Mejor tema: Sex Beat.
1) Sex Beat
2) Preaching the Blues
3) Promise me
4) She’s Like Heroin to me
5) For the Love of Ivy
6) Fire Spirit
7) Ghost on the Highway
8) Jack on Fire
9) Black Train
10) Cool Drink of Water11) Goodbye Johnny
Año nuevo, vida nueva. Algo así
dice el dicho. Honestamente, no sé qué tanto sentido tiene la idea de que una
celebración totalmente inventada basada en medidas de tiempo totalmente
inventadas pueda afectar la mentalidad objetiva de una persona. Sin embargo,
también es cierto que los seres humanos necesitamos festejos y fechas
simbólicas, y la verdad es que hay que ser muy engreído para creerse por encima
de todo eso. Además, el cambio de año a mí sí que me inyectó nuevas energías
para volver a escribir. No solo otra reseña, sino una reseña a una banda que
está en las antípodas absolutas de lo último que había reseñado. Es así que,
después del rock progresivo exquisito e infalible de Pablo el enterrador, les
traigo el punk visceral y pantanoso de una banda igual de buena y muy desconocida
en esta parte del mundo: The Gun Club. Vamos con ella.
The Gun Club es una banda famosa
(famosa hasta ahí nomás) por mezclar el punk con la música de raíces
norteamericanas. Algo así como The White Stripes, pero incluso mejor. El
principal artífice de este grupo fue el guitarrista y vocalista (pero
principalmente guitarrista) Jeffrey Lee Pierce, a quien considero el más
creativo del género en su instrumento. Incluso mejor que el sublime Johnny Thunders.
En una reseña a este grupo, es inevitable que tenga que contar la historia de
este genio musical absoluto, así que agárrense.
Jeffrey nació un 27 de junio de
1958 (bah, como si hubieran más 27 de junio de 1958. Lo que hay es 27 de junio
de otros años, así que esa generalización está de más). Era el hijo de un
matrimonio multiétnico, de padre anglosajón y madre mexicana. Aprendió a tocar
la guitarra a los diez años y se mudó a El Monte (Los Ángeles) durante la
adolescencia. Años más tarde, ya en los 70, se interesó por el glam rock y el
rock progresivo, lo cual contrasta mucho con el típico punkito que odia a
muerte a este último género. A mediados de esa década, vio en concierto a Bob
Marley, lo que lo volvió fan del reggae y lo inspiró a ir a Jamaica para
nutrirse de esa música. También era muy fan de Blondie y de Debbie Harry en
particular, hasta el punto de ser presidente del club de fans de la banda en la
sede de Los Ángeles. Ya a finales de la década, se vio muy inspirado por el
emergente punk, sobre el cual escribía para la revista Slash. Además de esto,
dejaba ver su conocimiento del blues, el rockabilly y el ya mencionado reggae
en sus escritos, los cuales firmada con el seudónimo «Ranking Jeffrey Lea», con
lo cual ya desde su nombre incitaba al público a que lea. Obvio que nadie le dio bola porque esa es una palabra en
español y esa gente no tiene ni idea de otro idioma que no sea el inglés. Pero
bueno. En esa misma época decidió meterse en la música ya no como un mero
escritor de artículos, sino como un intérprete. Fue acá que conoció a Phast Phreddie
Patterson, quien lo introdujo en la música de raíces, además de interesarse por
la movida No Wave de Nueva York. Siendo Lee el melómano que era, empezaba a
sentirse desilusionado por la chatura y lo estricto que se estaba volviendo el
punk, por lo que decidió revitalizarlo fusionándolo con otros estilos.
