Mejor tema: No sé.
1) Todo tiempo posible
2) Mes
3) Corto amanecer
4) La triste visión del entierro propio
5) Irónico ser
6) Determinados espejos7) Recluso artista
¿Soy yo, o la chica de la portada
tiene un lejano (muy lejano) parecido con Starfire de Los jóvenes titanes? Solo
que con un corte de pelo más «militar» o «cuadrado», por llamarlo de alguna
forma. Bah, a lo mejor estoy batiendo cualquier vegetal. Es que necesitaba una
buena introducción a esta reseña. No sé si la conseguí, pero fue bueno
intentarlo.
Bienvenidos a esta nueva edición
de reseñas de bandas nacionales de Argentina. Después de hablar de algo tan
popular como lo son Los redondos, paso a algo más desconocido pero igualmente
valioso y digno de loas. Bueno, quizás no tanto en vistas de que este grupo
solo sacó dos álbumes, pero merecen cierto reconocimiento. Entonces, ¿quién o
qué es Crucis? Pues es un grupo argentino de rock progresivo formado en 1974 y
disuelto en 1977. Sus integrantes son (fueron) Gustavo Montesano en guitarra,
voz y bajo, Pino Marrone en guitarra, Gonzalo Farrugia en batería y Aníbal
Kerpel en teclados. Es una banda que me gusta pero de la cual desconozco mucho.
Normalmente uso Wikipedia para orientarme en cómo decir datos que ya conozco,
pero en este caso soy tan inexperto como ustedes, así que descubramos la
biografía de esta banda. Juntos, como un equipo. Como los Power Rangers o los
Teletubbies.
Al parecer, los inicios de la
banda datan de 1972, con una banda llamada Consiguiendo vida. Sus miembros eran
Pino Marrone, Gustavo Montesano, José Luis Fernández, Gustavo Fiora, Lalo
Escaray y Guillermo Conte. Como se habrán dado cuenta, hay un buen par de
nombres que se repiten en la formación de Crucis y la de los tales Consiguiendo
vida. Precisamente, por razones que desconozco, solo quedaron Montesano y
Fernández. Ficharon a Daniel Frenkel en la batería y a Daniel Oil en los
teclados. Fernández dejó la banda para sumarse a La máquina de hacer pájaros y
Montesano tomó el bajo. Después se sumaron Marrone y Kerpel. Con la banda
formada oficialmente en 1974, al año siguiente Daniel Frenkel dejó su puesto y
Gonzalo Farrugia (uruguayo que venía de una banda llamada Psiglo) tomó el
lugar. Tocaron en el teatro Astral, donde fueron vistos y posteriormente
apadrinados por el mismísimo Charly García, que además les produjo este álbum,
el cual sería lanzado en 1976. A por él.
¿Qué puedo decir de este disco, entonces?
Pues que está bien. Que no está mal. Que no está mediocre. Que no está «de la
patada» (como dirían los mexicanos). Que no «es una verga» (como diríamos los
argentinos) y así podría seguir. Formas y formas tanto nacionales como internacionales
de decir que es un disco decente, bueno y bonito, pero que poco hace por
sacarme el sueño e impresionarme. Es decir, como impresionar impresiona, pero
en un modo más «wow, qué bien que tocan estos muchachos. Cuánto virtuosismo» que
en un modo «WAW, qué melodías, qué canciones. Cuánto genio». O sea, se nota la
influencia tanto de grupos británicos como Yes, Camel o Genesis como de actos
italianos tipo Premiata Forneria Marconi, a la vez que lo mezclan con un poco
de jazz. Muy interesante en el papel, pero la verdad es que estas canciones se
alargan demasiado. Lo de «alargarse» supongo que depende de a qué nos
refiramos. Estas canciones no son tan largas para el estándar progresivo (solo
un par llegan a los siete minutos, y ninguna supera esa marca), pero sí que son
largas para el estándar de calidad que demuestran estos tipos. Insisto, son
competentes y ni un solo momento de este disco hace que quiera arrancarme los
tímpanos o dormirme del aburrimiento, pero sí que hay un par que me hacen
cabecear un poquito. Además, no ayuda que la producción sea tan sucia y barrosa.
Un sonido así en un género tan exquisito como el rock progresivo es como poner
buenos efectos especiales en una franquicia tan baratesca como Power Rangers.
El efecto es el mismo. Atenta contra la esencia de lo que debería ser.
¿Vamos a las canciones? Vamos a
las canciones. Todo tiempo posible arranca
con una melodía que parece que se abriera el telón para presentar una obra de
teatro y, después de una serie de ritmos y solos que suenan a una película de
espías, Gustavo Montesano empieza a cantar con una voz que me recuerda mucho a
la del actor de doblaje Luis Alfonso Mendoza (que en paz descanse) cuando
interpretaba a Gohan en Dragon Ball. Sí, ya empecé a mezclar música con otras
cosas que nada que ver, pero ya saben cómo soy. Uso la música como una
plataforma para hablar de otras cuestiones ajenas. Pongan los fideos que
estamos todos. Volviendo a la música, el último minuto es más acelerado y
cuenta con tonos, parones y arrancones que me recuerdan más al instrumental Vug de la banda Atomic Rooster. A pesar
de todos los parecidos que nombré que podrían llevar a pensar que al grupo no
se le cae una idea propia ya desde el primer tema, es una buena canción. Sólida
de principio a fin.
