Mejor tema: Difícil elegir, pero supongo que Entre el bien y el mal o Páginas de cristal.
1) La marcha del regreso
2) Pasión
3) Caída libre
4) Entre el bien y el mal
5) Páginas de cristal
6) Encontraré un lugar
7) Los cielos de Irak
8) Solo y desafinado9) Clave de sol
Bien, gente. Última reseña de este grupo, ya que este es
su último disco. Después de esto voy a ver si vuelvo a hibernar por un largo tiempo
más y si sigo jugando al Stardew Valley, que es un juegazo pero que no tiene
fin, por lo que solo termina cuando uno decida dejar de jugarlo. Hasta que
llegue este momento, me tienen aquí nuevamente, en forma de reseñas. Como Alf.
Con respecto a la biografía de este disco, tengo que
remontarme unos años antes de su gestación para hablar de cómo surgió. El grupo
había presentado su segundo disco en Rosario, con Rubén Goldín de invitado
(recordemos que, aunque importante para la creación del grupo, lo había
abandonado antes de que se pusieran a grabar). La presentación fue tan exitosa
que el propio Goldín los invitó a tocar en Buenos Aires en el pub «La casona
del conde de Palermo». Dicho recital se dio el 19 de junio de 1998 con Rubén de
invitado y representó el primer concierto del grupo en la provincia. Tras este,
Omar López deja el grupo por motivos de trabajo y la banda siguió como un trío,
adaptándose a las dificultades de tocar en ese formato canciones concebidas
originalmente para cuatro instrumentistas. El segundo y último recital que
dieron allí fue en la ciudad de Hurlingham, en un festival organizado por la
periodista Norma Vicedo. Este recital fue el 1 de septiembre de 2001. Fue
después de este evento que la banda se puso a trabajar en material nuevo, para
el cual compusieron catorce temas. Las grabaciones habían empezado bien ya que
había intercambio con el estudio de grabación (en el sentido de compartir la
edición a cambio de horas libres de grabación), además de que no había
presiones de ningún tipo. Todo esto durante el año 2004. Además de esto, al año
siguiente vencería el contrato que tenían con PRW respecto a la edición de su
debut, lo cual haría que este fuera reeditado por el sello Viajero inmóvil
Records. Para desgracia de todos, el 3 de septiembre de 2005 fallecería el
Turco Antún por una enfermedad prolongada. Diez de esos catorce temas habían
quedado ya bien armados, y Blanc en una entrevista declaró que el disco se iba
a llamar «Threephonic», y que habían elegido ese nombre porque, en palabras de
él, habían quedado tres haciendo rock sinfónico (y yo que pensaba que se
llamaba así por ser su tercer trabajo. Mi sorpresa fue casi tan grande como
cuando me enteré de que la Edad oscura no se llama así por las atrocidades que
eran la norma en este período, sino por lo poco que sabemos de esa época).
Además, planeaban presentarlo tanto en Rosario como en Buenos Aires. Aparte de
la muerte del Turco, otros motivos que desconozco dejaron al disco en un parate
de más de una década, hasta que fue finalmente lanzado a la venta en 2016. Y
gracias al cielo.
En cuanto al trabajo, mi opinión sobre él ya podrán
imaginarla por la nota que le puse. Otro diez más. Parece mucho ponerle la
máxima nota a cada trabajo que haya lanzado la banda. Esto puede parecer pecar de
un fanatismo inconcebible, y probablemente lo sea, así que voy a empezar
hablando de sus defectos para balancear un poco las cosas, tal y como Thanos
querría. Bah, no los llamaría defectos en el sentido más literal de la palabra,
pero sí que me hacen un poco de ruido en el contexto de que es esta banda y no
otra. El primero es el estilo. Hasta el momento, Pablo el enterrador se había
caracterizado por mezclar motivos latinoamericanos con la tradición inglesa del
progresivo. Sin embargo, acá se pierde bastante ese toque distintivo para ser
un rock progresivo más al uso. Independientemente de la calidad de estas
canciones, uno no escucha el disco y dice «esto es Pablo el enterrador, sin
duda alguna», y es una lástima realmente. Me hace imaginarme cómo hubiera sido
un tercer disco que profundizara en lo que llegó a significar la propuesta de
la banda en algún momento. El segundo «defecto» está en la calidad individual
de las canciones. Todas son de un alto nivel, pero no encuentro algo a la
altura de El carrusel de la vieja idiotez,
Elefantes de papel, Nariguetas o Emigrante tomadas una por una. Está bien que un grupo no puede
revolucionar la música toda su vida (salvo que sea los Beatles), pero los
Pablos habían dejado la vara muy alta en ese sentido. Insisto, no sé si sea una
falla o si simplemente estoy esperando lo imposible, pero ninguna de estas
canciones entraría en mi top 10 de la banda.
