miércoles, 31 de agosto de 2022

Crucis - Crucis


Nota: 8
Mejor tema: No sé.
Peor tema: No sé.

1)      Todo tiempo posible
2)      Mes
3)      Corto amanecer
4)      La triste visión del entierro propio
5)      Irónico ser
6)      Determinados espejos
7)      Recluso artista


¿Soy yo, o la chica de la portada tiene un lejano (muy lejano) parecido con Starfire de Los jóvenes titanes? Solo que con un corte de pelo más «militar» o «cuadrado», por llamarlo de alguna forma. Bah, a lo mejor estoy batiendo cualquier vegetal. Es que necesitaba una buena introducción a esta reseña. No sé si la conseguí, pero fue bueno intentarlo.

Bienvenidos a esta nueva edición de reseñas de bandas nacionales de Argentina. Después de hablar de algo tan popular como lo son Los redondos, paso a algo más desconocido pero igualmente valioso y digno de loas. Bueno, quizás no tanto en vistas de que este grupo solo sacó dos álbumes, pero merecen cierto reconocimiento. Entonces, ¿quién o qué es Crucis? Pues es un grupo argentino de rock progresivo formado en 1974 y disuelto en 1977. Sus integrantes son (fueron) Gustavo Montesano en guitarra, voz y bajo, Pino Marrone en guitarra, Gonzalo Farrugia en batería y Aníbal Kerpel en teclados. Es una banda que me gusta pero de la cual desconozco mucho. Normalmente uso Wikipedia para orientarme en cómo decir datos que ya conozco, pero en este caso soy tan inexperto como ustedes, así que descubramos la biografía de esta banda. Juntos, como un equipo. Como los Power Rangers o los Teletubbies.

Al parecer, los inicios de la banda datan de 1972, con una banda llamada Consiguiendo vida. Sus miembros eran Pino Marrone, Gustavo Montesano, José Luis Fernández, Gustavo Fiora, Lalo Escaray y Guillermo Conte. Como se habrán dado cuenta, hay un buen par de nombres que se repiten en la formación de Crucis y la de los tales Consiguiendo vida. Precisamente, por razones que desconozco, solo quedaron Montesano y Fernández. Ficharon a Daniel Frenkel en la batería y a Daniel Oil en los teclados. Fernández dejó la banda para sumarse a La máquina de hacer pájaros y Montesano tomó el bajo. Después se sumaron Marrone y Kerpel. Con la banda formada oficialmente en 1974, al año siguiente Daniel Frenkel dejó su puesto y Gonzalo Farrugia (uruguayo que venía de una banda llamada Psiglo) tomó el lugar. Tocaron en el teatro Astral, donde fueron vistos y posteriormente apadrinados por el mismísimo Charly García, que además les produjo este álbum, el cual sería lanzado en 1976. A por él.

¿Qué puedo decir de este disco, entonces? Pues que está bien. Que no está mal. Que no está mediocre. Que no está «de la patada» (como dirían los mexicanos). Que no «es una verga» (como diríamos los argentinos) y así podría seguir. Formas y formas tanto nacionales como internacionales de decir que es un disco decente, bueno y bonito, pero que poco hace por sacarme el sueño e impresionarme. Es decir, como impresionar impresiona, pero en un modo más «wow, qué bien que tocan estos muchachos. Cuánto virtuosismo» que en un modo «WAW, qué melodías, qué canciones. Cuánto genio». O sea, se nota la influencia tanto de grupos británicos como Yes, Camel o Genesis como de actos italianos tipo Premiata Forneria Marconi, a la vez que lo mezclan con un poco de jazz. Muy interesante en el papel, pero la verdad es que estas canciones se alargan demasiado. Lo de «alargarse» supongo que depende de a qué nos refiramos. Estas canciones no son tan largas para el estándar progresivo (solo un par llegan a los siete minutos, y ninguna supera esa marca), pero sí que son largas para el estándar de calidad que demuestran estos tipos. Insisto, son competentes y ni un solo momento de este disco hace que quiera arrancarme los tímpanos o dormirme del aburrimiento, pero sí que hay un par que me hacen cabecear un poquito. Además, no ayuda que la producción sea tan sucia y barrosa. Un sonido así en un género tan exquisito como el rock progresivo es como poner buenos efectos especiales en una franquicia tan baratesca como Power Rangers. El efecto es el mismo. Atenta contra la esencia de lo que debería ser.

¿Vamos a las canciones? Vamos a las canciones. Todo tiempo posible arranca con una melodía que parece que se abriera el telón para presentar una obra de teatro y, después de una serie de ritmos y solos que suenan a una película de espías, Gustavo Montesano empieza a cantar con una voz que me recuerda mucho a la del actor de doblaje Luis Alfonso Mendoza (que en paz descanse) cuando interpretaba a Gohan en Dragon Ball. Sí, ya empecé a mezclar música con otras cosas que nada que ver, pero ya saben cómo soy. Uso la música como una plataforma para hablar de otras cuestiones ajenas. Pongan los fideos que estamos todos. Volviendo a la música, el último minuto es más acelerado y cuenta con tonos, parones y arrancones que me recuerdan más al instrumental Vug de la banda Atomic Rooster. A pesar de todos los parecidos que nombré que podrían llevar a pensar que al grupo no se le cae una idea propia ya desde el primer tema, es una buena canción. Sólida de principio a fin.

