encima que ese estribillo está cantado en inglés. ¿Qué pasó con la banda patriótica y latinoamericana? Bah, exagero un poco. Insisto, no son malas canciones, y ni siquiera puedo decir que estén totalmente fuera de lugar estilísticamente (Mitad por mitad ya había hecho la transición a un sonido más pop y new wave), pero no me terminan de convencer. Supongo que es la consecuencia inevitable de no estar a la altura de las siete sacudidas emocionales previas. ¿Qué se le va a hacer?

A pesar de esto, no me animo a decir que el disco no es una obra maestra. Lo es. Solo que es imperfecto, como cualquier otra cosa creada por seres humanos, tanto dentro como fuera del ámbito artístico. Ya el grupo hubiera seguido siendo maravilloso si solo hubiera grabado su primer disco y nada más, pero el hecho de que pudieran volver al estudio y hacer un trabajo que hasta lo supera en sus mejores momentos solo refuerza el hecho de que son algo especial. A tal punto en el que no me permito ponerle menos que un diez a este trabajo. Si tomamos los primeros siete temas, tenemos el que tranquilamente podría ser el disco DEFINITIVO de la música argentina, pero supongo que era muy difícil hacerse cargo de tanta genialidad, así que tuvieron que embarrarla un poco en el último cuarto. Igualmente, insisto en que a esos dos últimos temas no los llamaría «manchas», sino simplemente «puntos de menor lustre», que es algo muy diferente. Haciendo un balance, este disco es otro obligatorio en cualquier colección. Compralo ni bien tengas la oportunidad.

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