Ahora, y lo recalco una vez más, este disco tiene un
diez, y un diez no es una nota fácil de obtener siquiera de parte de un tipo
tan generoso y laxo con las puntuaciones como lo soy yo, así que algo tiene que
tener de bueno. Bien, se los digo rápido y simple. Si algo me gusta de este
disco es que el grupo está simple y sencillamente ENCENDIDO. A lo largo de
estos nueve temas, independientemente de si el sonido es más genérico,
independientemente de si no hay un clásico eterno, se despliega pura maestría
compositiva, interpretaciones impecables y una parejez digna de lo que uno vería al mirar al horizonte. No, este
disco no me conmueve tanto como los siete primeros temas de «2», pero a la vez
resulta ser más sólido de principio a fin, hasta el punto en el que incluso su
tema menos estelar está varios peldaños más arriba de los temas menos
interesantes de su anterior placa. Un retroceso con avances, lo llamo.
Pasando a los temas, hay dos que datan de la primera
época de la banda, y casualmente son los dos instrumentales. La marcha del regreso y Caída libre. El primero es muy adecuado
para abrir el disco. No solo por su título (toda una declaración de
intenciones), sino por su arreglo cuasi gótico de teclados, que me recuerda a Tocata y fuga en Re menor de Bach y
parece estar diciendo textualmente «¿nos extrañaste? Genial, porque acá estamos
de vuelta». A medida que avanza va alternando a cada rato entre lo más antémico
y lo más oscuro, para gran efecto. Tiene alguna que otra variación, pero en
general se construye desde las repeticiones, y funciona muy bien. El otro
instrumental también hace honor a su nombre, ya que la música parecería estar
cayendo desde el cielo sin paracaídas. Es bastante más rockera y no sé si seré
yo, pero le siento un aire a The
Straightener, que era la segunda parte de Wheels of Confusion de Black Sabbath, aunque tiene suficientes
elementos distintivos para que no se sienta una mera copia. Y ya que
mencionamos a Black Sabbath, la guitarra de Pasión
parecería querer imitar el tritono aplastante de Tony Iommi, aunque de
manera algo más light, aparte de que su melodía vocal (y la forma de cantarla)
resultan frías y lejanas. Muy acordes a la letra. No puedo dejar de mencionar
los últimos dos minutos y medio de la canción, en los que se mandan un solo de
guitarra a la altura de los mejores. Es bueno que el paso del tiempo no haya
hecho que el grupo aflojara su capacidad de composición e interpretación.
Dos canciones que no puedo mencionar si no son juntas son
Entre el bien y el mal y Páginas de cristal. Ya van a entender
por qué. La primera es, con siete minutos y medio, la más larga del disco. Tiene
una percusión programada que me recuerda mucho a Mama de Genesis y un desarrollo también reminiscente a este tema,
aunque no se sienta tan cargado y caliente. José Blanc suena más vulnerable que
nunca, con las guitarras y los teclados haciendo un infernal telón de fondo. No
puedo evitar sentirme desprotegido cuando llega el estribillo. Un consejo, si
escuchan este tema en un espacio abierto, asegúrense de mirar hacia atrás a
cada rato para confirmar que nada ni nadie los esté acechando. Temazo. Si esta
canción me hace acordar a Mama, el
riff de teclado eléctrico de Páginas de
cristal me recuerda a That’s All
del mismo disco. Casualmente, y al igual que pasaba con Mama y That’s All, tanto Entre el bien y el mal como este vienen
uno seguido del otro. ¿Ahora entienden por qué tenía que mencionarlos juntos? Volviendo
a la presente canción, mantiene el halo de oscuridad que viene siendo la norma
en este álbum. Sí, es un poco más movida, pero sigue inundando mi mente de
tinieblas. El final es más rockero aunque sin perder el regusto sinfónico.
También es tremenda.
El primer rayo de luz en toda la obra lo encontramos en Encontraré un lugar, que es mucho más
optimista gracias a los altivos acordes de guitarra que se van a repetir
constantemente a lo largo de la canción, los tonos mayores en la voz y ese intermedio
«Lucharé, lucharé» que le da paso a lo que parece ser un minisolo de bajo
electrónico (¿existe tal cosa?) para luego desembocar en aquello a lo que
sonaría el rock progresivo con valores de producción ochentosos. Suena mal en
el papel, pero el grupo tiene talento de sobra para que no resulte en un
bochorno, sino en un glorioso clímax que desgraciadamente cierra con el tan
quemado fade out. Aunque bueno, si le van a hacer un homenaje a los ochentas,
¿por qué no repetir también sus falencias? Sigue siendo una gran canción. Entre
la oscuridad y la luz se mueve el tema Los
cielos de Irak. Su inicio es raro, ya que resulta hasta bailable y…
¿pachanguero? No sé si sea la palabra, pero es a lo que me remite. Lo que sigue
no es totalmente oscuro, pero sí que sugiere oscuridad por el dramatismo que
evoca. Sobre el final se vuelve algo más esperanzadora, como una luz al final
del túnel. No es de mis temas favoritos de la banda ya que no me mueve al 100%,
pero igualmente creo que suma más de lo que resta y, como ya dije, es mejor que
los temas más flojos de su anterior placa, así que está todo bien.