A partir de acá, convenció a su
amigo Brian Tristan (más conocido como Kid Congo Powers) de tocar la guitarra y
desarrollar un estilo propio, tras lo cual lo invitó a formar parte de lo que
sería el germen de la banda que nos compete: Creeping Ritual. También tuvo la
oportunidad de hacerse amigo de su amada Debbie Harry, quien hasta le pasó una
receta para teñirse el pelo del mismo rubio que ella. Con el tiempo, a Creeping
Ritual se sumaron el baterista Terry Graham y el guitarrista Rob Ritter y se
transformaron en los ya conocidos The Gun Club, nombre sugerido por el
compañero de habitación de Pierce, que era Keith Morris (de Black Flag y Circle
Jerks). Y de ahí, corte que grabaron las canciones de este disco, corte que
Chris D. (de The Flesh Eaters) les produjo cinco de los temas, corte que Tito
Larriva (de Tito & Tarántula) les produjo los otros seis, corte que el
disco salió en agosto de 1981, corte que el disco fue un éxito y muy influyente…
CORTE QUE TE PONGO (Capusotto as
Juan Estrasnoy did it).
Bueno, ¿qué podemos decir de esta
obra que es otra de mis favoritas? Pues que es un tremendo disco punk. Punktanoso, impunktante y sin punkralelos
en ese momento, ya que todo lo que se punkrece
salió después y fue directamente inspirado por esta obra. No por nada este
disco es considerado el inicio del género llamado punk blues. Me animo a decir
que este disco captura mejor la esencia del azules
que muchos discos de Led Zeppelin y de Cream. Jeffrey parece la reencarnación
directa de Robert Johnson y se corona como un pilar de la guitarra en un género
tan limitado. Quizás no suena tan profesional ni técnico como el mencionado
varios párrafos atrás Johnny Thunders pero, en materia de creatividad, deja
incluso a un capo como él a la altura del Robert Johnson pre Encrucijada. Claro
que, como digo siempre, ninguna innovación técnica vale si no hay buena música
que lo respalde. Afortunadamente, todas las canciones están bárbaras. De la
primera a la penúltima. Solamente el cierre, llamado Goodbye Johnny, se queda un poco atrás. No tiene arreglos ni
sonidos deslumbrantes, pero zafa porque queda muy adecuado que el título del
tema tenga la palabra Goodbye. Ah, y
porque el tema sigue siendo bueno y da cierto aire de despedida. Quizás le
falta explotar un poco más, o quizás lo más adecuado sea que no sea del todo
explosiva y se contenga un poco. Cada quién puede tomarlo o dejarlo. Yo lo
tomo. Con reservas, pero lo tomo.
Los otros diez temas son un
rosario absoluto de clásicos del género. La apertura, Sex Beat, va creciendo como la serpiente del Snake cuando come una
bolita y atacando sin piedad como Solid Snake de Metal Gear cuando tiene que
cumplir una misión y no hay lugar para ser sigiloso. Desde el guitarreo
punzante y marcado del inicio, pasando por los versos bañados en veneno hasta
el estribillo rockabilly, no hace más que hacernos brotar adrenalina por los
poros. Yo conocía este tema porque apareció en el juego de Scarface que salió
en 2006, el cual jugaba con amigos entre 2010 y 2012, pero en ese momento no
conocía a la banda, así que no pude presumir cultura musical. Una lástima.
También tenemos dos versiones de viejos bluesmen conformando lo que TV Tropes
llama «bookends». Es decir, cuando dos escenas encajan perfectamente. Es así
que estos covers hacen de anteúltimo y posprimer
tema. Preaching the Blues es del ya
mencionado Robert Johnson, y acá suena como una canción de rodeo. Entre el ritmo
galopante, el riff de guitarra y la entonación vaquerizada de Pierce, la
canción es un caballo furioso que se resiste a ser domado, y ese cierre súbito
definitivamente nos tira de la silla de montar. Esta canción es una fiera. En
contraste, Cool Drink of Water (de
Tommy Johnson) es más tranquila, pero no por eso menos tensa ni menos
excelente. Ese guitarreo seco como desierto (muy acorde a la letra) y el bajo
marcando un ritmo típico del blues son una de las mejores representaciones
musicales de lo que es estar sediento. El tema explota en solos cada tanto,
pero nunca termina de saciar, lo cual está bien porque es lo que busca
representar. Al final, todo se apaga como cadáver que terminó de descomponerse
al sol. Otra gran muestra del conocimiento del lenguaje blues que manejan estos
muchachos.
Nos quedan siete temazos por
describir. For the Love of Ivy es una
dedicatoria a Poison Ivy, cofundadora de The Cramps. La guitarra suena
totalmente electrizante, como si en vez de cuerdas tuviera cables de alta
tensión. Esto es muy oportuno, ya que Poison Ivy es también el nombre de un personaje
de Batman, y hubo un capítulo de la serie animada de Batman en el que esta y
Harley Quinn se juntaron con la enemiga de Superman conocida como Livewire. La
palabra livewire significa literalmente «cable de alta tensión», así que ahí
hay una coincidencia que no alcanzamos a ver. Volviendo al tema, amo cómo
Jeffrey se desgañita gritando y gimiendo y gruñendo. Cuando parece que el tema
va a terminar en silencio, grita «I was all dressed up like Elvis from hell, HELL»,
los instrumentos revientan en potencia por un par de segundos y, ahora sí,
cierra. Promise me me recuerda un
poco al disco «Up on the Sun» de Meat Puppets. Es totalmente hipnótica en su
combinación de violines, arpegios crecientes y la voz casi susurrada y casi
delicada de Jeffrey. Ghost on the Highway
tiene un riff muy parecido al que aparece al cuarto minuto de Great King Rat de Queen, pero mucho más
violento y acelerado, como si un auto estuviera escapando del fantasma de la
carretera que menciona el título, con esos slides filosos que bien podrían ser ruidos
de almas en pena. Black Train tiene
un ritmo de batería insaciable e imparable que parece la marcha de un tren, y
esos arreglos de guitarra a los que la voz remata con agudos rasposos completan
la imagen. Y ya que estamos con simbolismos para hablar de la música, She’s Like Heroin to me es heroína
corriendo por las venas, lisa y llanamente. En este caso no me esforcé mucho en
trazar un paralelismo, pero es lo que busca la canción, así que no voy a
mentirles y decir que representa otra cosa. Lo que sí voy a decirles es que su
estribillo se clava con la fuerza de una aguja y que el frenesí que corre en
sus dos minutos con cuarenta segundos no deja indiferente a nadie. Dejándonos
de metáforas, Jack on Fire es lo que
los españoles llamarían «chulería pura». Es imposible que el riff mastodónico y
el carisma vocal no te tengan pegado al reproductor de música como un idiota
incapaz de masticar chicle y cruzar la calle al mismo tiempo, sobre todo en
esos ruidos gloriosos de guitarra que van apareciendo sobre el final. Por
último, Fire Spirit quizás tarda un
poco en agarrar ritmo pero, una vez que lo hace, agarrate Catalina que Claude
le pega un bazucazo al helicóptero en el que intentás escapar en la última
misión de GTA 3. Ese estilo entre punk y rockabilly la rompe completamente.
Todos temazos, ¿qué más puedo decir?
Y… que este es un discazo, pero
la verdad es que con esto no digo nada que no haya dicho ya. Y bueno, no hay
otra forma de definirlo. Es uno de los mejores discos punk de la historia. Con
un estilo diferente a todo lo conocido y cargado de temazos. Aun así, tan buena
como es esta obra, considero que su mejor momento todavía estaba por venir. Su
segundo disco quizás no cambiaría mucho de estilo, pero perfeccionaría aun más
lo que se escucha acá. Aunque ya vamos a hablar de aquél. De momento quedémonos
con esta maravilla de disco debut y con su innovación indiscutible. Otro
infaltable en cualquier colección.
Espetacular la forma de escribir y el conocimiento musical
ResponderBorrar