Mejor tema: Bares y fondas, supongo.
1) Vos sin sentimiento
2) Yo quiero morirme acá
3) Galápagos
4) La manera correcta de gritar
5) Tus tontas trampas
6) Bares y fondas
7) En mis venas
8) Silencio, hospital
9) Noches árabes
10) Estamos perdiendo
11) Belcha12) Basta de llamarme así
Bueno, gente. Continúo
expandiéndome en todas direcciones, y no porque me esté volviendo más gordo, que
también, sino porque voy ampliando el espectro sonoro. Los que me conocen saben
que yo le doy oportunidades a todo el mundo. Cualquier estilo es susceptible de
sonar bien en las manos correctas y, aunque por la nota que le puse a este
disco puede parecer que no, la verdad es que los Cadillacs es una buena banda.
No todavía, pero pronto lo será. Hoy hablemos de sus muy humildes (por no decir
carenciados o carecientes) inicios.
La banda comenzó en 1984 con el
matrimonio conceptual-musical de Mario Siperman, Aníbal Rigozzi, Vicentico y
Flavio Cianciarulo. Todos estos venían de grupos efímeros que habían creado
cuando iban a la secundaria entre 1982 y 1983. Aunque no sabían mucho de
música, les gustaba la idea y el concepto de ser una banda under, y sus
influencias venían más del lado del ska, con grupos como Madness o The Specials,
además del punk y post punk de gente como The Clash y Joy Division. Después
entraron más miembros y llegaron a ser ocho. En un principio se hicieron llamar
Cadillacs 57 (por el coche que manejaba el bajista Cianciarulo) pero, según se
dice, se pasaron a llamar como los conocemos gracias a que en una ocasión
fueron presentados con dicho nombre. Su primer concierto fue en enero de 1985
en Mar del Plata. Eran una banda chica, sin la visibilidad de otras, pero a la
vez llamaron la atención de un considerable público por su estilo alternativo
en el contexto de que la música que dominaba en el país era el synth pop y el
new wave. Recién en el 86 firmaron con el sello Interdisc para grabar su debut
en los estudios Moebio, y el productor sería Daniel Melingo (Los Abuelos de la
nada y Los Twist), que era y es de los productores más respetados del
continente. Los ensayos fueron en la discoteca Gaz, ubicada en Olivos, y en
Fire, que estaba enfrente de la cancha de River Plate. El álbum originalmente
iba a llamarse «Noches cálidas en bares y fondas», pero luego decidieron
abreviarlo. Si bien el disco fue moderadamente bien recibido por el público,
los críticos lo despreciaron por la inexperiencia y poca profesionalidad de los
músicos, aparte del contenido de las letras. ¿Saben algo? Yo quiero sumarme al
ejercicio de darle con un caño.
Es que, vamos a decirlo, este
disco es muy medio pelo. Como no soy necio ni estúpido, voy a admitir que
algunas melodías son decentes y que la fusión de estilos que proponen es
interesante. Sin embargo, a la larga termina pesando más lo negativo que lo
positivo acá. Vamos por partes. Primero, los teclados son impresentables. No
por las melodías que toca (al menos, no siempre por esto), sino por el tono
aflautado tan típico de los 80. Tan feo y ponzoñoso. Entiendo que estaban
buscando su identidad en ese momento, y que ese sonido ochentoso era también
parte de la combinación de géneros que tanto buscaban, pero no se siente
natural en lo más mínimo en este contexto. Hay bandas a las que se les da bien
ese sonido (como Devo o Virus, por poner ejemplos tanto yanquis como
argentinos), pero definitivamente no va con los Cadillacs. Sus fortalezas están
en otra parte. Segundo, las canciones se sienten a medias. Como dije antes, hay
melodías con potencial y cierto sentido de la unidad en la interpretación, pero
no dan ni a palos sensación de un trabajo terminado. Por mucho que las hayan
trabajado y ensayado, estas canciones siguen pareciendo demos en su
construcción y desarrollo. Tercero, detesto la voz de Vicentico. Si bien el
tipo nunca fue lo que se dice un gran cantante, en este debut suena
especialmente tímido, además de divagar mucho. Prefiero cuando es un mal
cantante con toda la seguridad del mundo de que lo está haciendo bien, que al
menos así cada tanto la pega con alguna buena interpretación. Pero es lo que
hay.
Yendo a las canciones, la verdad
es que no hay ningún clásico. Lo máximo que nos dan son proyectos de buenas canciones.
A esto sumémosle que algunos temas son realmente malos. La que menos merece la
condena al infierno es Tus tontas trampas,
que tiene ese sonido de teclado que parece sacado de la feria más berreta de
California (me recuerda a los primeros y peores Beach Boys) y una melodía
sumamente estúpida, pero no la marqué en azul porque me da risa la letra que
habla de los dibujos animados del Coyote y el Correcaminos. De repente, esa
estupidez musical se me hace hasta adecuada para el conjunto del tema. Pero sí,
si fuera instrumental o si tuviera cualquier otra letra la hubiera descartado
como una porquería. En mis venas sí
que no se salva con nada. Empieza con ese ritmo de teclado estrafalario que me
trae recuerdos de Vietnam. Más específicamente, de la horrenda introducción del
tema Johnny Blade de Black Sabbath.
Lo peor viene después, cuando Vicentico intenta sonar sensual y desafiante y,
de tan alejado de eso que está el resultado, termina dando risa involuntaria.