Las dos últimas canciones son las más cortas del disco, y
representan los dos extremos de este. El Yin y el Yang. Faltaría el Yo. ¿Se
acuerdan? ¿Yin Yang Yo? ¿A alguien le suena alguna campana? Lo dudo, pero bue. Solo y desafinado sería el costado más
oscuro, aunque en sí no sea totalmente desoladora. El trabajo de guitarra es
muy bueno y las declamaciones de Blanc, aunque no muy amenazantes, resultan
convincentes. Me gusta mucho, por más que sea algo repetitiva y que no resulte
especialmente sinfónica. Por último, Clave
de sol es el himno a la esperanza de este disco, y por afano. Instrumentalmente
es de lo más optimista y su mensaje es precioso. Me gusta especialmente la
última línea de la canción (y del álbum y de la banda): «No, no parece real,
que entre tanto dolor se abre camino la vida». No llega al nivel de «And in the
end, the love you take is equal to the love you make», pero es un muy bonito
testamento de todas formas. El tema cierra con un solo de guitarra acompañado
de una flauta, todo en fade out. Podrían haber obviado este recurso en el
último tema de su último disco, pero tampoco me voy a quejar mucho.
Como conclusión, este disco es tremendo. Como dije en la
reseña del debut, aquél podría ser el mejor disco progresivo de los 80. Como no
dije pero sí sugerí en la reseña del segundo álbum, ese podría ser el mejor
disco progresivo de los 90. En este caso, no me animaría a decir que este es el
mejor disco progresivo de la década del 2010, más considerando que el siglo XXI
en general es una época en la que hay exponentes de estilos de todo tipo,
también de música progresiva, por lo que sería muy aventurado darle tal
galardón. Sin embargo, si alguien más experimentado que yo me dice que es el
mejor álbum de su tipo dentro de ese período, no me sorprendería. Es que es
espectacular. Originalmente quería ponerle un nueve para no parecer tan
fanático del grupo y porque me movía la mentalidad de que ninguna banda/artista
consagrado del siglo pasado puede sacar un disco de diez puntos décadas más
tarde (máxima que también tentó al reviewer Don Ignacio a no darle la nota más
alta a «Heathen» de David Bowie, como bien explicó en su reseña al mismo). Sin
embargo, y al igual que hizo el mencionado Don Ignacio, prefiero ignorar las
reglas no escritas y darle la más alta calificación. ¿Merece objetivamente el
diez este trabajo? No lo sé. Quizás no. Pero, en lo personal, me transmitió la
energía, entusiasmo y buen gusto de cualquier otro disco con esa calificación,
así que voy a escuchar a mi corazón y ponerle la nota que siento que quiero
ponerle. Mi más sincera recomendación.
Y así termina la que considero, quizás, la mejor trilogía de discos en la historia del rock argentino (y no, Pescado Rabioso no cuenta ya que solo sacó dos discos de estudio. El tercero, «Artaud», es un disco solista de Spinetta con el nombre del grupo encastrado en la portada por meros motivos contractuales). Voy a hacer algo que casi nunca hago, que es ponerme sentimental unironically y agradecer personalmente a los miembros de la banda. Gracias, Pablo el enterrador. Gracias por darle importancia a cada nota que tocan. Gracias por darle más valor a la calidad que a la cantidad. Gracias por honrar el arte de hacer música. Gracias por elevar la música rosarina hasta las estrellas. También quiero agradecerle a alguien que muy probablemente no les suene en lo más mínimo: a Peperina, la ayudante de la banda y mediadora entre el grupo y los fans. Esta mujer es un amor de persona y recibió con mucho entusiasmo las palabras de admiración que le envié al grupo, además de que hace un gran trabajo atendiendo las palabras de los fans, así que la considero tan importante como los músicos. Gracias totales. Nos vemos este viernes (nuevamente, si es que se lee esto antes de esa fecha. Considerando que escribo esto y que lo estoy publicando apenas un par de días antes del recital, va a quedar viejo muy rápidamente. Pero está hecho con cariño, así que se perdona).
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