jueves, 12 de septiembre de 2019

Can - Soundtracks




Nota: 9
Mejor tema: Mother Sky
Peor tema: Soul Desert

     1)      Deadlock
     2)      Tango Whiskeyman
     3)      Deadlock (titelmusic)
     4)      Don’t Turn the Light On, Leave me Alone
     5)      Soul Desert
     6)      Mother Sky
     7)      She Brings the Rain

Ahora sí. Ahora sí que estamos hablando del Can que todos (los pocos que los conocemos) amamos. Este no es un disco propiamente dicho, sino un compilado de canciones que habían compuesto para diversas películas, pero la verdad es que no importa mucho, porque la calidad de estas canciones es suprema. Claro que me estoy babeando demasiado y dando muy poca información al respecto, así que vamos por partes. Malcolm Mooney estaba cada vez más loco, con serios trastornos mentales. El punto culmine de su locura llegó durante un recital de 1969, en el que empezó a correr en círculos y gritar “Upstairs, Downstairs” por dos horas, hasta que colapsó por quedar exhausto. Esto lo hizo dejar el grupo. En mayo de 1970 contrataron a Damo Suzuki, un viajero japonés que encontraron tocando en la calle afuera de un bar. Aunque apenas tocaba unos pocos acordes de guitarra e improvisaba la mayoría de las letras, la banda le dio una oportunidad. Oportunidad que supo aprovechar. Fue así que lo contrataron. Ya con el japonés en sus filas, el grupo estaba trabajando en lo que sería Tago Mago, pero la disquera les exigía sacar un álbum, así que no tuvieron opción más que recopilar todas las canciones que habían grabado para películas (como ya dije). Esto podría parecer una mala noticia, pero la verdad es que la banda se maneja muy bien en el formato de hacer canciones cortas y pegadizas. Además, no son solo “canciones cortas y pegadizas”, sino que están decoradas con texturas y trucos absolutamente únicos que le dan autenticidad y originalidad. No deja de ser música experimental, pero con énfasis en “música”.
A diferencia de los siguientes discos, que tienen una atmósfera en particular  (como por ejemplo, de otra dimensión en Future Days o espacial en Soon Over Babaluma), acá no hay un hilo conductor (más allá de ser canciones de películas). Esto podría parecer una mala noticia, ya que uno de los encantos del grupo (además de su poder de improvisación) es la capacidad de llevar al oyente a distintos mundos, pero esta música también es altamente atmosférica. Es solo cuestión de dejarse llevar por la tristeza de Deadlock o la oscuridad de Don’t Turn the Light On Leave me Alone. Esta carencia de unidad nos permite viajar a más de un solo mundo, así que bienvenida sea la diversidad.
El disco arranca con Deadlock, también conocida como “Thief, parte 3” y, aunque no es tan buena como aquella, sí que supera por mucho a Mary, Mary so Contrary. La voz del debutante Damo Suzuki no es menos desquiciada que la de Malcolm Mooney, pero sí que es más expresiva y entrenada. La resignación que transmite es demoledora, y lo mejor es que la parte cantada dura lo justo y necesario para darle lugar a la guitarra con su “feedback triste”. Genial comienzo. Y Tango Whiskeyman me gusta todavía más. Es lo que dice su título, un tema de tango, pero pasado por el filtro delirante del grupo: la voz medio-desquiciada, medio-melódica de Suzuki, un ritmo impresionante de Liebezeit, una sección instrumental media algo tranquila pero a la vez inquietante y más detalles que se me escapan. Otra gran canción. Después tenemos un reprise instrumental de Deadlock que no está nada mal. Suena todavía más solemne, pero mantiene la emoción.
Don’t Turn the Light On, Leave me Alone empieza con un ritmo tribal de batería y bajo, al que se le suman la voz (con un marcado acento japonés, lo que la hace más genial aún) y la guitarra. Al segundo treinta el bajo deja de espejear a la percusión y arranca con una línea elástica y oscura que guía a la canción hasta el estribillo, más guitarrero pero igualmente escalofriante. Para el segundo verso se agrega una flauta (cortesía de Liebezeit) que opaca a la guitarra en un gran efecto. Pasado el segundo minuto queda la batería y el riff de guitarra del estribillo haciendo de solo, y el resultado es sublime. El tercer verso es instrumentalmente idéntico al primero, pero no se vuelve repetitivo en absoluto. Como un todo, la oscuridad, soledad y hasta diría miedo que transmite este tema solo es comparable con Slint (y eso que faltaba más de una década para que aparecieran en escena). Excelente. Este perfecto fluir de clásicos se va al traste con la espantosa Soul Desert, cantada por Malcolm Mooney. Sí, algo que me olvidé de decirles es que en este disco también participa el cantante original en dos canciones, y acá lo hace horrible. No solo su performance es la más fea de todo su trabajo con Can, sino que ni siquiera lo que hace el resto del grupo logra salvar las papas. Básicamente hacen una especie de mantra que me recuerda vagamente a la Velvet Undeground, pero que no llega a ningún lado más que al aburrimiento y hartazgo total. Es todavía peor que Yoo Doo Right, y solo este tema le baja un punto entero al disco.
Afortunadamente llega Mother Sky, uno de los rockers ácidos más intensos de la historia. La primera épica de más de diez minutos del grupo que está a la altura de su talento. Arranca con todas, como si hubieran empezado a grabar en medio de la sesión. Me recuera mucho al jam inicial de Hard Coming Love, de The United States of America, solo que mucho más salvaje y pulido a la vez. Tanto la batería como el bajo y la guitarra van creando pequeños apocalipsis a medida que avanza la canción. Suzuki no entra hasta el minuto dos y medio, cantando esa frase-mantra “I say madness is too pure like mother sky”, o al menos eso dicen las letras que encontré, ya que con su entonación es inentendible. Tampoco es que importe demasiado pues, diga lo que sea que diga, suena como lo más revelador que podríamos escuchar en la vida. Claro que la verdadera estrella es la parte instrumental, que va cambiando el ritmo de forma sutil pero compleja. Llegado el minuto seis con cuarenta segundos la música para de repente y solo queda Damo haciendo unos coros. No importa cuántas veces escuche el tema, esa parte siempre me agarra desprevenido. Siempre. Esta sección dura como un minuto y sirve como descanso y punto de partida para que arranque el tema con todas una vez más. La guitarra va dibujando solos y efectos de ruido mientras la base rítmica devora el mundo sin ninguna sutileza. Hay tanto que decir sobre este tema, pero lo mejor es que lo escuchen ustedes mismos. Es una de las máximas experiencias del rock. Se los garantizo. El viaje cierra con She Brings the Rain, el otro tema cantado por Mooney. Es un temita de jazz y pop bastante agradable, en el que Malcolm canta bastante bien (sobre todo en comparación con Soul Desert). A pesar de que es el segundo tema más flojo del disco, está buena. Le da un poco de eclecticismo al disco también, así que no tengo de qué quejarme.
En fin, gran disco. Ya tenemos todos los elementos que harían grande al grupo, pero además mezclados con un gusto por lo melódico que jamás llega a lo autocomplaciente, lo cual resulta todo un mérito y lo convierte en el disco ideal para empezar a conocer a la banda. Claro que todavía quedan algunos cabos sueltos que no se terminarían de atar hasta Future Days, su obra magna. Es un disco único en el canon del grupo, pero muy bien ejecutado en su concepto. ¿Les cuento un secreto? Me gusta más este que Tago Mago, lo que lo convierte en mi segundo favorito de la banda. No debe ser fácil de conseguir (yo lo compré en internet), pero vale la pena buscarlo.

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