Mejor tema: Phantom of the Opera.
1) Prowler
2) Sanctuary
3) Remember Tomorrow
4) Running Free
5) Phantom of the Opera
6) Transylvania
7) Strange World
8) Charlotte the Harlot9) Iron Maiden
Iron Maiden. La doncella de hierro. La banda del bicho
ese todo feo. Conozcan como conozcan a este grupo, el tema es que lo conocen y
que no les es indiferente. O quizás sí les da igual su música, pero para eso
tienen que haberlo escuchado, y es que Iron Maiden es una de las bandas más
populares del mundo. Si bien, en términos de calidad e importancia musical,
ellos serían los Who del heavy metal (siendo Judas Priest los Rolling Stones y
Black Sabbath los Beatles del género), en términos de popularidad estarían
conceptualmente más cerca de los cuatro de Liverpool que de otra cosa. El único
motivo por el que no ocupan ese puesto es por Metallica, que son todavía más
populares. Pero no importa, porque ser tan masivo en un género como el heavy
metal no es moco de pavo. Y Maiden merece ese prestigio. Hace años pensaba que
estaban sobrevalorados, y quizás un poco sea así pero, vistos en su contexto,
son uno de los tres mejores actos musicales de toda la historia del metal. Al
menos por lo que hicieron en los 80, que fue su época de gloria.
Siendo justos, no sé si tenga mucho sentido contarles la
historia de este grupo, ya que todos los que lo escuchan la conocen. Que si
Steve Harris soñaba con ser jugador de futbol pero, inspirado por gente tan
dispar como Black Sabbath, Wishbone Ash, The Who o Genesis, decidió cambiar la
pelota por un bajo (metafóricamente hablando. Una pelota difícilmente salga lo
que sale un instrumento musical). Que si originalmente formó un grupo llamado
Gypsy’s Kiss y luego otro llamado Smiler hasta terminar con el nombre Iron
Maiden (y no sé si sabían que existe otro grupo llamado Iron Maiden, que sacó
un único disco llamado «Maiden Voyage» y a los que Harris les ganó de mano para
registrar el nombre). Así podría seguir. El punto es, el grupo empezó allá por
el año 1975 como tal. Sus conciertos eran arrolladores y se hicieron populares
gracias al boca en boca. Todavía eran una banda underground, pero ya empezaban
a ganar prestigio por sus actuaciones en vivo. Las disqueras querían
convencerlos que tocaran punk ya que no le veían futuro al heavy metal, pero
ellos seguían fieles a su estilo y a sus intereses. Fueron puliendo sus
canciones hasta que consiguieron un contrato discográfico y comenzaron a grabar
su debut en diciembre de 1979, el cual saldría el 14 de abril de 1980
(curiosamente, el mismo día que el legendario «British Steel» de Judas Priest)
y resultaría ser un éxito que comenzaría a llevar el metal al mainstream poco a
poco. Pero contarles esta historia sería redundante. Por eso mismo, no les voy
a contar nada de lo que les acabo de contar. No. Olvídense.
Con respecto al disco en sí, resulta curioso que, siendo
una banda que no quería tocar punk sino heavy metal, tenga tanta influencia del
primero de los mencionados. De hecho, este disco es más cercano al hard rock y
al ya mencionado que a otra cosa. Esto podrá sonar mal para muchos amantes de
lo complejo y exquisito, pero la verdad es que no hay motivos para tener miedo.
Las canciones están muy lejos de la basiquez
de la música punk. No es una obra madura, sino que se nota que está hecha por
adolescentes rebeldes, pero a la vez hay un tacto melódico y unas ambiciones que
ponen al grupo muy por encima de la típica bandita que se cree que por hacer
ruido y saturar todo ya es una leyenda. Esto lo hace un disco fresco y
tremendamente disfrutable, por más que la producción no ayude (este disco no
está producido por el habitual Martin Birch, sino por un tal Wil Malone. Nada
que ver con Post. Creo).
Empezamos con Prowler,
con unos power chords a cargo de… ¿Adrian Smith? No, señor. A cargo del primer
guitarrista oficial de la banda, cuyo nombre es Dennis Stratton, y no lo hace
nada mal. Luego entra la otra guitarra con un wah wah más rockero hasta que
entra la voz de… ¿Bruce Dickinson? Tampoco, señor. A cargo de la voz está el
primer cantante oficial de la banda, que es Paul Di’Anno, quien tampoco lo hace
nada mal. Su voz no es técnicamente comparable con la de Dickinson, pero su
carisma es incluso mayor, y guía la canción hasta el solo rapidísimo, impecable
y tremendamente adictivo. Súmenle a la pegajosidad de la canción un aura de
misterio y maldad que, aunque no es aterradora, sí que es creíble y resultona.
Gran inicio. Este tema originalmente era continuado por Remember Tomorrow, pero en la edición que tengo yo meten a Sanctuary, y fue una muy buena decisión.