Seguimos con Mes, que se va construyendo desde el vacío con teclados y platilleos random pero tensos, hasta que entra la línea de bajo para dar unidad al conjunto, y la guitarra crujiente que suena como si fuera a devorarnos cual pacman a los fantasmitas. Después de eso se convierte en un conjunto de ritmos que me recuerda DE NUEVO al mencionado Vug, ahora de forma más obvia que antes. Justo cuando nos ponemos a pensar si los muchachos no pueden salirnos con alguna otra idea, entra una marcha más épica de teclados que suena a un punto medio entre Yes y Genesis para luego pasar a una melodía más climática y heroica. Llegado el minuto tres con cuarenta segundos, comienzan a tocar un patrón más blusero pero con instrumentos y estilo sinfónicos. Al igual que con el anterior tema, resulta derivativo melódicamente, pero un todo sólido de todas maneras. No está mal.

Corto amanecer hace honor a su nombre, al ser la más corta del disco. Es otro tema que me hace imaginarme que todo ocurre en una obra de teatro, a lo que aporta mucho el hecho de que hablen de «el show de la violación». Esta canción me resulta algo escabrosa, tanto por la melodía y cadencia oscuras y agresivas con la que cantan la mencionada línea como por el hecho de que mencionan que «un clima muy divertido/el de aquél amanecer». Tampoco me voy a poner en purista, ya que es una representación, pero igual me genera cierto rechazo. Musicalmente está bien pero poco vistoso, como todo hasta el momento. Intachable creación de climax y ambiente, pero pocas grandes melodías a la vista.

Una serie de líneas semipsicodélicas de guitarra, platilleos y teclados clásicos abren La triste visión del entierro propio. Algunas melodías me suenan a música de videojuego y después vuelve a sonar tan teatral como estamos acostumbrados en este álbum. La parte cantada tiene buen manejo de la intensidad y los instrumentos acompañan de la mejor manera posible, para que en el último minuto nos regalen otra dosis de superheroísmo guitarrero y un loop de teclados. Diría que es el mejor tema hasta el momento.

Irónico ser es, desde el redoble de batería con el que abre, lo más puramente rockero y adrenalínico que hay acá. Sería un tema de hard rock puro si no fuera por los arreglos sinfónicos que lo vuelve un híbrido. El tema es bien rápido y tenso, como si el protagonista de la letra estuviera tratando de escapar de la muerte que lo acecha. Los quiebres musicales (que suenan a unos proto Iron Maiden) nos sugieren que está perdiendo la carrera, y la melodía más fúnebre del final definitivamente nos avisa que perdió la competencia. Nada mal.

La fórmula que sobrevuela a todo el disco vuelve a repetirse en el instrumental Determinados espejos. Lo único que le noto de diferente es que algunas notas de teclado me suenan como a una trompeta de jazz, bien áspero. Pero algunas melodías son espectaculares y, de haberse desarrollado más, hubiera dado como resultado un auténtico clásico. El tema es que no puede evitar divagar por momentos y sonar azarosa. Acá es donde más se nota la mencionada veta jazzística del grupo, sobre todo en la base rítmica. Es de esas canciones que me imagino compuestas por King Crimson.

La melodía más lenta y reptante de Recluso artista nos marca que ya estamos en la recta final del disco. Inmediatamente después de la introducción entran unos teclados a medio camino entre una canción de cuna y una marcha fúnebre, que luego le da paso a una melodía más psicodélica, con coros tipo gregorianos y todo. Va subiendo de intensidad de a poco hasta llegar al primer clímax de la canción. Luego se repite el esquema, sin pausa pero sin prisa. Hasta ese momento es casi como si el grupo quisiera hacer su propia versión de Larks’ Tongues in Aspic (el tema de King Crimson), pero después se vuelve más genesiana, y de a poco va transitando diversos estados de ánimo y secciones. Es quizás el tema más diverso del disco. Esperable, ya que dura siete minutos, pero acá tenemos mucho de lo que faltaba en otras canciones. Nada mal como cierre.

Y nada mal como disco, pero tampoco nada demasiado destacable. Los tipos tienen un estilo propio, y tienen buenas ideas musicales, pero les faltaba más tiempo para desarrollarlas. Aunque este álbum es bastante consistente, con buenas melodías desperdigadas, no hay un tema que concentre de forma adecuada todas las buenas ideas que tienen. Es más, por momentos se hace medio denso o aburrido. Le doy un ocho bajo, que un mal día podría ser un siete. Imaginemos por un momento que este grupo solo hubiera sacado este disco y nada más. Eso hubiera sido el mayor desperdicio de potencial en la historia del rock argentino. Afortunadamente por una vez, el hubiera no existe, y la banda superaría con su próximo lanzamiento todas y cada una de las expectativas que pudieran haber generado con este tímido debut. Tan solo denme un tiempo para prepararme (y prepararles) el próximo análisis. Me lo van a agradecer.

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