Mejor tema: Algo ha cambiado.
1) Algo ha cambiado
2) El viejo
3) Gris y amarillo
4) Hansen
5) Adiós Willy
6) El hombre suburbano
7) Especies8) Adónde está la libertad
Hola, mis queridos lectores. He volvido de vueltada. Después de que les dije que haría una sección sobre
discos con los que me formé musicalmente, les vengo con un disco que descubrí
tiempo después de formarme musicalmente. Suena a promesa incumplida, pero nunca
dije cuándo haría lo de mi primer acercamiento a la música. Puedo hacerlo más
adelante. De momento, quiero volver al terreno de lo argentino con quien fue,
sin dudas, el mejor guitarrista argentino. Quizás fuera un forro y un engreído,
pero era un gran músico sin dudas: Norberto Aníbal Napolitano, también conocido
como El Carpo, pero más conocido como Pappo.
No sé si haga falta contar toda
la bibliografía de este señor, pero sí que voy a dar un par de detalles
panorámicos sobre su existencia en nuestro plano. Nacido en 1950 en Buenos
Aires, venía de una familia de artista (aunque su padre era metalúrgico). Tuvo
su primera guitarra a los ocho años y a fines de los cincuenta empezó a tomar
clases de dicho instrumento. En sus años de escuela aprendió algunas nociones
básicas, pero su bautismo rockero llegó cuando escuchó un tema de Little
Richard en la radio. Ahí se compró una guitarra eléctrica y un amplificador.
Sin embargo, por influencia de su hermana (que era concertista y profesora de
piano), también se nutrió de muchos de los grandes nombres de la música
clásica. Tuvo su primera banda (llamada Los Buitres) a los 16 años, y contaba
con su primo Miguel Laise en batería, Tito Milanesa en voz y guitarra y
Humberto «Beto» Marinucci en bajo y voz. Su primera gran oportunidad llegó en
1967, con Miguel Abuelo recién formando Los abuelos de la nada. Aunque
originalmente este busca a Claudio Gabis como guitarrista, este estaba
ensayando con Manal, así que su segunda opción fue Pappo. El grupo se disuelve
en apenas un año (aunque más tarde se volvería a formar con nuevos integrantes)
y Miguel Abuelo se va a España, y Napolitano se queda con el liderazgo de lo
que quedaba de la banda, aunque con un sonido más blusero, con quienes llegaron
a grabar un tema que permaneció inédito por mucho tiempo (La estación). Después forma una banda llamada Engranaje con el ya
mencionado Tito Milanesa en la voz, Pino en batería, Bocón en guitarra y Beto
al bajo, aunque Tito y Beto dejarían el grupo. En esa época, Pappo empezaría a
frecuentar Plaza Francia, que es en donde se juntaban los hippies en Buenos
Aires. De a poco empezó a ganarse un nombre con grupos como Conexión N° 5 y Los
Gatos (en estos últimos, él fue el responsable de que endurecieran su sonido). Su
trabajo llega a oídos del productor Jorge Álvarez, y este se convenció de que
Norberto debía formar su propio grupo. Es así que este deja Los Gatos y forma
la banda que hoy nos compete. La formación incluía a David Lebón en el bajo y a
Black Amaya en la batería. Su disco debut fue grabado entre diciembre de 1970 y
enero de 1971 y salió en agosto de este año. Vamos a verlo (o escucharlo. Lo
único que se puede ver del disco es la portada y demás. La música hay que
escucharla).
Sí, al final di más que un par de
detalles panorámicos. Siempre hago lo mismo.
¿Y qué tengo para decir sobre el
álbum? Bueno, digamos que es bastante ambivalente. Los trucos de guitarra del
Carpo y la compenetración grupal están. Virtuosismo sobra en este disco. Lo que
sí falta es que haya más momentos demoledores. Se puede entender tanto por la
inexperiencia de Pappo como por el contexto general de la época (el rock
argentino todavía estaba en pañales y los grandes artistas apenas estaban
despegando), pero por algo lo consideramos como el mejor guitarrista de nuestro
país. Como dijo John McFerrin, un músico solo es tan bueno como las notas que
toca, y este álbum muestra por momentos más destreza técnica que creatividad.
Si solamente de destreza se tratase, habría miles de guitarristas entre los
mejores, y eso no sería ser de los mejores, sino ser un rallaqueso más. Aparte,
la producción no ayuda demasiado. Muy sucia y poco potente.
Aunque bueno. Al menos el
profesionalismo y alto nivel de algunos momentos compensan estos defectos y lo
hacen un disco valioso. Los primeros cuatro temas realmente se enfrentan en el
ring a los problemas de esta obra y les ganan por knockout. En otras palabras,
terminan balanceando para el lado de lo positivo. Algo ha cambiado suena casi a protometal, y algunos momentos de la
vocalización me recuerdan a Claudio O’Connor. Afortunadamente, Pappo no es
O’Connor y termina quedando mucho mejor su voz. Pero claro, estamos acá por la
guitarra. Aunque algo castrados por la calidad de sonido, ese wah wah, esa
técnica y, lo más importante, esas notas que elige nuestro guitarrista se
retuercen y aplastan todo a su paso. El
viejo, aunque algo inferior, sigue siendo vino del mejor, como diría cierta
banda argentina en la segunda mitad de la década siguiente. Ese slide toma de
rehén toda la esencia del delta y del Mississipi y la expone frente a un grupo
de argentinos que, hasta entonces, no sabían que algo tan yanqui podía sonar
tan argentino. Quizás la melodía vocal no es la gran cosa, pero las maravillas
instrumentales lo compensan por mucho. Sigue Gris y amarillo, que parece sacada del debut de Black Sabbath, y no
lo digo solo por el sonido en sí, sino porque me suena a alguna canción en
particular de ese disco, aunque de momento no logro reconocer a cuál. El
estribillo, con sus respectivos cambios de octavas, de acordes y de intensidad,
logra desplegar un paisaje apocalíptico y urgente. Hansen, que cierra esta seguidilla ganadora, no solo suena
profesional técnicamente, sino también creativa y peligrosa. Me transmite la
imagen de rebeldes escapando de una zona de guerra mientras caen bombas del
cielo. Sí, muy yanqui ese escenario, pero todo se puede adaptar a un contexto
latinoamericano en general y argentino en particular si así lo deseamos. Siendo
los 70 una década tan convulsa y violenta en nuestro país, diría que dicha
imagen no me aleja mucho de lo que fue nuestra realidad. Es un temazo bien
intenso.
Desgraciadamente, las siguientes
canciones no logran capturar esa chispa con la que arrancan, pero siempre están
bien. Adios Willy es más un separador
entre ambas partes del disco que otra cosa. Un instrumental de piano que la
única voz que tiene es al principio, con lo que parece un viejo diciendo no sé
qué cosa sobre Las Toninas o algo así. No le entiendo muy bien. Aunque es lo
menos trascendente del disco, es agradable. El tema más corto de esta obra sin
contar ese interludio es El hombre
suburbano, que muchos consideran un clásico. Yo no. Su riff inicial (con
aires a Creedence Clearwater Revival) y su ambiente pantanoso funcionan, pero
no tiene nada en general para que la ponga en un pedestal. Supongo que pegó más
por su letra que por otra cosa, pero a mí en particular no me basta con eso
para amar una canción con tan poca sustancia. Mejores pero no lo que se dice «mucho
mejores» sino mejores a secas son las dos últimas canciones. Especies nos da otra dosis de
distorsión, pesadez, ambientes peligrosos y competencia instrumental, pero
necesito un chute de riffs y melodías memorables para darme por saciado.
Además, no me termina de convencer cómo Pappo pudre la voz acá. Me recuerda un
poco a Ricardo Iorio, y prefiero muchas cosas antes que escuchar a ese idiota.
Al menos el saber que solo es Pappo sonando diferente y el hecho de que es
mayormente instrumental me calman la conciencia. Por último, Adónde está la libertad es un tema de
nueve minutos donde todos dan lo mejor de su técnica, mas no de su creatividad.
No digo que sea malo. El tema se sostiene y no decae, y hasta diría que tiene
sus grandes momentos (como el estribillo), pero semejante trío de mentes
maestras puede permitirse algo más que simplemente resistir hasta que llegue el
momento de apagar las máquinas de grabación. Igualmente, es disfrutable y no
tengo mucho de lo que quejarme.
Conclusión que se puede extender a todo este disco como conjunto. A pesar de sus limitaciones, la inexperiencia de sus creadores y la fea calidad de sonido, muestra entusiasmo y buen hacer. Quienes hayan leído mis críticas en general saben que suelo ser bastante duro con los discos de ocho para abajo. Sin embargo, voy a hacer una excepción esta vez. Después de todo, un ocho (rasposo o no) es muy buena nota. Si soy así de duro es porque estoy hablando de artistas con talento para algo más. Es obvio que, en el remoto caso de que Justin Bieber o el Duki saquen un disco de seis puntos, voy a hablar de ellos con el mismo entusiasmo que si estuviera reseñando «Abbey Road» o «Selling England by the Pound», mientras que un disco de (digamos) The Who que tenga esa nota me va a resultar muy tibio y poco interesante. Es cuestión de las expectativas que uno tenga con la banda o artista. Además, Pappo’s Blues presentaba a músicos que no llevaban mucho tiempo tocando juntos y que apenas daban sus primeros pasos, así que lo que se escucha acá es más que loable. Sus siguientes cuatro discos serían mucho mejores, pero esto que está acá también vale mucho la pena. Esperá primero a conseguir lo que harían desde «Volumen 2» hasta «Volumen 5», pero no lo pases por alto.
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