Seguimos con Mes, que se va construyendo desde el vacío con teclados y
platilleos random pero tensos, hasta que entra la línea de bajo para dar unidad
al conjunto, y la guitarra crujiente que suena como si fuera a devorarnos cual
pacman a los fantasmitas. Después de eso se convierte en un conjunto de ritmos que
me recuerda DE NUEVO al mencionado Vug,
ahora de forma más obvia que antes. Justo cuando nos ponemos a pensar si los
muchachos no pueden salirnos con alguna otra idea, entra una marcha más épica
de teclados que suena a un punto medio entre Yes y Genesis para luego pasar a
una melodía más climática y heroica. Llegado el minuto tres con cuarenta
segundos, comienzan a tocar un patrón más blusero pero con instrumentos y
estilo sinfónicos. Al igual que con el anterior tema, resulta derivativo
melódicamente, pero un todo sólido de todas maneras. No está mal.
Corto amanecer hace honor a su nombre, al ser la más corta del
disco. Es otro tema que me hace imaginarme que todo ocurre en una obra de
teatro, a lo que aporta mucho el hecho de que hablen de «el show de la
violación». Esta canción me resulta algo escabrosa, tanto por la melodía y cadencia
oscuras y agresivas con la que cantan la mencionada línea como por el hecho de
que mencionan que «un clima muy divertido/el de aquél amanecer». Tampoco me voy
a poner en purista, ya que es una representación, pero igual me genera cierto
rechazo. Musicalmente está bien pero poco vistoso, como todo hasta el momento.
Intachable creación de climax y ambiente, pero pocas grandes melodías a la
vista.
Una serie de líneas
semipsicodélicas de guitarra, platilleos y teclados clásicos abren La triste visión del entierro propio.
Algunas melodías me suenan a música de videojuego y después vuelve a sonar tan
teatral como estamos acostumbrados en este álbum. La parte cantada tiene buen
manejo de la intensidad y los instrumentos acompañan de la mejor manera
posible, para que en el último minuto nos regalen otra dosis de superheroísmo
guitarrero y un loop de teclados. Diría que es el mejor tema hasta el momento.
Irónico ser es, desde el redoble de batería con el que abre, lo más
puramente rockero y adrenalínico que hay acá. Sería un tema de hard rock puro
si no fuera por los arreglos sinfónicos que lo vuelve un híbrido. El tema es
bien rápido y tenso, como si el protagonista de la letra estuviera tratando de
escapar de la muerte que lo acecha. Los quiebres musicales (que suenan a unos
proto Iron Maiden) nos sugieren que está perdiendo la carrera, y la melodía más
fúnebre del final definitivamente nos avisa que perdió la competencia. Nada
mal.
La fórmula que sobrevuela a todo
el disco vuelve a repetirse en el instrumental Determinados espejos. Lo único que le noto de diferente es que
algunas notas de teclado me suenan como a una trompeta de jazz, bien áspero.
Pero algunas melodías son espectaculares y, de haberse desarrollado más,
hubiera dado como resultado un auténtico clásico. El tema es que no puede
evitar divagar por momentos y sonar azarosa. Acá es donde más se nota la
mencionada veta jazzística del grupo, sobre todo en la base rítmica. Es de esas
canciones que me imagino compuestas por King Crimson.
La melodía más lenta y reptante
de Recluso artista nos marca que ya
estamos en la recta final del disco. Inmediatamente después de la introducción
entran unos teclados a medio camino entre una canción de cuna y una marcha
fúnebre, que luego le da paso a una melodía más psicodélica, con coros tipo
gregorianos y todo. Va subiendo de intensidad de a poco hasta llegar al primer
clímax de la canción. Luego se repite el esquema, sin pausa pero sin prisa.
Hasta ese momento es casi como si el grupo quisiera hacer su propia versión de Larks’ Tongues in Aspic (el tema de King
Crimson), pero después se vuelve más genesiana, y de a poco va transitando
diversos estados de ánimo y secciones. Es quizás el tema más diverso del disco.
Esperable, ya que dura siete minutos, pero acá tenemos mucho de lo que faltaba
en otras canciones. Nada mal como cierre.
Y nada mal como disco, pero tampoco nada demasiado destacable. Los tipos tienen un estilo propio, y tienen buenas ideas musicales, pero les faltaba más tiempo para desarrollarlas. Aunque este álbum es bastante consistente, con buenas melodías desperdigadas, no hay un tema que concentre de forma adecuada todas las buenas ideas que tienen. Es más, por momentos se hace medio denso o aburrido. Le doy un ocho bajo, que un mal día podría ser un siete. Imaginemos por un momento que este grupo solo hubiera sacado este disco y nada más. Eso hubiera sido el mayor desperdicio de potencial en la historia del rock argentino. Afortunadamente por una vez, el hubiera no existe, y la banda superaría con su próximo lanzamiento todas y cada una de las expectativas que pudieran haber generado con este tímido debut. Tan solo denme un tiempo para prepararme (y prepararles) el próximo análisis. Me lo van a agradecer.
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