El riff es lo más simple del universo (¿simpleza en Iron Maiden? Nah, me estás
jodiendo), pero cómo pega. Papel con papel. Y Di’Anno va llevando con muchos
ganchos y actitud el tema, hasta que explota cada solo, y rockea. Hay quien
dijo que el riff sirvió de inspiración para el tema Mob Rules de Black Sabbath, y puede ser. Los maestros aprendiendo
del alumno, no está mal. Ahora sí pasamos a Remember
Tomorrow, que es UNA BALADA. O sea, ¿Iron Maiden haciendo una balada? Nah,
me estás jodiendo. Pues sí, ¿qué no les dije que este disco estaba lleno de
sorpresas? Ahora que releo lo que escribí, no. No lo dije. Pero es así. Aunque
no se asusten, que es un baladón excelente. Si bien a Di’Anno no se le da tan
bien cantar algo tan delicado, tampoco la arruina en absoluto, además de que
los instrumentistas hacen las mil maravillas. Primero esa línea de guitarra
triste y solitaria que por momentos parece tener algo de western. Aunque una
rareza se percibe en el ambiente. No va a ser una canción eternamente
tranquila, y es así que se vuelve más pesada y sabbathiana al final de cada
verso. Este frenesí se acentúa en la sección intermedia, con la guitarra y la
base rítmica haciendo una guerra sin cuartel. Después vuelve la calma antes de
la próxima tormenta, y al final el tema termina como un rocker poderosísimo. Un
temazo subestimado.
La racha ganadora continúa con Running Free y su ritmo de batería tan reconocible, al que se le
suma el bajo, la guitarra rasposa y la voz que canta las andanzas adolescentes
que su dueño tan bien conocía. Ya va a haber tiempo para las letras sobre
clásicos de la literatura y sobre epopeyas faraónicas. Por ahora disfrutemos
este monumento a la despreocupación. Y para cerrar esta tremenda seguidilla de
clásicos, un clásico de clásicos bien clásico. Phantom of the Opera es lo más cercano a auténtico y exquisito
heavy metal que vamos a encontrar por acá, y qué buen representante del género.
Esa introducción de guitarras armonizadas genera un ambiente de obra de teatro
con el bajo aguijoneando en las sombras, mientras que nuestro segundo cantante
favorito de esta banda suena teatral y técnico como nunca más se lo va a
escuchar. Aunque Dickinson lo haría mejor en vivo, Paul no lo hace nada pero
nada mal. Después hay un puente más oscuro que desemboca en la sección
instrumental más compleja de todo el disco, con el ritmo llenando de oscuridad
todos los huecos, hasta que volvemos súbitamente al riff inicial y al último
verso que cierra automáticamente al tema. No sé si la llamaría una canción
subestimada ya que el tiempo la dejó como un clásico del género, pero es sin
duda uno de los clásicos menos apreciados en general. Supongo que esa es la
definición de «subestimado». Desgraciadamente, las tres canciones que siguen
bajan un poco el nivel general. Transylvania
es un instrumental que evoca muy adecuadamente el ambiente que Bram Stoker
le dio a la región con el mismo nombre en su novela, aparte de que el riff está
muy bueno, pero no tiene muchas variantes, y los cuatro minutos que dura el
tema se hacen muy largos. Aunque tampoco es mala, sí que es lo más flojo del
disco. Strange World es otra balada
más, pero en este caso más psicodélica y menos memorable. Tiene muchos buenos
recursos (atmósfera, efectos de guitarra, buenos solos), pero hay algo que no
me termina de cerrar. Quizás que como un todo es algo repetitiva. Por eso no
está entre lo más destacable de por acá. La más rescatable de esta trilogía de
la intrascendencia quizás sea Charlotte
the Harlot, un rocker más alegre y con potencia hasta que llega el bastante
ridículo estribillo para arruinar un poco el tema. Tampoco ayuda el repentino
cambio de ritmo y mood sacado literalmente del c...ajón de las ideas
incompletas. El conjunto me gusta solamente porque las melodías son buenas,
aunque no terminen de empalmar. Y como el grupo sabía que no podía dejar una
sensación tan agridulce para cerrar el disco, volvemos al terreno de lo clásico
con el tema que titula al disco y a la banda. Puede parecer feo, ¿pero no es
feo también el instrumento de tortura del que saca su nombre? O sea, es obvio
que no va a ser una canción bonita. Si superamos ese disgusto inicial, el tema
es terriblemente pegadizo y los solos de guitarra y bajo son tan buenos como
esperamos de esta banda (en retrospectiva, ya que en ese momento en el que
recién debutaban no estaba tan claro qué esperar de los muchachos). Muy buen
cierre.
En definitiva, un debutazo. No puedo ponerle un diez porque se nota la falta de experiencia y de ideas unificadoras. O sea, no tengo problema en ponerle dieces a discos «inmaduros», pero acá se notan mucho los errores como para perdonarlos. Igualmente, es un disco mayormente entretenido y lleno de temazos y, como si esto fuera poco, moderadamente ecléctico (¿qué acaso no mencioné punk, hard rock, heavy metal y baladas?). No es el mejor álbum para iniciarse en el grupo si lo que buscás es su sonido clásico, pero conviene escucharlo primero para apreciar mejor su evolución y para que no sea tan chocante la diferencia de género entre este y lo que vendría después. Como dije hasta el cansancio, poco y nada de metal hay en estas canciones, pero el estilo propio está y la calidad está, y estos factores siempre se imponen por sobre cualquier otra cosa. Recomendado.
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