Ambos elementos conforman una escucha tortuosa, aunque no tanto como Belcha. Este tema cuenta la historia de
cómo Flavio Cianciarulo adoptó una perra que encontró en las calles de Mar del
Plata, y que tres días después apareció ahogada en la pileta de la casa del
papá. De paso, quien la canta es el percusionista Luciano Giugno. Si me lo
preguntan, estoy seguro de que Flavio odiaba a la perra y que quería humillarla
más. Si no, no se explica la vergüenza ajena que provoca esta canción. El ritmo
es soporífero y aburrido, el estribillo «murió, se ahogó, se fue» no provoca
nada de nada, los coros «la la la la la la la» son de lo más plomo, más
incómodo, más forzado, más tosco y menos pegadizo que exista en el mundo de la
música, y la voz líder… bueno, creo que se entiende todo si les digo que ojalá
Vicentico la hubiera cantado. Háganse la idea. Si este no es el peor tema en la
historia del grupo, pega en el palo.
Lo que sigue es mejor, pero no
por mucho. Siguen siendo canciones medianas que deberían haber trabajado más.
Hay dos instrumentales acá, que son Noches
árabes y Bares y fondas. Diría
que ambos son de lo mejor del disco. El primero no tiene mucho de «árabes» pero
sí de «noches», ya que logra una buena atmósfera nocturna con su línea de bajo
casi new wave, su ritmo profundo y sus vientos con aires toreros. Lo único que
la caga un poco es su sonido de teclado. El tema título, por su parte, es
quizás lo mejor del disco. Empieza con una línea de teclado que, por fin, suena
como tiene que sonar. También tenemos las líneas altivas de trompeta y un buen
solo más jazzero también de teclados a mitad del tema. Lástima la pedorrísima elección
de tonos y ese sonidito electrónico que parece un videojuego pésimo de Atari.
Pero lo voy a perdonar, ya que el conjunto logra meterme en la cabeza la imagen
de unos amigos juntándose en un bar una noche de verano. Si hubieran trabajado
estos dos temas un poco más, habrían sido auténticas joyitas. El abridor del
disco, llamado Vos sin sentimiento,
no es de lo más feliz del mundo. Es pegadiza tanto en el ritmo como en algunas
líneas vocales, pero se hace muy larga y, otra vez, la caga el instrumento con
teclas que ya mencioné hasta el asco. También peca de larga Estamos perdiendo, lo cual diluye su
buen trabajo de batería, las inspiradas secciones de vientos y la decente
interpretación de Vicentico. Además, no ayudan en nada esos sonidos que parecen
efectos rechazados de Mario Bros. Adivinen de qué instrumento vienen. Todo lo
contrario resulta ser Silencio, hospital,
que dura menos de dos minutos. Parece querer ser más jugada en su letra y está
bien coordinada instrumentalmente, así que no está mal. La manera correcta de gritar tiene un ritmo funky y saltarín muy
adictivo, pero no mucho más que eso. Yo
quiero morirme acá me suena a una versión temprana de su futuro éxito Contrabando de amor y, como toda versión
temprana, está muy subdesarrollada. Me gustan sus quiebres juguetones de
guitarra, pero la melodía vocal y, peor aún, la forma de interpretarlas, dan
algo de vergüencita. No al nivel de Belcha,
pero vergüencita al fin y al cabo. Galápagos
intenta ser sensual, y en parte lo logra, pero el sonido no es todo lo
pulcro que debería ser para una canción así. Si algo rescato de este tema es
que, por fin, cierto instrumento suena adecuado. Supongo que todos eran
conscientes de que el sonido general de las teclas era horrible y que un tema
tan dependiente de estos no podía sonar así. Hay que reconocerles que algo de
oído tenían a pesar de no saber mucho de teoría musical, aunque es cierto que
tampoco se necesita ser arquitecto para saber cuándo una casa está mal
construida. Cerramos el disco con Basta
de llamarme así, cuyo cantante y compositor confesaría tiempo después que
está dedicada a una hermana suya llamada Tamara. Esto me haría difícil el decir
algo malo de la canción si no fuera por el hecho de que, en realidad, no está
nada mal. No es una maravilla, pero su ambiente semitriste y sus partes
instrumentales logran funcionar de manera creíble. Decente cierre.
Lástima que esto no se aplica al disco en general. Después de haber escrito mi reseña, me quedo con la sensación de que hablé de las canciones de tal forma que el trabajo merecería un seis más que un cinco. O sea, que aprobaría por los pelos. Puede dar esa sensación si escuchan las canciones de forma aislada. Casi todas tienen lo suyo pero, escuchándolo de corrido (que es como se tiene que escuchar un álbum), el conjunto se vuelve monótono y falto de inspiración. Insisto con que no todo es malo. Como dije, hay buenas melodías que denotan potencial, momentos de cohesión que muestran entendimiento entre sus miembros y una propuesta interesante que hace que, a pesar de ser un grupo pachanguero y jodón, sean más relevantes y perfectibles en el largo plazo que otras bandas de características similares pero menos sustanciales como lo pueden ser Los auténticos decadentes. Les tomaría su tiempo, pero irían mejorando hasta sacar dos joyitas del rock latino de los 90 como lo son «Fabulosos calavera» y «La marcha del golazo solitario». Esta es la prueba definitiva de que los «sordos musicales» que escucharon este disco y decidieron que era bueno son una parte necesaria del panorama musical. De lo contrario, nos hubiéramos perdido tanto a este como a muchos otros grandes grupos que no tuvieron el inicio más feliz. Igualmente, esta observación no hace que este disco deje de ser solamente una curiosidad para fanáticos de hueso colorado. Escúchese con precaución.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario